¿Quién te convoca a ti?



En estos momentos México se curvea como un cable de alta tensión que ha quedado suelto en medio de la calle después de una fuerte tormenta; quien pase por aquí, habrá de tomar sus precauciones si es que no quiere recibir una descarga de energía. No lo digo en sentido adverso, todo lo contrario. La kilométrica línea de acontecimientos violentos, dolorosos e intensos que han ocurrido en los últimos dos sexenios también ha generado una maximización de nuestra potencia ciudadana, cuestión de la que quizás no seamos del todo conscientes, por lo que tampoco le hemos podido sacar mayor provecho.

Este hecho me recuerda lo que le sucedió al famoso violinista Joshua Bell cuando fue invitado por el diario The Washington Post para ofrecer, de incógnito, un concierto en el metro de esa ciudad. La gente no detuvo su paso para escucharlo, sólo una mujer entre la multitud apresurada fue capaz de reconocerlo. “Esta es una de esas cosas que sólo pueden ocurrir en D.C.”, le dijo al finalizar, a quien fuera el intérprete solista de la música compuesta por John Corigliano para el film “El violín rojo”, ganadora en 1999 del premio Oscar a la mejor banda sonora original. Me pregunto si acaso nos estaremos perdiendo de escuchar la estremecedora sinfonía coral de estos convulsos días.

Después de la manifestación masiva del 20 de noviembre pasado, convocada por los padres y compañeros de los 43 normalistas de Ayotzinapa, hasta hoy desaparecidos, un buen amigo y profesor universitario reabrió en Facebook el persistente debate sobre la pertinencia, validez y legitimidad de las marchas, así como de quienes las convocan. De inicio no pude más que celebrar su interés en el asunto a sabiendas que hay muchas otras personas con auténtica vocación de cirio bajacaliforniano, que enraizados en la tierra han decidido permanecer contemplativos ante el horror kafkiano del que hemos sido testigos. No obstante, sus reflexiones compartidas también me llevaron a pensar en la necesidad de “ponerle rigor a la opinión” para dimensionar con mayor precisión dónde nos encontramos y dónde divergemos, alejándonos así del terreno de las descalificaciones, las ambigüedades y las sobresimplificaciones que resultan de la exorbitante cantidad de información circulante en internet. Recordemos que la accesibilidad de la información conlleva una responsabilidad para quien hace uso de ella.

La libertad de asociación en México tiene dos límites establecidos en el artículo 9 Constitucional. Uno, el que ha de ser pacífica y dos, que su objeto debe ser lícito. Por su parte, el artículo 6 de la Constitución señala que la libertad de expresión tiene como restricción el ataque a la moral, la vida privada, los derechos de terceros, la provocación de algún delito o la perturbación del orden público. Estas fronteras también están reconocidas en la Convención Americana de los Derechos Humanos, en su artículo 15, donde se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. En este sentido, el análisis somero de un automovilista, por ejemplo, podría llevarlo a pensar que una mega movilización como la ocurrida el jueves pasado en el Distrito Federal, lo priva de su derecho al libre tránsito; sin embargo, si invertimos la ecuación, cualquier manifestante igualmente podría hacer la misma interpretación de la ley pero a su favor.
Seamos sensatos y evitemos las discusiones ociosas, el problema no reside en determinar qué derecho debe prevalecer por encima del otro, sino en garantizar que ambos se ejerzan y respeten; tarea que corresponde directamente a la autoridad.

Vayamos ahora a otro asunto. Si bien concentraciones como la ocurrida suelen ser diversas y plurales en su conformación, cuando usamos expresiones como “ciertos grupos” es importante señalar a quién o a quiénes nos referimos. ¿Se trata de anarquistas o de estudiantes?, ¿de encapuchados o de familias? Porque de no hacerlo, corremos el riesgo de caer en imprecisiones que lo único que hacen es polarizar los ánimos y multiplicar los “aglomerados de comunidades cerradas sobre sí mismas, hostiles y celosas entre ellas, toda vez que las capacita, ante determinados conflictos, para coagular en poderosos conformismos compasivos, o escandalizados, u odiosos”, a los que hace referencia el historiador y ensayista francés Marc Fumaroli en su libro “La educación de la libertad”, una cáustica crítica al uso masivo de las nuevas tecnologías de la información frente a las formas tradicionales de comunicación como la palabra oral y la escrita. Así que, si vamos a poner un adjetivo, no olvidemos tampoco mencionar al sujeto.

