Trotar, galopar
Minúsculos intercambios.
Me lo cuenta con su sonrisa de niño. Me lo cuenta, precisamente, porque los avatares de la existencia no le han arrebatado esa sonrisa de niño. Dice que actualmente “vivimos con la voluntad encogida” y que, por eso, es necesario dar cuenta de todo lo bueno que está sucediendo. Para estirarla de nuevo, la voluntad. Dice, también, que “lo que sostiene nuestra vida no aparece nunca en la historia oficial”. Él va por el mundo –de Madrid a Berlín y hasta Polonia– diciendo cosas así, motivado por la gente que conoce a su paso. Es un joven huidizo de la edad que se ha prohibido pronunciar una frase: “Yo ya no estoy para estos trotes”. Y, de ahí, que a sus 84 años siga trotando, galopando como un modo de ser, de vivir, de perdurar.
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