La danza de la indiferencia
“Aquí
no pasa nada; mejor dicho, pasan tantas cosas juntas al mismo tiempo
que
es mejor decir que no pasa nada”
Jaime
Sabines
Son un grupo pequeño, si no fuera
por un par de cartulinas y una manta que de tanto en tanto extienden con cierto
disimulo, bien podrían pasar desapercibidos ubicados ahí, en el costado de la
Plaza Grande que hace frente con el Palacio de Gobierno. Dos policías
imperturbables, tan expresivos como un chak mool, los contemplan sin mayor
asombro desde la otra acera. Entre tanto, una mujer se acerca a conversar con
Lorenzo, miembro del agonizante Kolectivo Rebelde en cuyo sitio web, un poco
más abajo de las palabras justicia, libertad, democracia y poder popular,
se puede leer la frase“ante los pocos
visitantes a este portal, no lo hemos actualizado desde el 1 de enero de 2013”.
Los minutos avanzan en este
espacio público construido para ser el centro político de la ciudad, el mismo
lugar que en 1761 fue testigo del ajusticiamiento del líder maya Jacinto Canek.
Son quince minutos después de las seis cuando por el lado oriente de la plaza,
el que da a la calle 60, se acerca un contingente más nutrido integrado por algunos
maestros normalistas, jóvenes en bicicleta y a pie, adultos mayores que visten
guayabera blanca, madres que cargan a sus hijos o los llevan en carriolas,
parejas a las que también acompaña su perro, estudiantes, miembros de otros
colectivos; en fin, todos ciudadanos que en su mayoría portan algún elemento para
socializar la indignación y el repudio que les produce la desaparición forzada de
43 estudiantes normalistas, el pasado 26 de septiembre. Pronto los congregados
dan vuelta en la 61 para formar un amplio círculo en el punto de encuentro, la
calle que ya ha sido cerrada al paso vehicular.
© G. Serrano.
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La protesta comienza con un ¡Aleeeerta, aleeeerta! ¡Alerta, alerta,
alerta que camina, la lucha estudiantil por América Latina!, al que le
siguen un goya y otras consignas. Es el turno de un maestro normalista para
dirigir unas palabras a los asistentes que lo reciben entre aplausos. Humberto
Ak’abal es el autor y Mardonio Carballo quien esta misma semana lo citó en Las
Plumas de la Serpiente; ahora es este profesor quien, a su manera, insiste: “En este país (pequeño) todo queda lejos: la
comida, las letras, la ropa… la justicia”. En mantas y carteles de
distintas dimensiones y colores se leen las punzantes frases de siempre “No a la criminalización de la protesta
social”, “Luto Nacional ¡alto a la violencia!”, “Justicia para Ayotzinapa”, “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Lo único que cambia es el foco de la desgracia; antes fue Ciudad Juárez o San
Fernando en Tamaulipas, esta vez es Iguala y de nuevo es Guerrero.
© G. Serrano.
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© G. Serrano.
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Diminuta pero decidida, una mujer
reparte copias en las que están impresos los 43 nombres con sus apellidos, que
una voz femenina, entre trastabilleos, lee uno a uno con micrófono en mano. La
gente escucha y repite en coros dispares “Presente,
en pie de lucha”. Siguen los oradores que evocan anteriores luchas
normalistas y con ellas, necesariamente regresan personajes como Lucio Cabañas,
Rubén Jaramillo, Efraín Lara Calderón “Charras” y Ernesto “Che” Guevara. En
México tenemos muy mala memoria, la Guerra de Castas no se menciona.
El tránsito de coches y gente que
sale presurosa del trabajo se mantiene por las calles laterales; la apatía
gana, nadie hace un alto en el camino para observar. También es la hora en que
los kaues, como cada tarde, llegan a invadir las copas de los árboles. Su constante
trinar rompe los segundos de silencio que los ahí reunidos utilizan para
encender un cigarrillo, saludar a sus conocidos y conversar con ellos en voz
baja, o simplemente mirar a su alrededor.
