Ver no es mirar
Ver no es mirar
Por: Gloria Serrano
© G.
Serrano
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La bandera
arcoíris que cuelga de un balcón ataviado con macetas. Los cuatro músicos tocando un domingo en la parada de autobús frente al Mercado San Fernando. La frase y el rostro de Gata Cattana, la rapera, plasmados en un grafiti. Todo comunica un mensaje,
una filosofía que a menudo desechamos. Sin embargo, salir o entrar, hacer un
alto o avanzar para mirar no es exclusivo de fotógrafos, pintores o
periodistas. No es una profesión, quizás para algunos es un oficio, una
ocupación habitual, pero, más bien, es una forma de vida. Mirar se trata de encauzar
los sentidos -vista, oído, gusto, tacto y olfato- para obtener aprendizajes
locales y globales de la experiencia cotidiana en ese hogar público que
representa una ciudad, la que sea.
El
periodista Alberto Salcedo Ramos sugiere que “la mejor manera de conocer un
lugar que no conocemos es atrevernos a perdernos en él, caminar sin saber
adónde vamos a llegar”.
Barrio de Lavapiés, Madrid © G.
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Calle Embajadores, Madrid © G.
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Plaza de Cascorro, Madrid © G.
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Mirar también
es advertir y pensar, cruzar datos. Por ejemplo, mirar una palabra desconocida
en la portada de un libro cambió la realidad de Lucas, un chico de Brasil. Su
historia la narra Fauston Da Silva en el cortometraje “Mi amigo Nietzsche”. Pero
no solo eso, mirar es emocionarse: quedarse sin palabras, exclamar, vibrar, cultivar
la capacidad de asombro. Mary Oliver, la poeta estadounidense, decía que
“atención sin sentimiento es solo un informe”. La mayor parte del tiempo, los
medios de comunicación hacen eso: nos informan del mundo. Pocas veces lo miran
y muchas menos consiguen que sean los lectores quienes se miren y encuentren
entre líneas un reflejo -un relato limpio- de su propia existencia, una manera
de construir memoria, de dar significado, de revolucionarse o de recuperar algo
tan humano y ahora tan digitalizado como sentir.
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