Ayudar con la esperanza o con otro periodismo
Miguel Mora, Soledad Gallego-Díaz y Víctor Sampedro. Concentración frente a la embajada de México en Madrid, 18 de mayo 2017 © G. Serrano |
“Nuestros problemas son de tres tipos: los que pertenecen específicamente a cada una de nuestras naciones, los de Latinoamérica y los de España. Nos salvamos juntos o nos perdemos separados”, Juan Rulfo
Es que las calles son tantas cosas a la vez: orden y caos, simetría y desigualdad, presente y memoria, relato vivo, hogar colectivo, grafiti, asfalto, atardecer, escenario. Tenía razón Roberto Bolaño cuando escribió que "la muerte del cisne, el último canto del cisne, el último canto del cisne negro, NO ESTÁN en el Bolshoi sino en el dolor y la belleza insoportables de las calles".
[Solo hay que mirarlas para darse cuenta de que son el lugar de los devenires y las contingencias, donde se gesta la innovación social y surge el gran relato que no cesa, siempre cambiante, siempre actualizable de la vida].
Metros antes, en la Plaza de Jesús, filmaban una escena de época como las que integran la serie de Netflix ambientada en el Madrid de 1920, esa donde las protagonistas son cuatro operadoras telefónicas. En otra ocasión, quizás, me habría quedado un rato junto a otros curiosos para observar el coche verde botella —bonito de antiguo— que estaba estacionado a la entrada de la Taberna De La Daniela. Pero solo me detuve un momento y seguí mi camino hasta llegar a Carrera de San Jerónimo 46, donde la Embajada de México en Madrid y el punto de concentración al que este jueves, 18 de mayo, convocaron los colegios de profesionales de periodistas y distintos medios de comunicación españoles para protestar en contra de los asesinatos de periodistas en mi país.
[Y al ver los rostros familiares de periodistas a quienes solo conozco por sus letras, sentí el apapacho colectivo —llámenle solidaridad o compañerismo— que uno siente y agradece al saberse vulnerable].
De a poco, como yo, fueron llegando más personas. Sin hacer un conteo, cuando me preguntaron dije que tal vez habíamos alrededor de ochenta; aunque escuché decir a un compañero de la prensa que éramos cien, porque nos había contado. Entonces vi cómo los medios de comunicación se abalanzaron para tener los primeros comentarios de Cristina Fallarás, de Víctor Sampedro, de Soledad Gallego-Díaz y de Rosa Montero, mientras algunos más buscaban a Miguel Mora —el de Ctxt con su Dobladillo en la mano— y a Ramón J. Soria, el Gastropitecus gloton a quien sigo leyendo desde el día en que descubrí su blog y la historia de su amiga Jara se quedó conmigo.
Concentración frente a la embajada de México en Madrid, 18 de mayo 2017 © G. Serrano |
[Diría que acudieron periodistas de la prensa de izquierda, alternativa o independiente. Los comunicadores insumisos, los de siempre y los de ahora que rompen con los convencionalismos, que son estímulo para los lectores y con sus plumas refrescan el aire de la política, a veces sofocante, en una España tan contradictoria para sus habitantes como alentadora para quienes la miramos con ojos de fuera].
Sus respuestas fueron similares, las que ameritan estos casos cuando lo que sucede resulta inexplicable o, mejor, lo que respondería cualquier ser humano que no se considera solo huesos y tendones, que todavía tiene más sangre que trending topics en la cabeza. Y lo que expresaría un periodista entrenado para desatar el pensamiento de los ciudadanos, como los periodistas que estuvieron aquí y como tantos más que andan dispersos en todas partes, aunque no aparezcan en televisión, aunque reciban un pago indigno por su oficio. Por ejemplo, Cristina Fallarás dijo que “si no denunciamos cómo el poder político mexicano contribuye y colabora con la impunidad, no denunciamos nada”.
Cristina Fallarás, concentración frente a la embajada de México en Madrid, 18 de mayo 2017 © G. Serrano |
No hice ninguna pregunta, me dediqué a mirar. A “mirar que no es ver, sino pensar”; a percibir, a “atender a los lados sin perder de vista el frente”, como sugiere la periodista María Angulo Egea en su Crónica y mirada (Libros del K.O., 2014) y como reitero en mi tesis de maestría sobre periodismo cultural, que ella misma revisó con la generosidad de una amiga y el rigor de una profesional.