© G. Serrano.
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© G. Serrano.
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Así comienza “La danza de la
indiferencia”, el performance que realiza un grupo de teatro que se ha colocado
al centro de este cerco humano que permanece atento, aunque no todos los que lo
conforman alcanzan a ver claramente la acción. Son chavos que bien podrían
tener la misma edad de los alumnos de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos”
de Ayotzinapa, ninguno rebasa los 30 años. No
te veo, no te oigo, no te escucho, es el papel que
interpreta uno de ellos, al tiempo que otro compañero se planta frente a él
mostrando una hoja de papel en la que está escrito el nombre de Marco Antonio
Gómez Molina, uno de los 43 muchachos hasta hoy desaparecidos, e inmediatamente
se deja caer al suelo. Dos jóvenes lo cargan y se lo llevan. En medio de las
velas que han sido encendidas, la escena se repite hasta completar 42 vueltas
más.
© G. Serrano.
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© G. Serrano.
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El acto termina y una maestra
pide la palabra para expresar su tristeza y enojo ante la violencia que, por
más cotidiana, no deja de ser pasmosa. ¿Qué
nos está pasando?, ¿Hasta dónde va a
llegar esto?, se pregunta y les pregunta a los presentes. Ninguna persona
responde. Hemos perdido el respeto a la
vida humana, afirma y hace un llamado, uno más como los tantos que ha hecho
la señora María Elena Herrera Magdaleno, incansable activista del Movimiento por
la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), a la movilización ciudadana para recuperar
lo perdido y salvar esas partes del territorio nacional que aún no son un
cementerio clandestino.
El mutismo es grande, pero el
dolor es sonoro, aturde aunque no se emita una sola palabra. Son dos
estudiantes quienes en este momento evocan el Memorial de Tlatelolco de Rosario
Castellanos:
…No busques lo que no hay:
huellas, cadáveres
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues
nada consta en actas.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangre con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordamos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.
Es 8 de octubre de 2014 en
Mérida, Yucatán. Un día marcado por las manifestaciones masivas que se
realizaron en diversas partes de México y del mundo para exigir al gobierno el
esclarecimiento de los hechos, los recientes, pero en el fondo también los de
hace unos meses y aquellos que hemos ido agregando en los últimos años a la ya
incontable lista de levantones, torturas y crímenes, que impunemente ocurren a
lo largo de nuestra megadiversa geografía nacional, un suelo fértil para la
vida, pero también para la muerte.
Pasan las horas de la tarde, una
estudiante más se pronuncia. Oscurece, la concentración está por terminar. Mientras,
a lo lejos, se puede ver una corta fila de personas esperando entrar al Teatro
José Peón Contreras. Es un miércoles de poca gente en el centro de esta ciudad de
balcones antiguos y ruinosas casas coloniales de seductora belleza. Quienes
todavía disfrutan de la proximidad con el prójimo y tuvieron el genuino deseo
de salir a la calle para solidarizarse con el suroeste mexicano, presenciaron
“La danza de la indiferencia; otros, los ausentes, quizás optaron por representarla.
Me reviviste emosiones y me hiciste sentir acompañado. Vivo en Chilpancingo, Gro., y veo cada dia lo peor de algunas pesonas y me niego a olvidar lo que sentía de niño cuando ser héroe era una obligación.
ResponderEliminarQue bueno q tus palabras queden grabadas asi te será fácil recordar quien eras y en que te convertirás con los años. Te necesitamos como mexicanos. Necesitamos periodistas de verdad...en verdad héroes . Niegate a olvidarlo.
Gracias por tu nota ,me has dado un toque profundo. Muchas gracias.
Gracias Job, tú también me haces sentir acompañada. Y no, no nos vamos a fallar; por ahí vas a estar tú y por ahí voy a estar yo, para no olvidar. Un abrazo.
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