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Mostrando entradas de agosto, 2016

Un saludo entre vecinos (apuntes de verano 8)

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Entrada trasera de la Biblioteca Escuelas Pías, barrio de Lavapiés,  Madrid 2016. © G. Serrano. De niña era común que escuchara a mis padres saludar a los vecinos. “¿Qué tal vecino?” , “Hasta luego vecina” , eran frases habituales entre los que compartían una misma calle y formaban parte de un barrio o, lo que es lo mismo, de una comunidad. Lo recordé porque el otro día, al salir por la mañana, me topé de nuevo con el señor esquelético de voz nasal que muy sonriente, cada vez que nos encontramos, me dice: “Hola, vecina” . Siempre cruzamos miradas por unos segundos y luego cada cual sigue su camino. Nada de esto tendría la menor importancia si no fuera porque se trata de un hombre sin techo que por las noches y de momento, se las ingenia para acomodar algunos cartones y hacerse de un "hogar", justo frente al mío, en un rincón a la entrada de la Biblioteca Escuelas Pías (UNED). Un hombre que, en medio de la precariedad en la que sobrevive, aún conserva el sentido d

Noche dominical (apuntes de verano 7)

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© G. Serrano. Extracto de un domingo solitario, dando vueltas por el centro de una ciudad con los ojos del que no sabe, del que ha llegado de fuera: El lugar: una plaza La hora: 22:45 horas El personaje principal: una joven flautista Los personajes secundarios: tres perros El escenario: tres cobijas sucias extendidas sobre el piso La escena: La joven flautista interpreta –exquisitamente con una flauta dulce– “El cóndor pasa”. Mientras lo hace, una mujer se acerca y le entrega un billete. Ella, apenada, le devuelve una sonrisa y un “Muchas gracias señorita, muchas gracias” . La mujer da unos pasos hacia atrás y luego responde: “Cuídate, necesitamos de ti” . Escuché decir a Alberto Arce, periodista español de 39 años, que la única manera de conocer un país es salir a la calle; es romper la frontera invisible que separa al extranjero del local. “Montarte en un taxi, montarte en un autobús y salir a la calle, salir a los mercados, salir a los barrios, sa

La tierra y sus frutos (apuntes de verano 6)

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© G. Serrano. La tierra y sus frutos. Alimentarse de comida. También de sueños, de afectos, de confianza, de manos abiertas, de sonrisas frescas, de palabras desnudas, de la piel del otro, de besos. Abrir la boca y saborear. Frutos amarillos, verdes, rojos, azules, imposibles. Enormes sandías y melones. Uvas, fresas, plátanos, manzanas, cerezas, kiwis, pitayas, higos y granadas. En zumo. En natilla. En láminas. Con miel. Con azúcar morena. Con asombro. Sin prisa. De postre. Formas, texturas y colores. Es eso. Gozar del mundo con todas sus semillas. La felicidad. El Carpe diem. La alquimia de la vida. El ácido dulzor. La fortuna de estar aquí. Ahora.

¿Todo está bien? (apuntes de verano 5)

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@CICR_es La luz del día entra descaradamente por la ventana y hay café recién preparado. Los sonidos de la calle –los coches, la gente, los pájaros– son los habituales en un sábado. Pareciera que la parsimoniosa cotidianidad sigue su curso. Solo pareciera, porque luego leo que, en Yucatán, un hombre discutió con su mujer, cortó su rostro de un navajazo y la dejó con una sonrisa forzada de guasón. Todo frente a sus hijos. Mientras tanto, en Siria, la guerra continúa y de nuevo circulan en internet las fotografías y el video de “otro niño” rescatado tras un bombardeo en la ciudad de Alepo. “No es la imagen más cruel del conflicto” y “no es un caso excepcional”, destacan algunos periodistas, pocos.  Sin embargo, para el resto de la humanidad se convierte en “La Imagen” (¿del desastre?, ¿de nuestro patético silencio?). En momentos así, es cuando la luz, el café, los sonidos de la calle y la cotidianidad no bastan. Cuando no se requiere ser filósofo, o Premio Nobel, o corresponsal

¿De qué sirve la cultura? (Apuntes de verano 4)

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Encuentro (apuntes de verano 3)

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©  Le Coco Café, Madrid. G. Serrano. Una buena mañana. Un café. Una conversación. La buena compañía. La música de fondo. La calidez de un lugar. La gente alrededor. Los alimentos más poderosos: los del espíritu.  Las sensaciones . Los objetos. La alegría que lo llena todo. Estar aquí. Este verano. Dejarse ser en la amistad. Lo que nos hemos contado. Lo que perdimos. Lo que encontramos. Lo que causó estragos. Lo conmovedor. Lo obtuso y lo burgués. Las palabras que form an historias. Las historias. Nuestras vidas aquí y allá. El rumor de los días. El mundo abreviado en una charla. Los instantes de dos segundos. Nosotros sin más preparación que el instinto. Mirarse a los ojos.Tu sonrisa. La mía. Las ciudades cuando nos pertenecen. Las ciudades cuando nos las apropiamos. La vida como algo más que subsistir. La vida como algo verdadero. La vida como una historieta. Este tiempo como un largo túnel que recorremos. A veces solos y otras juntos. Recordarnos así. Comprender más tard

Esta ciudad o cualquier otra (apuntes de verano 2)

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Nuestras vidas para contarse • El sol de una ciudad • La ciudad innumerable • Las calles que desconocemos. • Las historias acumuladas • Las conversaciones y el rumor de los autos • El asfalto y el paseo • Los instantes y las fotografías • Estar aquí • Todos juntos • La mezcla de sentimientos • La feria de vanidades • La maquinaria • Las señales de vida • Las señales de tránsito • La realidad • La famosa capital • Un mundo de imágenes • Estampas de un lugar • Las preguntas en el aire • Los contrastes • Lo arisco, lo cruel y lo bello • Nuestros pasos • La luz • La bóveda azul • Esta ciudad o cualquier otra. Por la Gran Vía, Madrid © G. Serrano.

El sábado por la noche (apuntes de verano 1)

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Barrio de Lavapiés, Madrid (España). 2016 G. Serrano © Cerca, en la esquina de mi departamento, hay una plaza pequeña y en apariencia desprovista de cualquier encanto. El sábado por la noche, desde la ventana, escuché el sonido de guitarras y de gente cantando, pero no me bastó con advertir la música y las voces, tuve una necesidad urgente de salir y mirar; así que rellené una botella de agua con un poco del vermut que tengo en casa, tomé mis cigarros y me dirigí hacia la plaza. Eran las tres de la madrugada, había cuarenta o cincuenta personas reunidas en pequeños grupos dispersos, algunos tomaban cerveza, otros solo conversaban. Un hombre dormía sobre un colchón, dos más sobre cartones, tapados con cobijas. El grupo más numeroso era el que cantaba y, sentados en el piso, daban forma a un círculo humano de desvelados que completaba la escena. Entonces me senté en una banca: para escuchar, para ver, para empaparme de la felicidad ajena que duele porque también es la nuestra.

Degustando (otro) periodismo

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© Gloria Serrano