La cultura, la vida



© G. Serrano.

La cultura no es adorno, ese listón rojo con el que se decora y se hace más amena o interesante la vida y que a menudo se incluye –como ya lo señaló Gabriel Zaid- en el contenedor de soft news, las noticias que rellenan las páginas de los medios de comunicación impresos o digitales. La cultura no es mero entretenimiento, el solícito bufón de la corte del rey, ni tampoco es patrimonio exclusivo de ciertas élites o algo refinado y de buen gusto que se contrapone a lo vulgar o a lo popular. Más allá de la retórica, la cultura, esta palabra espesa, profunda y suave, es el espejo en que se refleja nuestra imagen, genera memoria y cuenta lo que nos ocurre. Es un placer individual y una producción colectiva. Sí, también son las diversas expresiones artísticas y el universo las letras, aunque hemos sido muy injustos al restringirla con su cúmulo de creatividad humana, al maravilloso pero celoso ámbito de las bellas artes.

La cultura es imposible de situar en un determinado lugar, ya que el mayor campo cultural es la humanidad misma y los bienes culturales son sus portentosas creaciones. Es algo que nos sucede a todos diariamente, el sutil pero contundente rastro que dejamos sobre la tierra. Y más que la transmisión de información de una generación a la siguiente, es el intercambio constante de ideas, tan importante para el desarrollo de los pueblos, que amerita un detenerse y un pensar cómo es que nos vinculamos a sus distintas manifestaciones y nos apropiamos de ellas. Cuando la cultura se aprecia de manera pasiva como quien ve cruzar una estrella fugaz por los cielos, o a distancia y con reservas, con el mismo juicio anticipado, tenaz y desfavorable, del que se topa con lo desconocido, sucede que nos privamos de gozar la experiencia única de reconocernos a nosotros mismos en el otro, en otros.

Entonces, ¿cómo vivir la cultura sin tener la mirada esquiva del que se resiste a escuchar el sonido de la belleza en una obra de Bach o a descubrir el sabor acético de los poemas de Manuel Vilas o a dejarse sorprender con la carga simbólica de quienes humanizan los espacios públicos a través del arte callejero? No existen, y  qué bueno que no existan, manuales o fórmulas para aproximarse a la cultura, para rendirse ante su coqueteo y sentir que los versos “llega hasta mis pies, y entra dentro de mí, y pasa hasta el otro lado de mi alma...”, de Fernando Pessoa se nos revelan y cobran sentido. Sin embargo, bien se podría comenzar por:

Visitar el sitio web de Zero Grados y leer Ha sido un placer Hayao Miyazaki.

Reconocer la fragilidad humana, pensar el amor, llamarlo, invocarlo y conjurarlo, robándole palabras a la poesía de Idea Vilariño: “con la voz, con el cuerpo, con la vida, con todo lo que tengo y que no tengo, con desesperación, con sed, con llanto…”. O a la Piedra de sol de Octavio Paz: "Los dos se desnudaron y besaron, porque las desnudeces enlazadas saltan el tiempo y son invulnerables, nada las toca, vuelven al principio, no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres, verdad de dos en sólo un cuerpo y alma, oh ser total…".

Escuchar Taro de Alt-J y acercarse lo suficiente al trabajo de Robert Capa y Gerda Taro, los aventureros corresponsales de guerra que se acercaron al dolor, lo suficiente, para dejarlo crudamente congelado en una imagen.

Caminar por las calles de la ciudad hasta llegar a un parque y hacer una pausa, en verdad detenerse para observar, la escena de un grupo de jóvenes que se disponen a iniciar un taller de serigrafía y con su sola presencia te sacuden y te gritan ¡piénsate!

Revisar los tweets de @JotDownSpain @alafuente, @procomun y @inthemoodfortw.

Echar de vez en cuando un vistazo a las revistas Cuartoscuro, Gatopardo y Anfibia. Y también darse la oportunidad de conocer la novedosa propuesta de La Descomunal, revista iberoamericana de patrimonio y comunidad.

