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1. Sociedad, medios e instituciones al banquillo: un debate largamente aplazado:
Cuando era un reportero principiante en el New York Times, en 1956, uno de los viejos reporteros me aconsejó: “Nunca use el teléfono, joven. Nunca entreviste por teléfono. Es fácil y rápido, pero se está perdiendo todo. Busque a la gente. Saque su trasero de allí, tome un taxi, el metro, un tren, y mire a la gente”. Es lo que siempre he hecho.
Gay Talese.
Y eso es lo que, ahora, no estamos haciendo.
Pero no solo Talese lo dijo, también se lo escuché a un periodista español, Alberto Arce, quien afirma que la única manera de conocer un país es salir a la calle, romper la frontera invisible que separa al foráneo del local. “Montarte en un taxi, montarte en un autobús y salir a la calle, salir a los mercados, salir a los barrios, salir a las colonias y escuchar a la gente de verdad”. Se refería al tiempo que pasó en Honduras como el único corresponsal extranjero.
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2. Un sábado memorable... para la paz:
…Paz que al alba se levante
y a la noche no se muera”.
Rafael Alberti
y a la noche no se muera”.
Rafael Alberti
Coincido con aquello de que son más las cosas que nos unen que las que nos separan. El sábado pasado, un latido de Colombia se sintió en España. Y, claro, mi mente voló hasta el continente americano y de ahí a México. Acompañé a un entrañable amigo donostiarra a su presentación en las famosas conferencias locales TEDx (Tecnología, entretenimiento y Diseño, por sus siglas en inglés), que surgieron a partir del evento anual TED con el propósito de brindar un espacio a las mentes diáfanas y “a las ideas que merecen la pena”, ¿las han escuchado? Esta fue TEDxMadrid y se realizó en Matadero, el Centro de Creación Contemporánea del Ayuntamiento.
Mi amigo es filósofo y activista por la paz. Rebasa los ochenta años, su paso es pausado pero su inteligencia corre como un lince y su ánimo es el de una gacela atravesando la sabana africana. Eso no disminuyó en nada su nerviosismo, mejor dicho, lo intensificó. Sentados en la primera fila del auditorio, él se aferraba a una libreta común, de cuadrícula, en la que había anotado –con letras grandes, de molde, como se estila en la primaria– lo que diría durante quince angustiosos minutos. Fue el último en presentarse, después de un joven que narró su experiencia de tres años dando la vuelta al mundo, a pie. Después de un chico millennial que a los 14 años ya era emprendedor. Después de una jornada completa en la que también expusieron su pensamiento escritores, músicos, investigadores y periodistas.
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3. “El mariachi, mi madre y otras especies protegidas” | Algo sobre los festejos oficiales de la Independencia de México en Madrid:
Los dos son escritores y periodistas mexicanos. Harto conocidos, a ambos se les quiere y admira en cada extremo del charco. Me refiero a Juan Villoro y a Jorge F. Hernández, quienes este martes se presentaron en el Teatro Español de Madrid, para ofrecer una velada musical y literaria que llevó por nombre “El mariachi, mi madre y otras especies protegidas”, evento con el que la Embajada de México en España, el Instituto Cultural de México en España y la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, en colaboración con otras entidades, dieron inicio al festival “México se escribe con equis”. “A qué le tiras cuando sueñas mexicano”, de Salvador Chavita Flores; “Aventurera”, de Daniel Santos y “Escarcha”, de Agustín Lara, fueron de las primeras canciones interpretadas por el poeta Hernán Bravo Varela.
Guillermo Zapata y Jorge F. Hernández lo acompañaron con las guitarras y Juan Villoro con esa prosa que apacible entra al oído y –sencillamente– provoca aplausos. Así, entre música y narraciones, los asistentes conocieron algo sobre su indómita madre que vendía lupas, que usaba suéter de cuello de tortuga color mostaza y que con el primer cigarro, dejó el teclado. Igual, entre música y narraciones, Villoro dejó ver que –a veces– “los malentendidos son una forma de afecto”, que la vida nos lleva a “descubrir lo que un ser querido puede ser al margen de nosotros” y que “las fotos de infancia son una especie de más allá”. También relató la historia de “El gallito de Jojutla”, el que aprendió de su padre cómo se canta con “la alegría de los infelices” y el que se sentía atraído por las mujeres jóvenes y de pelo blanco, como Brenda, una tapatía que vive en Barcelona.
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