3500 caracteres



© Mac Rv

"El deseo interior de disfrutar de la belleza es lo que me convierte en otra persona. Y a veces, tenemos más necesidad de esas cosas llamadas inútiles que de las útiles". Nuccio Ordine

A mí no me gusta la belleza fácil sino la difícil, la que implica dedicarle tiempo y exponerse. La que exige, pero engrandece. La que es irrelevante para los políticos, pero nutre tanto como el amaranto a los ciudadanos. La que despierta los corazones perezosos. La que anda libre por el aire y penetra sin remedio hasta la médula ósea. La que registra el sencillo diálogo cotidiano. La de memoria larga. La que responde ante la indiferencia. La que cuenta una parte de nosotros mismos. La que hace preguntas. La que va de lo ceñido a lo vasto ofreciendo posibilidades. La que huele y sabe a algo. La que tiene un nombre.

Es la belleza que entona un himno nuevo y tiene acento colombiano, como Jhonattan, el acorazado estudiante de literatura que me permite asomar a sus crónicas y me comparte tremendos poemas de autores desconocidos, siempre a la espera de una sutil respuesta, de un mínimo gesto mío. La belleza de mirar poblano, como el de Carmen, la aguda fotógrafa que lee a Clarice Lispector y sube a Facebook hermosas instantáneas en sepia que atemperan el ánimo y, a mí, me remontan a los  días apacibles en casa de mi abuela. Y la belleza de una Compa cuya profunda sensibilidad combativa, rompe con las distancias y quita de golpe lo áspero de esta soledad tan contemporánea, en compañía.

Es la belleza del artista que, sin más, me obsequia cierta canción interpretada por Marlene Dietrich. La belleza de una sagaz poeta que al escribirme se reafirma, se reconoce y se reinterpreta. Belleza enorme como la de Gabriel, que contrae y expande el espíritu. Así también es la belleza que encuentro en los insondables óleos de Mónica, en las profusas y variadas reflexiones de Gustavo, en el sentimiento que anida los comentarios de Teo, en la luminosa sonrisa de Martha, en el expresivo saludo matutino de Elsa, Rocío o Charo y en el irreverente travestismo de Roberto.

Belleza que no anula voluntades, las convoca; que se aferra a personalizar un mundo de por sí masificado, que levanta del suelo nuestros pedazos y nos reconstruye frente a todas las formas de violencia. A mí no me gusta la belleza fácil sino la difícil. Quizás por eso no comprendo cuando mi editor me pide escribir un texto que no rebase los 3500 caracteres sin espacios. Las personas no se acomodan en columnas, no es contabilizando letras, números y símbolos como se narra la vida. La belleza de la que les hablo es imprecisa e infinita y, sencillamente, no cabe, no me cabe en dos cuartillas.  

Comentarios

  1. Naturalmente. El sistema es un dios viejo, desvencijado, previsible y torturador que todavía seduce a algunos sonámbulos. Por eso se construye belleza sólo desde la posición autogestiva, esa que no te provee de red, pero tampoco condena a la miseria de la sombra de un techo. Felicitaciones Gloria. Coincido en todo.

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    1. Gracias por pasarte por aquí Juky y dejar una buena reflexión. Un abrazo.

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