Nuevos arquitectos para nuevas sociedades: III Encuentro de Cultura Viva Comunitaria México




“Quizá lo más difícil -para mí- es explicar cómo las tecnologías del sonido funcionan en las personas. Me parece que aún más difícil es aprender a confiar en nosotros y en los otros como eje y fin del tejido social constructivo. Celebrar la colaboración como un fin y utilizar las tecnologías como un medio”.

David Escalante, antropólogo social yucateco dedicado a la investigación de contenidos sonoros.

Imaginemos por un momento, solo un instante, que existen personas -de cualquier edad, en todos los estratos sociales, algunas con estudios académicos, otras amateurs con ciertos saberes importantes- que a pesar de sus problemas, el cansancio diario o la falta de apoyo, le han robado unas horas al reloj para pensar la vida en comunidad. Imaginemos, también, que estas personas se reúnen para pensar y compartir lo que piensan. Y así comienzan a hablar del derecho a la ciudad, de cultura, de políticas públicas, de los requerimientos en los barrios, de las luchas urbanas y las del campo, de qué hacer con las plazas o de cómo incluir a más personas en la toma de decisiones sobre los asuntos que involucran a todos los que habitan determinado lugar.

Sigamos imaginando y, ahora, escuchemos con mayor atención a lo que dicen. Comentan que las comunidades se cimientan en acciones cotidianas, que usando la inteligencia colectiva es posible generar una nueva ciudadanía y mejorar la calidad de vida de quienes la conforman. Manifiestan que esto se trata de construir aprendizajes comunes, de articularse, de fortalecer el trabajo de diversos actores, de intercambiar experiencias y, principalmente, de abandonar la zona de confort para buscar incidir en el entorno a fin de resolver los problemas que la vida contemporánea nos plantea. Problemas de todos tipos -económicos, ambientales, políticos, sociales- cuya complejidad a menudo hace que los percibamos más monstruosos que la temible mirada de Medusa.

Pero dejemos de fantasear porque estos Perseos modernos son más reales que los voluntarios dislates de Donald Trump o de Enrique Peña Nieto. Hace unos días durante el Congreso de Periodismo Digital organizado en Huesca, España, el cáustico músico venido a periodista instintivo José Miguel Monzón Navarro, El Gran Wyoming, se atrevió a decir lo que es un secreto a voces, afirmó que la gente no es estúpida, que la audiencia ya está cansada de contenidos basura. El controvertido presentador español no yerra en su hipótesis, la realización de “Voces y sonidos de nuestros territorios: III Encuentro de Cultura Viva Comunitaria México” que se llevará a cabo del 19 al 23 de marzo en Acayucan, Veracruz, es un claro ejemplo del tremendo rezago de los medios de comunicación y de los gobiernos frente al salto cuántico de la sociedad civil organizada.

Este encuentro es convocado por 14 organizaciones culturales de diferentes estados de la República Mexicana, entre las cuales se encuentra el Espacio Cultural Autogestivo Ki'ki't'aan de la ciudad de Mérida, donde Luis Antonio Dzib Kú se desempeña como responsable del Área de Desarrollo y Gestión Interculturales. Luis también es miembro de la plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria México que, en coordinación con el Colectivo Altepee de Acayucan, Veracruz, intenta con tozudez tender puentes entre México e Iberoamérica a través del movimiento de Cultura Viva Comunitaria. El objetivo de este tercer encuentro, explica Luis, es estructurar toda una red de cooperación en el sureste de México a través del programa IberCultura Viva.

No es ninguna ocurrencia ni mucho menos algo producto de la casualidad. Este lance tiene sus raíces en el paulatino proceso de integración de México al movimiento iberoamericano de Cultura Viva Comunitaria que inició con la celebración de un primer encuentro en la ciudad de Guadalajara en febrero de 2014. Ese mismo año, en abril, sus integrantes participaron en el VI Congreso Iberoamericano de Cultura en San José, Costa Rica y, al año siguiente por el mes de octubre, organizaron una segunda reunión en Tlaquepaque, Jalisco, en el marco del II Encuentro Nacional de Gestión Cultural. Inmediatamente después, en noviembre, asistieron al II Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria en San Salvador, El Salvador. En diciembre hubo uno más en Río de Janeiro, Brasil.

Aquí no termina el asunto. Durante los primeros meses de 2016, Luis Dzib y otros tantos ciudadanos, hombres y mujeres, han unido voluntades para fortalecer la comunicación con nuevos colectivos, con más variopintas y polifónicas existencias que finalmente decidieron pasar de la protesta a la propuesta social. Algunos de sus importantes logros han sido la publicación del libro “Cultura Viva Comunitaria, Convivenciapara el Bien Común”, la redacción de documentos para el sitio, la planeación de un cuarto encuentro de Cultura Viva Comunitaria en colaboración con la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México y el mapeo de organizaciones culturales en colaboración con la Dirección de Cultura de Guadalajara.

Mientras esta complicidad ciudadana sucede, en Yucatán se desarrolla la Feria Internacional de la Lectura, la ya tradicional FILEY en su edición 2016. A la península han llegado notables intelectuales, grandes escritores, reconocidos periodistas, los infaltables moneros, también políticos deseosos de salir en la foto, un par de celebridades, novelistas en ciernes, editores, libreros, ilustradores, promotores de la lectura y un amplio sector de la población yucateca que sabe acoger a los venidos de otras latitudes para, entre todos, dar vida a la fiesta de la palabra, oral y escrita. Sin duda es un evento elogiable que, erróneamente, algunos utilizan de escenografía para la autofoto o selfi que luego compartirán en redes sociales. 

Claro está que siempre encontraremos algo de luz en las declaraciones de mentes imprescindibles como las de Juan Villoro, Cristina Pacheco o Elena Poniatowska, mismas que la prensa ya difunde destacando su paso por la FILEY. Por supuesto que debemos estar pendientes de lo que haya se diga; sin embargo, el conjunto de circunstancias alrededor de las cuales transcurre -dolorosa- la vida en nuestro país y, en paralelo, la alentadora presencia de jóvenes como Luis Dzib, ponen en evidencia la necesidad de cavar más hondo en la reflexión para no quedarnos únicamente en el aplauso momentáneo o en la anécdota efímera que, por lo demás, poco enaltecen a tan laureados personajes como Villoro, Pacheco o Poniatowska.

Hay que exprimir sus libros, crónicas, ensayos y columnas de opinión para extraer el rico zumo que ofrecen y percatarse de que lo ahí escrito es una permanente invitación a voltear la mirada hacia ese México Profundo que no aparece en la primera plana de los diarios, el de los nuevos arquitectos que han dejado de imaginar un país posible porque, créanlo, ya están removiendo los escombros y han comenzado a levantar una Micenas, “la casa que nos albergue a todos”, como exhortó el periodista Miguel Ángel Granados Chapa en 2008 al recibir la medalla Belisario Domínguez en el Senado de la República. Corresponde a la sociedad no dejarlos solos en la brega y a quienes día con día tienen la trascendental responsabilidad de informar lo que ocurre en el mundo, dignificar el demeritado oficio cuidando no banalizar una feria de la lectura o, mejor aún, poniendo en práctica aquella máxima de la escritora Alma Guillermoprieto: “el periodismo consiste en mostrar lo que nadie más está viendo”.

Artículo publicado originalmente en Homozapping, el 14 de marzo de 2015.

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