El primer disparo



© G. Serrano


Ayer leí en cierto artículo que "la violencia tiene jerarquía más alta que la paz". Se refería, particularmente, a la información que a diario difunden los medios de comunicación mexicanos. Entonces recordé que Ryszard Kapuscinski, el periodista polaco, afirmaba que "las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienzan con un cambio del vocabulario en los medios”. Luego, ponía como ejemplo que “en los Balcanes se pudo ver claramente cómo se estaba cocinando el conflicto".

Al sur de El Cauca, en Colombia, hay un poblado de muerte y miseria llamado Lerma, donde “una tercera parte del pueblo se aniquiló entre sí misma en menos de 10 años a punta de puñal y bala”, pero donde, también, las mujeres y Carlos Alberto Ordóñez, profesor de educación física, entendieron que la paz no es un concepto ni una abstracción filosófica, sino un estado que se construye con las acciones -diminutas, cotidianas- de todos. Así, transformaron la protesta, el descontento de la gente en un pacto social para detener la violencia.


En México, sociedad, medios e instituciones llevamos varios años estofando un conflicto que ya alcanza el punto ideal, “al dente”. Desde 2006, un cálculo de 250 mil muertos y más de 27 mil desaparecidos (según cifras oficiales) que se habrían evitado de haber entendido que la paz -como cualquier edificación social, como la de Lerma- se erige a base de pegar ladrillo tras ladrillo y que uno de ellos son las palabras que usamos para explicar el mundo, para generar acuerdos, para evitar el primer disparo, en fin, para entendernos.

Imagen: Protesta en Madrid de colectivos mexicanos contra la violencia en México. 23 de junio de 2016.

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