La ingobernable
“No nos deslicemos a la
desgracia, menos aún caigamos de súbito en su abismo, cada quien, desde su
sitio, sin perder sus convicciones, pero sin convertirlas en dogma que impidan
el diálogo, impidamos que la sociedad se disuelva”. Miguel Ángel Granados
Chapa, periodista mexicano.
I. La metáfora del pintor
Cuando la sociedad parece una noche ciega y los días de todos se
vuelven horas vacías sin mayor tragedia que la misma sensación de vacío, sin
lágrimas, sin el ruido que hacen las cosas grandes al caer —una bomba, un avión—, pero con el mismo absurdo; a
veces, un rayo débil y esperanzador de luz se revela
en la cotidianidad, en momentos tan nimios como ver al pintor que
pasa su rodillo y cubre las manchas amarillas de humedad que invaden
los muros de uno de los tantos pisos que hay en Lavapiés.
© G. Serrano |
Son maniobras “inocentes”
en las que siempre encuentro algo: una representación simbólica, una estética,
una sensación novedosa para ver el mundo desde otra esquina y entender que las
pequeñas acciones pueden transformar la realidad. El pintor que ha venido no
cuestiona su tarea, solo raspa aquella esquina, quita lo que ya no sirve y tapa
los huecos. Pero yo, mientras lo observo, pienso que el tiempo pasa, deja su huella y las personas dejamos la nuestra.
Entonces tomo consciencia
de que, donde todo permanecía estático,
se obliga una movilización: cambiar de lugar, cubrir los muebles para
empezar a pintar. Me pide que abra las ventanas y deje escapar el aire denso —o mejor— que permita entrar ese soplo de frescura, esa corriente de oxígeno
nuevo que purifica nuestros pulmones.
El hombre no se detiene, pinta
y pinta y pinta. Después barre, limpia. Y yo, mientras lo observo, pienso que el
proceso requiere paciencia, pero sin duda representa una oportunidad y —de
cualquier manera— es una renovación que me inspira a imaginar una operación mayor: hacer de este
tiempo, de esta transición que nos tocó vivir un proyecto vivo, abierto,
experimental, recursivo, con memoria. Porque, precisamente, transitar es
pasar de un lugar o situación a otro. Por ejemplo, de un piso deslucido a uno
renovado. O de la inercia a la acción. O de la incertidumbre individual a la
búsqueda colectiva.
Me gusta pensar que eso
mismo pretenden otras personas alrededor del mundo. Otros como los que en
Madrid, ahora okupan La Ingobernable en la calle Gobernador
39 y con atrevimiento han decidido elevar
la calidad de la democracia haciendo
efectivo eso que llaman participación ciudadana y, para ello, barren,
limpian, quitan el polvo, abren las ventanas de un edificio en desuso que no
solo es eso, sino, además, uno de los varios símbolos del viejo estilo de hacer
política en una España —precaria,
desigual, desocupada— donde representados y
representantes no consiguen aproximarse.
II. Regenerar, rehabilitar, recuperar
Todavía es corto el
tiempo para determinar lo qué se está gestando al interior de este inmueble.
Por lo pronto, este 31 de mayo celebran una asamblea para llegar a acuerdos
mínimos que después comunicarán a la sociedad y al Ayuntamiento. Reunidos en
uno de los tantos salones de La Ingobernable, comentan que este espacio no debería venderse a un particular porque
es de uso común. Uno de los miembros explica que la situación irregular en
que se encuentran, más que un riesgo representa una oportunidad de innovación en los marcos normativos, también
para revertir el proceso de gentrificación
y turificación de este barrio en el centro de Madrid.
“Queremos un espacio no
convencional, alejado de la burocracia de otros centros, autogestionable y
abierto a la ciudadanía”, comentan los asistentes en cada una de sus
intervenciones. Sentados en el piso, algunos en sillas o donde logran
acomodarse, entre todos van perfilando una propuesta para iniciar la
interlocución con las autoridades y dar paso a un proceso participativo que
derive, finalmente, en un modelo de organización social para reactivar el
lugar.
“¿Qué entendemos por
común, por institución, por público? El mainstream
se ha apropiado del discurso, de las palabras. Se piensa que no, pero esto que
hacemos también es política, somos una institución —como las ya reconocidas— en busca de su legitimación en la vida pública”, expresa
una chica. Y otra más:
— Sugiero que iniciemos actividades
para discutir estos temas entre todas y todos.
Un chico propone
acercarse a otros colectivos con objetivos similares para recibir
retroalimentación y saber de sus experiencias. Dicen que serán meses de debate.