Vi una escasa asistencia de mexicanos residentes en Madrid, entre ellos dos miembros del colectivo Madrid 43 que llevaban una pancarta en forma de cámara fotográfica, con la lente estrellada y más abajo la consigna #SOSPERIODISTASMÉXICO, la misma con la que han aparecido en otras manifestaciones. Vi que los periodistas mexicanos brillaron por su ausencia y quienes asistieron fue en plan de corresponsales; es decir, para cubrir la nota que al instante y por algunos días difundirán Uno Tv, Televisa, Noticias MVS y La Jornada. Vi a una anciana española enfrentarse sin miedo a los cuatro o cinco policías que le impedían el paso hacia las puertas de la embajada mexicana. Vi a un joven acomodar estratégicamente una viñeta impresa de Javier Valdez —periodista asesinado en Culiacán, Sinaloa el 15 de mayo— para que saliera en la foto. No identifiqué a ningún periodista de países hermanos en nuestro continente, pero sí a cierto corresponsal mexicano paseándose cual “Juan por su casa”, ambientado, con paletita en la boca y saludando a sus colegas, como en las habituales ruedas de prensa o entrevistas callejeras.
[¿Eso era lo que presenciamos este jueves? ¿en eso ha quedado el periodismo?].
También me dediqué a escuchar del modo en que explica Juan Carlos Rulfo, el hijo del escritor mexicano, que aprendió su padre: “a escuchar cuando alguien te está contando una historia”.
Aquí escuché a una pareja de franceses que al pasar exclamaron sin mucho ánimo “Oui, Mexique”. Y a dos chicas de algún lugar de Latinoamérica —“esto seguro tiene que ser de México”. Y a un español que entre la gente le decía a otro —"es la corrupción, si no la frenamos al rato vamos a estar como ellos allá".
Y escuché este diálogo entre personas que no se conocían:
— “Adentro deben estar riéndose de estas cuarenta personas que hay aquí".
—"Yo viví más de veinte años en México y tenía que andar con coche blindado".
— “Me he llevado una decepción, pensé que habría más periodistas".
—"Es que no pueden, los ponen en la lista y pierden su trabajo".
Concentración frente a la embajada de México en Madrid, 18 de mayo 2017 © G. Serrano |
[Yo también supuse que habría más periodistas y cuando no los vi, tuve cierta sensación de lejanía, de distanciamiento con México].
Sus comentarios me hicieron recordar el inicio y el final de No oyes ladrar a los perros, uno de los cuentos de Juan Rulfo recopilados en El llano en llamas (FCE, 1953):
—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.
— No se ve nada.
— Ya debemos estar cerca.
— Sí, pero no se oye nada.
— Mira bien.
— No se ve nada.
— Pobre de ti, Ignacio.
[Pobres de nosotros, los periodistas, cuando no vemos, cuando no escuchamos nada].
Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó cómo por todas partes ladraban los perros.
—¿Y tú no los oías, Ignacio? —dijo—. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza.
[Parece insignificante, pero no lo es, sobre todo en estos tiempos: ayudarnos con la esperanza o replanteando, al menos cuestionándonos las prácticas periodísticas, las reglas del juego que tenemos bien aprendidas, podría ser la mejor de nuestras reivindicaciones y una manera de reducir el impacto de la peor de todas las violencias, la que es crónica, banal, oculta, mediática].
Soledad Gallego-Díaz y Víctor Sampedro leyeron el comunicado oficial que luego Miguel Mora metió por debajo de la puerta de una misión diplomática que prefirió no izar oronda la bandera del país, sino bajarla. Los minutos que pasaron antes de terminar la concentración, los ocupé en mirar y escuchar como si esta calle con esta gente fueran las páginas de un libro, al estilo en que Juan Rulfo leía. "Cuando uno lee, decía, tiene que fijarse en esa otra cosa, no en la realidad de la que habla el libro".
Este acto, esta realidad fue un reclamo, la protesta de un sector del gremio periodístico español ante la gravedad de la situación en México. Sí, pero lo que casi nunca cuentan los medios porque no está registrado ni en sus cámaras ni en sus grabadoras, porque no es una fotografía ni un comunicado, es esa otra cosa, son —supongo— las perlas de sabiduría que soltó la gente alrededor, sus dichos, sus gestos; testimonios que no tiene un sentido único, sino distintas interpretaciones. En suma, lo que sería importante relatar. Cuando estuvo en Serbia, el cronista argentino Martín Caparrós dedicó parte de su tiempo a observar el vuelo de las palomas. Lo hizo porque sabía que “en una guerra, todo, absolutamente todo cambia, aunque a primera vista no se note”. Estar ahí, saber mirar para luego contarlo, es el auténtico valor del periodismo. Y en México, además, es algo que puede matarte.
Concentración frente a la embajada de México en Madrid, 18 de mayo 2017 © G. Serrano |
Artículo originalmente publicado en Zero Grados.
Actualización (15 de mayo, 2018): Comunicado de Periodistas investigativos de Latinoamérica y Europa ante la violencia contra la prensa en México.
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