Informarse de la labor que realiza La 72, ese oasis en la ruta migratoria que está empeñado en narrar otra historia de México.

Saber que hay un hombre, un escritor argentino, Carlos Salem que dice: “amo ese péndulo entre la mujer huracán que escandaliza portales y la que se sonroja si le dices que es más bonita que la noche”, y doblarse como espiga con sus palabras.

Entrar a un museo de arte contemporáneo y leer cierta frase como la de Natasha Gray: “Compartir mi asombro por la vida es mi mayor satisfacción”.

Dejar de acudir siempre a los mismos lugares, evitar leer a los mismos autores, escuchar la misma música, ver los mismos programas de televisión, creer con absoluta arrogancia que ya lo hemos visto todo y apelar a la expresión “a mí no me gusta el cine mexicano o el francés”.

Asistir a una función de teatro independiente y llevarse guardado en la cabeza ese diálogo demoledoramente sarcástico: ¿Fidelidad, dijiste? La fidelidad solo la define el silencio. Vos y mi hermana son dos criaturas inverosímiles…

Percibir en la música de la orquesta Pasatono los viejos saberes de la cultura mixteca y en la de Ses, la resonancia del inquebrantable espíritu de los habitantes de Galicia.

Enterarse que Jesús Cristobal Pat Chable, Pat Boy, nació en el municipio de Felipe Carrillo Puerto en Quintana Roo y desde los trece años comenzó a cantar, en español y en maya, usando los ritmos del hip-hop, reggaetón y cumbia. Conocer su proyecto y prestar oídos a lo que tiene que decir: “En el 2009 inicié mi carrera como solista promoviendo el primer rap en lengua maya. Me bauticé con el nombre de Pat Boy. En maya, pat significa darle forma a algo o crear algo nuevo. Lo tomé de uno de mis ancestros, Jacinto Pat, luchador en la guerra social maya. (…) El rap maya me da la oportunidad de poner en alto mi cultura, representando a la zona maya de Quintana Roo. Ahora que la tecnología está ayudando a los creadores jóvenes, pienso que las redes sociales apoyan mucho a la difusión de la música que hago”.

Extraer valiosos aprendizajes de la experiencia que comparte Esta es una plaza, el proyecto de autogestión vecinal del solar urbano de la calle Doctor Fourquet 24, en Madrid.

Recorrer sin prisa tianguis y mercados, platicar con gente extraña, andar en bici un sábado por la mañana, viajar a otro lugar que no sea Disneyworld o Cancún, elegir del menú de un restaurante el platillo que parece menos apetitoso, hornear una pizza en casa, ver las películas Las noches de Cabiria (Fellini, 1957), ¡Qué viva México! (Eisenstein, 1979) y El sabor de las cerezas (Kiarostami, 1997). Leer a los clásicos y comprender por qué se volvieron clásicos.





Ver el mundo con la misma inocente fascinación que de niños tuvimos al encontrarnos cara a cara, por primera vez, con el mar. Y pensar, sobre todo pensar, que la cultura es nuestra más bella y rotunda metáfora de la vida. Solo sugerencias, un comienzo…

Comentarios

  1. Las cosas hay saberlas decir poéticamente para que no las crean, aunque sean discutibles...de otra manera, aunque no sean discutibles o axiomáticas, no nos lo van a creer, felicidades por el ensayo. Me gusto mucho.

    http://ensayosalbertooliver.blogspot.mx/2011/03/los-cambia-forma-antes-del-vampiro.html

    Este es un link, que plantea el punto de la "cultura" como un fenómeno "superestructural", desde el punto de vista de la economía política. Saludos

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    1. Gracias Oliver. Tienes toda la razón, hay que aprender a mirar para aprender a decir. Voy a leer el texto que propones y lo comentamos. Gracias de nuevo, saludos.

