La vida en la calle: aprendizajes en y desde lo cotidiano

La vida en la calle

Por: Gloria Serrano

Puerta del Sol, Madrid 2017 © G. Serrano.

En plena temporada estival, de #Orgullo2017 y aprovechando que los días son más largos, Gloria Serrano, periodista mexicana en Madrid, nos sugiere una reflexión a múltiples voces sobre las infinitas posibilidades de producir conocimiento a partir de asir fragmentos cotidianos. Se trata de escuchar, de relacionar, de aguzar la sensibilidad para percibir —y disfrutar— la vida en la calle.

Gonzalo Tassier —publicista— y Richmond Shepard —el mimo más viejo del mundo— son dos humanistas que, probablemente sin saberlo, comparten un mismo pensamiento. Para ellos, todo comunica un mensaje. También comparten un mismo método de crear arte, ambos consideran que la risa es el mejor ingrediente para que suceda eso que llamamos “acto creativo”. Tassier y Shepard son observadores natos, siempre atentos a cuanto ocurre y se encuentra a su alrededor. Cuando lo hace, Tassier se concentra en la relación sujeto-objeto, mientras que Shepard en los espacios como un actor más en la escenificación colectiva.

Combinando las ideas de uno y de otro, deambulo por el centro de Madrid en una tarde de sol implacable sin viento: cerca de la Fuente de Neptuno, un saxofonista rollizo interpreta Strangers in the night. En la Plaza de Pontejos, sentados alrededor del monumento en honor al marqués viudo, un grupo de adultos ensaya un texto de Valle-Inclán. Más adelante, turistas asiáticos devoran como máquinas de succión platillos españoles en una cafetería. En la Puerta del Sol dos músicos tocan el címbalo y otro más la guitarra. En la Plaza de Callao una pareja de indigentes —jóvenes, hombre y mujer— alimenta a sus cuatro perros, entre ellos un dálmata chocolate que se mueve con impaciencia. A la salida de El Corte Inglés, siete músicos captan la atención de la gente con su interpretación de Primavera de Vivaldi. Sobre Fuencarral son cuatro adolescentes en bermudas los que cantan con rebosado entusiasmo una canción desconocida pero pegajosa que me recuerda el estilo de Hombres G. El calor hace que un coker spaniel se zambulla gustoso en la fuente al inicio del Paseo de Recoletos y que cuatro o cinco migrantes se refugien a la sombra de un quiosco en la Plaza Jacinto Benavente. En medio del bochorno, sentados entre cartones, beben cerveza en botella y discuten sobre su patria, la República del Ecuador. No muy lejos, apoyado en alguna banca, un hombre le pregunta a otro —de más edad— si la gente no se aburre en el cielo. “Pero qué dices, te aburres más aquí, en la tierra”, le responde tan convencido como Lázaro. Horas después, un cuarteto de tuneros dedica sus coplas a la rubia que celebra algo al interior de un apretujado bar de Lavapiés. Casi llegando a la Plaza de Cascorro, en el barrio de La Latina, cinco o seis amigos encienden una hoguera pequeñita para revivir el ritual y celebrar como tribu una noche que solo sus sonrisas tornan mágica, la Noche de San Juan.

Para Jane Jacobs “las calles de las ciudades sirven para muchas cosas aparte de soportar el paso de vehículos”.  Cuando recibió en Londres la Medalla Sir Misha Black, por sus servicios a la educación del diseño, Tassier comentó que se sentiría satisfecho si lograba que sus alumnos comprendieran “el placer estético que representa volver a casa en una bicicleta con una gorra ‘English Style’ tras haber medio cumplido su deber cotidiano”. Y es que las ciudades no son edificios ni fuentes ni monumentos, sino los nudos de relaciones que nos atan a la vida, como pensaba Antoine de Saint-Exupéry. Para Shepard, el escenario citadino “es una mirada, un gesto, un encuentro entre dos”. Quizás, la vida en la calle es todo esto y el aprendizaje experiencial que ahora intentan desdoblar en los laboratorios de innovación ciudadana, incluida la sensación pavorosa que provocó en Scott Fitzgerald la necesidad de escribir: “Recuerdo ir viajando en taxi una tarde entre altísimos edificios y un cielo malva y rosado; comencé a llorar a lágrima viva porque tenía todo lo que quería y sabía que nunca volvería a ser tan feliz”.

Dos lecturas sugeridas:

Artículo publicado originalmente en Zero Grados.

Bonus: activismo a pie de calle


Cartel colocado en la calle Argumosa, Lavapiés, Madrid 2017. © G. Serrano.






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