Cierto, a las genuinas expresiones de descontento y hartazgo suelen colarse oscuros intereses, pero hoy menos que antes podemos darnos el lujo de homogeneizar la protesta social. En el aniversario 104 de la Revolución Mexicana no sólo un mono de calenda ardió en el centro del zócalo, nuestra experiencia comunicativa también está en llamas ocasionando además que el ejercicio de la violencia quede expuesto en nuestras conversaciones más cotidianas. Maticemos. Si vamos a utilizar determinado acontecimiento como referente para que nuestra voz sea escuchada, tomémonos la molestia de incluir elementos infaltables como quiénes son los actores sociales implicados, el lugar, la fecha y la fuente de la cual obtuvimos dicha información; no nos convirtamos en meros muñecos de ventrílocuo que son usados para mantener, como diría Ẑiẑek, el funcionamiento material e ideológico del mismo sistema que decimos repudiar.

Al abrirse esta caja de Pandora, los mexicanos tenemos delante de nosotros la extraordinaria posibilidad de trazar una ruta ciudadana para salir del atacascamiento económico, político y social en que nos encontramos, pero ello nos obliga a emprender algunas acciones inmediatas dentro de un proceso que será lento y prolongado. Una de ellas es dejar de anular cualquier otra forma de pensar y, en su lugar, aprender a cruzar mundos para propiciar nuevos diálogos y nuevos encuentros entre personas y comunidades cuyos contextos son por completo diferentes. Mirar a México desde distintas perspectivas y no sólo desde la propia, nos permitirá tener un panorama más completo a partir del cual incidir. Otra es la creación de redes dentro de las redes, redefinir el uso que les damos para hacer avanzar este proceso con, para y desde la ciudadanía.

Un amplio sector de quienes decidieron salir a las calles en distintas ciudades dentro y fuera del país, escucharon probablemente el llamado tan imprescindible y humano de la indignación o la solidaridad. Miles, pienso, fueron convocados por la corrupción rampante, la debilidad de nuestras instituciones judiciales, la profunda desigualdad económica, la indiferencia de las autoridades en sus distintos niveles y una mansión de 7 millones de dólares, como ya lo ha hecho notar profusamente la prensa extranjera y en particular, el periodista Alfredo Corchado en su artículo publicado por el Dallas Morning News el pasado 21 de noviembre. A otros tantos tal vez los convocó la música contestataria de Calle 13, Café Tacvba o Saúl Hernández.

Es imposible negar a ese otro segmento de la sociedad que aún cuestiona el propósito o despropósito de las marchas y manifestaciones. Pero insisto, más allá de los lugares comunes, te has preguntado ¿quién o qué te convoca a ti? 

Comentarios

  1. ¡Excelente reflexión Gloria!. Dos apuntes:
    Primeramente la importancia del compromiso ético del ciudadano de ejercer una postura política rigurosamente crítica. Resulta imperativo para cualquier foro un piso mínimo de rigor en la información y argumentación que desencadena.
    En segundo lugar, existe el riesgo con altas probabilidades de que la energía ciudadana, desencadenada por la crisis coyuntural de la violencia de estado, se disipe en exabruptos catárticos conforme continúen actuando los mecanismos estatales para inhibir la participación ciudadana.
    Son ya muchos los analistas que lo señalan y muchos eventos que dan signos de estar ocurriendo. Si quisiera apostar lo haría por que el movimiento social #Todos somos Ayotzinapa será desactivado por el Estado como ocurrió con #No mas sangre o #Yo soy 132; depende mucho de lo que nos hablas en tu reflexión que el discurso público adopte un cauce positivo impulsando cambios estructurales en el estado, espero que lo logremos.
    Gracias.

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    1. Gracias por tus apuntes, sin duda rescatas aspectos muy importantes que deben ser parte de las reflexiones colectivas.

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  2. Mi solidaridad con las víctimas, condolencia a sus familiares y amigos y al pueblo mexicano.
    Desde España.

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    1. Gracias Pilar, hay problemas que sobrepasan cualquier frontera y este es uno de ellos. Aprecio mucho el tiempo que tomaste para dejarnos un mensaje. Saludos!!

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