De a poco, van articulando su discurso sobre el qué queremos y cómo vamos a lograrlo. Las
intervenciones son espontáneas y suceden en orden, el resto del grupo escucha
atento, toma notas, medita lo que se dice. Y surgen más, nuevas preguntas a las
que intentarán responder mediante la creación de comisiones con líneas
específicas de trabajo: la parte legal, de comunicación, de enlace
institucional.
© G. Serrano |
“Somos La Ingobernable y
queremos construir un espacio basado en las relaciones solidarias, frente a la
competencia, la privatización y la concentración de la riqueza. Las vecinas de
Madrid han decidido plantar cara el liberalismo y a la especulación de la
ciudad”, describe el video que han compartido en su cuenta de Twitter @CS_Ingobernable. El
origen del conflicto con este edificio ha sido documentado en diversos medios
españoles, pero ellos lo explican así en su página
de Internet:
“Este lugar que hoy disfrutamos
fue construido para ser sede de la Universidad Pública, ese territorio en
peligro de extinción que las administraciones públicas ponen al servicio de los
intereses del mercado. El (pen)último uso público que tuvo fue el de
Centro de Salud de Retiro hasta que, de forma sobrevenida, Ana Botella
llegó a un acuerdo con un arquitecto millonario amigo de José María Aznar para
que hiciera ahí un museo a su capricho y a su mayor gloria. Esto supuso
que el personal sanitario y miles de pacientes pasasen a tener que
desplazarse al centro de salud más cercano, a 3,4 km. Gallardón, Botella,
Aguirre, Aznar, Granados, Cifuentes lo tienen claro: el capitalismo de
amiguetes les da los recursos para mantener su nivel de impunidad, esteroides a
sus campañas electorales y no importa dilapidar la educación, la sanidad, los
servicios sociales o la soberanía alimentaria y el medio natural para
mantenerlo.
Este proyecto ha sido
fuertemente contestado por sectores muy amplios de la sociedad madrileña y
en la actualidad cuenta con la oposición frontal de muchas voces de la
sociedad civil: desde el Colegio de Arquitectos al Patio Maravillas, pasando
por la Academia de Bellas Artes, Ecologistas en Acción o Madrid Ciudadanía
y Patrimonio. Basta de reducir Madrid a una marca y ponerla al servicio de
los negocios caprichosos de los amigos de los supuestos representantes que nos
gobiernan”.
© G. Serrano |
Justo este mismo miércoles,
por la mañana, el Pleno del Ayuntamiento de Madrid ha aprobado que se lleven a
cabo las actuaciones necesarias para rescindir el convenio de cesión
con la Fundación Ambasz, que era una de las peticiones de los ocupas al
Ayuntamiento. La otra, es la ocupación indefinida del espacio. Un acto de
desobediencia civil que, a casi un mes de distancia, ha sido bien acogido por
diversos sectores. Por ejemplo, la antropóloga Yayo Herrero se refiere al colectivo de la siguiente forma:
“La Ingobernable denuncia y
cuestiona una sociedad y una economía que consideran los lugares, las personas
y los bienes como mercancías, valiosas en la medida en que generen plusvalías,
independientemente de si esas operaciones mejoran, o no, las condiciones de
vida de las mayorías sociales. A partir de la ocupación del inmueble se
visibiliza el sinsentido de los inmuebles que se deterioran, mientras hay
carencia de lugares en los que poder construir cultura comunitaria y
autoorganizada”.
Y el filósofo Amador Fernández-Savater, se pregunta
si:
“¿No podría ser La
Ingobernable una máquina que ayudara a disolver el ambiente asfixiante que se
vive en Madrid en los espacios políticos, donde el quién es quién y la lógica
de bandos lo envenena todo? ¿No podría ser un lugar donde pudiesen volver a
cooperar (a tener al menos la oportunidad) los que han quedado separados en un
escenario malo de competencia y escasez, de "o tú o yo" (creado por
nosotros mismos, no impuesto por ninguna fatalidad histórica)?
La base material de la
posibilidad está ahí: un lugar de todos y de nadie donde podemos relacionarnos
vengamos desde donde vengamos porque lo común es la situación nueva y no las
identidades previas. Un cierto vacío, un poco como en el 15M.
Hannah Arendt identificaba
la "facultad de comenzar" con la libertad. Los recién nacidos (cada
uno, cada vez) reabren lo posible en un mundo saturado. Para ello, hay que
dejarles respirar, no subordinarles a las historias pasadas, no inscribirles en
el mapa previo de las identidades y las posiciones, en el tablero de ajedrez.