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  2. Me detuve a leer su escrito sobre el concepto de cultura y el cual lo celebro. Estoy trabajando sobre el tema y su texto me permitió delimitar mis apreciaciones sobre la cultura. Me atreví a seleccionar algunas de las ideas fuerza que, a mi criterio, marcan el texto.

    • La cultura no es adorno, no es mero entretenimiento.
    • No es patrimonio exclusivo de ciertas élites o algo refinado y de buen gusto que se contrapone a lo vulgar o a lo popular.
    • Es el espejo en que se refleja nuestra imagen, genera memoria y cuenta lo que nos ocurre.
    • Es la experiencia única de reconocernos a nosotros mismos en el otro, en otros.
    • Es un placer individual y una producción colectiva.
    • La cultura es imposible de situar en un determinado lugar (UBICUA),
    • Los bienes culturales son sus portentosas creaciones (RESULTADOS)
    • Es algo que nos sucede a todos diariamente.
    • Es el sutil pero contundente rastro que dejamos sobre la tierra
    • Más que transmisión de información de una generación a la siguiente, es el intercambio constante de ideas
    • ¿cómo vivir la cultura? y se señala varias posibles experiencias de percibir la belleza
    • Leer a los clásicos y comprender por qué se volvieron clásicos.

    Participo, en general, de estas ideas. Sin embargo la idea de cultura, creo, se centraliza en la amplia gama de las manifestaciones estéticas. Allí, en esta cultura se visualiza, se refleja nuestra imagen; nos reconocemos, como usted muy bien dice. Cierto. Son como haces de luz que nos permiten observarnos por dentro. Son manifestaciones que apuntan a nuestra capacidad de «darnos cuenta» (que involucra tanto nuestras sensibilidades como nuestras ideas). Y de qué tenemos que darnos cuenta? de nuestras alienaciones, de nuestras rutinas, de nuestras creencias, de nuestros sentidos comunes. Allí está la funcionalidad de los hechos estéticos, artísticos, de «las otras miradas» que siempre están allí para contradecir lo normal, para alimentarlo.

    Tengo la idea, y mi atrevimiento, de que la cultura no se agota en las manifestaciones estéticas académicas, otras con menos linajes o en manifestaciones creativas populares o comunitarias. Es el lado visible de la cultura, junto con todos los otros saberes y ciencias. Son todos ámbitos de «darnos cuenta» acotados que se levantan como bucles sobre un extenso material significativo, simbólico, de sentidos que «no se ven». Es el mundo de las rutinas de la vida diaria, de todas esas prácticas sociales y personalizadas casi «automatizadas» que nos circundan y que las vivimos como lo obvio. Eso sobre lo que no es necesario pensar porque «son como son» y «se hacen como deben hacerse». Todo un universo lleno de material significativo regido por diversos sentidos comunes, opiniones comunes, saberes comunes, lugares comunes. Es una suerte de materia oscura donde está la energía oscura que mueve el mundo. La cultura culta se levanta sobre la «cultura de lo común» o «cultura oculta»; trata de escapar a ella pero no le queda más que gravitar alrededor de ella. De ella se nutre en lo más profundo y su tarea es alimentar el rodar lo humano por el cosmos. De la «cultura oculta» emana la energía humana -«oculta»- que hace que el mundo se mueva.

    Me he extendido un poco y abusado de su atención. Esperando sus comentarios que me ayudarán en mi trabajo.
    Saludos y le escribo desde mi Blog poético INDICIAL http://indicial.blogspot.com/

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    1. Gracias Vicente, comparto tu punto de vista y aprecio mucho el tiempo que tomaste para compartir estas reflexiones que lo único que hacen es enriquecer más este espacio, que precisamente tiene razón de ser por aportaciones como la tuya. Espero invites a otras personas a leer estas anotaciones que ambos compartimos, para hacer más amplia la experiencia. Muchas gracias, saludos.

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