Leí el relato de un joven que se avergüenza de sí mismo porque en cierta conversación con su jefe, este hace un comentario tremendamente machista y él, temiendo comprometer su empleo, decide secundar el chiste con una risa disimulada de la que más tarde se arrepiente. Una risa que, además, lo hace sentir patético. Igual me sucedió tras saber de la recaptura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, cabeza de la organización criminal El Cártel de Sinaloa, y haber leído los satíricos mensajes que como diente de león en el jardín comenzaron a desperdigarse por las redes sociales. Claro que me causaron gracia y claro que mi risa pareció, en el momento, una exaltación, un canto elevado en honor del ciudadano sensato y lúcido que percibe el engaño, el cinismo de un gobierno y de un telepresidente, cuya capacidad de gestión la prensa internacional ha puesto en duda más de una ocasión en lo que va del sexenio, señalado -entre otros temas- por la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de A...
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