Transmitir sí, pero sin obturar. En política los recién nacidos son los recién
llegados. Esos mismos que aportaron la fuerza de novedad y la alegría
desafiante al 15M, los que reabrieron entonces lo posible”.
El colectivo del Ateneu de Candela,
redactó un comunicado titulado “Larga
vida a La Ingobernable de Madrid y a los Centros Sociales de Gestión Ciudadana”
que, entre otras cosas, expresa que:
“Los centros sociales han
sido, durante la última década, espacios de experimentación de nuevos modelos
de ciudad, basados en los derechos sociales, en formas diferentes de democracia
a nivel local, y en nuevas formas de entender la cultura y su acceso, o en
laboratorios del software libre y de la fabricación digital. Laboratorios para
la innovación en la producción basada en los bienes comunes, que se han
concretado en dispositivos experimentales de creación / producción,
desprecarización y de empoderamiento”.
© G. Serrano |
Pablo
Carmona, Rommy Arce y Montserrat Galcerán, concejales del Ayuntamiento por
Ahora Madrid, también se han pronunciado al respecto. Desde su perspectiva:
“La ocupación plantea un
nuevo reto del que el Ayuntamiento no se debe sustraer. Sabemos que la
actividad de los centros sociales autogestionados ha logrado reconocimiento en
todas las grandes ciudades europeas. Muchos centros sociales son considerados
instituciones ciudadanas públicas. Madrid no debe ser una excepción. Estas
instituciones del común –según la feliz fórmula adoptada por el Ayuntamiento de
Nápoles–, obligan a profundizar en los mecanismos de relación que las
administraciones públicas con la sociedad y con los movimientos que surgen de
esta”.
III.
Evitar el deterioro
La Ingobernable continúa
con su asamblea, mientras en otros salones se llevan a cabo encuentros de todo
tipo –charlas sobre migración, clases de capoeira, talleres hacktivistas, reuniones
de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD), otras asambleas– entre
personas de edades e intereses diversos, pero con algo en común: voluntad para involucrarse, para juntarse
con otros, para colaborar y proponer. Su sola presencia da sustancia a lo
simbólico y hace que pasen de la palabra a la acción, del sueño a la obra. En
cada recoveco de este laberinto se percibe el aroma de la resistencia, también
de la improvisación, de un “sin querer queriendo”.
El aire está cargado de
reivindicaciones, de imaginarios colectivos que pueden leerse como utopías o
como el comienzo de un momento social significativo que, a modo de estafeta o
testigo, dará continuidad a los ideales que inspiraron el surgimiento de
movimientos como el 15M. Lo cierto, es que sus
miradas reflejan el convencimiento de no ceder ante el empobrecimiento de la
humanidad, entendido no solo como la pérdida de poder adquisitivo o la baja
en el nivel de vida, sino como la merma del pensamiento, es decir, de la
capacidad de frenarse para mirar determinados asuntos o situaciones,
comprenderlos en su justa dimensión y generar ideas.
Recorro cada planta para
echar un vistazo a sus estancias, tratando de mirar lo que se sitúa más allá de
la vista, es decir, el relato que escriben e intentan comunicar(nos) con los avisos
que están a la entrada, con las viñetas pegadas en los muros, con la zona
infantil para “los ingobernables del
futuro”, con las frases dispersas que van poblando las áreas vacías. Ninguno
es experto, el liderazgo que se ejerce es nodal –de puntos interconectados– que conforman un entramado,
una red elástica como las que hay en los circos para amortiguar la caída de los
trapecistas. Digamos que este cuerpo social desempeña una doble función: en
cierta forma, también podría entenderse como un grupo de artistas que ejecutan piruetas
extraordinarias montados sobre el trapecio. Piénselo y díganme, ¿acaso esta
ocupación no es una perfecta acrobacia colgando de un sistema que tambalea?
Han anunciado que este domingo no será
de futbol, sino “jornada de curro”. Van a limpiar, a barrer, a pintar. Temporal
o, en definitiva, el cascarón ya lo tienen. Lo que ahora hacen es edificar eso
que tanto deseó para México el periodista Miguel Ángel Granados Chapa: “la casa
que nos albergue a todos”. Regreso a mi piso, donde las
paredes y el techo han dejado de tener ese color desgastado, ese aspecto depresivo
de antes que uno relaciona con el desaliento, con el abandono. El pintor
termina su trabajo, recoge sus cosas, dice adiós. Y yo, mientras lo observo,
pienso que es así de simple: esto se trata de mantener, de cuidar lo que se ama,
ya sea el hogar o el país de uno que se esconde tras la fachada de La
Ingobernable.
© G. Serrano |
Artículo originalmente publicado en Zero Grados.
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