Cine: Purgatorio, un viaje al corazón de la frontera

Reseña



“¿Y la frontera de aquí adentro?”, había dicho la gringa tocándose la cabeza. “¿Y la frontera de acá adentro?”, había dicho el general Arroyo tocándose el corazón. “Hay una frontera que sólo nos atrevemos a cruzar de noche -había dicho el gringo viejo-: la frontera de nuestras diferencias con los demás, de nuestros combates con nosotros mismos.”

En su momento el escritor Carlos Fuentes, valiéndose de Harriet Winslow, Tomás Arroyo y por supuesto, Gringo Viejo, la definió como una cicatriz histórica. Resultado de emprender toda una jornada “de esas que agitan las neuronas y pintan la piel de otro color”, y tal como le sucedió en la década de los años cincuenta al antropólogo e historiador Fernando Jordán, en 2008 el analista político Ricardo Raphael también terminó por toparse con ese otro México repleto de historias extraordinarias. Para Javier Sicilia, no el poeta, sino el padre que llora la muerte de su hijo y se ve obligado a reconocerse en los rostros de otros tantos padres, este sitio constituye el epicentro del dolor nacional. Y en el caso de la periodista estadounidense Ginger Thompson, los más de quince años que estuvo a cargo del despacho del New York Times en México, la llevaron a comprender que “más que una línea divisoria, se trata de toda una región”.

Pero, ¿qué es hoy en día la frontera norte de México?, ¿qué simboliza para el oaxaqueño o el cholo que llegan a Tijuana para trabajar en la maquila?; ¿qué lugar ocupa en la mente de quien espera cruzar la garita de San Isidro y para asegurarse compra una pequeña figura del Santo Malverde?; ¿qué es para el adolescente nacido en la Colonia Villas de Salvarcar, en Ciudad Juárez?; ¿qué para cualquier oficinista del Distrito Federal o para un joven estudiante que vive en paz y cobijado bajo el sol de la península de Yucatán?

En este constante y siempre inconcluso intento de darle sentido a lo que sucede, Rodrigo Reyes nos presenta “Purgatorio, un viaje al corazón de la frontera”, documental que expone -en apariencia indiscriminadamente- fragmentos de una realidad, testimonios particulares que se convierten en historias colectivas y que una a una se complementan para finalmente conformar el archivo y la memoria de un país herido por la violencia. La espina dorsal de la película es la frontera en sí misma, con todos sus matices, ritmos y microcosmos, a partir de los cuales su director, productor y guionista insinúa una crítica a mayor escala.

Purgatorio muestra una frontera de alto riesgo, militarizada y a la vez porosa, en la que conviven múltiples visiones de nuestra difícil vecindad con los Estados Unidos. Personajes que existen más allá de la pantalla, unos dentro y otros fuera de México, pero ambos intentando descifrar el porqué del otro, el porqué de un túnel o el porqué de un muro divisorio de dos culturas. Al estilo del cine de Wiseman o Depardon, y sin importar que se haga o no una película de ellos, el film aborda hechos y situaciones que en este preciso momento están ocurriendo, el drama de lo cotidiano que de tan reiterado y surrealista, termina por semejarse a ese estado transitorio de “purificación” que en la teología católica se conoce como purgatorio.

La frontera como una metáfora del fracaso social y a la vez, como un llamado apremiante, una provocación para comenzar a usar la inteligencia colectiva en la búsqueda de soluciones concretas.

Siguiendo la óptica de su realizador, varias preguntas quedan esperando respuesta: ¿cuál o cuáles son exactamente los pecados que se expían?, ¿Cuándo alcanzará nuestra frontera la tan anhelada y prometida absolución? Y, para quienes la habitan, ¿es posible hablar de un futuro diferente o acaso la única forma de acceder al paraíso es saliendo de este borde marcado históricamente por el conflicto?

Cada cual habrá de sacar sus propias conclusiones. Por mi parte, resultan inútiles los esfuerzos que hago por tratar de comprender el grado de deshumanización al que hemos llegado. Durante la proyección observé a más de una persona dolerse y desviar la mirada ante la escena de un perro callejero que es sacrificado; sin embargo, esas mismas personas continuaron leyendo con ánimo sus mensajes de whatsapp al momento en que un joven migrante describe el hambre y la pobreza que lo obligaron a salir de su tierra. Triste anécdota que me lleva a pensar que los seres humanos aún no hemos entendido el concepto de alteridad, que insistimos en no aprender las lecciones de la historia y en su lugar, con frecuencia optamos por la involución. Lo anterior no me deja más que cerrar con las preguntas iniciales:

¿Qué es hoy en día la frontera norte de México?, ¿qué simboliza para el oaxaqueño o el cholo que llegan a Tijuana para trabajar en la maquila?; ¿qué lugar ocupa en la mente de quien espera cruzar la garita de San Isidro y para asegurarse compra una pequeña figura del Santo Malverde?; ¿qué es para el adolescente nacido en la Colonia Villas de Salvarcar, en Ciudad Juárez?; ¿qué para cualquier oficinista del Distrito Federal o para un joven estudiante que vive en paz y cobijado bajo el sol de la península de Yucatán?

Son tiempos de nutrir nuestro espíritu, hay que ver buen cine.
Ficha técnica: 
México/USA, 2013, DCP, 82′
Director: Rodrigo Reyes
Producción: Inti Cordera, Rodrigo Reyes
Guión: Hugo Pérez, Rodrigo Reyes
Fotografía: Justin Chin
Sonido: Jose Inerzia
Edición: Manuel Tsingaris
Música original: Rodrigo Cordera

Premios y festivales: Finalista del Work-In-Progress. Premio HBO-NALIP, 2012. Festival E Tudo Verdade (Muestra Latinoamericana), Brasil, 2013. Festival Internacional de Cine de Guadalajara, 2013.

Biografía: Rodrigo Reyes. Nace en la Ciudad de México. Cursó la carrera de Estudios Internacionales en la Universidad de California, San Diego, Universidad Complutense de Madrid y en la UNAM. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el cine es su gran pasión y optó por proyectar su pasado multicultural como cineasta. Reyes siempre ha sido el productor de sus propias películas.


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