Crónicas entre México y España desde la mirada femenina: Griselda Herrera
Griselda Herrera, abogada defensora de los derechos humanos |
“La
violencia de género no son sólo malos tratos de carácter físico, sino también
violencia psicológica, la discriminación laboral, la violencia económica, la
obstétrica...”.
Nos
reunimos en Madrid, en una oficina austera con un ventanal grande que desde lo
alto mira a la Puerta del Sol. Es un lunes de mayo por la mañana, soleado, que
comienza con actividad intensa, con el ir y venir de los que atravesamos esta
plaza para llegar a algún sitio. Yo, para hablar con Griselda Herrera, la
abogada mexicana que se dedica a la defensa de los derechos humanos, en
particular de las mujeres que encuentra a su paso o que se acercan a ella
pidiendo ayuda, en España o en México.
Lo
suyo no es casualidad ni asistencialismo ni un intento por ganarse el Nobel de
la Paz.
Griselda Herrera nació en Xalapa, Veracruz, un estado
de la República Mexicana que antes era famoso por su puerto que sobrevuelan
gaviotas, por sus bailes de danzón que maravillan a los turistas, por su
gastronomía que es fusión de culturas, por lo dicharachero del jarocho que es
bueno para la fiesta y que, sin embargo, ahora es sinónimo de violencia, de
inseguridad, de muerte y de abandono por parte de las autoridades que han
cedido eso, su autoridad, al crimen organizado.
Griselda,
además, es una mujer que ha tenido que pelear por cada escalón que ha subido en
su carrera profesional. Y ahora es migrante. Digamos que, sabe de lo que habla.
—
Hay
un chico español desaparecido en el estado de Veracruz desde 2012 y su caso
está estancado en las indagaciones. Son muchos los jóvenes detenidos que luego
desaparecen, algunos de doce o trece años. El Solecito Veracruzano es uno de los más de cuarenta colectivos de
madres que están empeñadas en dar con el paradero de sus hijos. A través de
esta organización fue que supe de la desaparición de este chico, hijo de madre
mexicana y padre español.
Griselda
toma el expediente para mostrármelo, mientras me explica que la mayoría de las
desapariciones sucedieron durante el Operativo Conjunto Veracruz Seguro
implementado en 2011, cuando gobernaba el estado Javier Duarte de Ochoa, el político priísta que recién fue procesado
por los delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de
procedencia ilícita.
—
El
nuevo gobierno está intentando recabar pruebas, recomponer las investigaciones,
vaya, hacer lo que no se hizo en su momento, pero con el paso del tiempo gran
parte de la evidencia se ha perdido y la gente no quiere denunciar porque tiene
miedo. Es cuestión de supervivencia.
Griselda
es hija de Ignacio y Gabina, originarios de Altotonga, Veracruz, —que en
náhuatl significa “aguas calientes o termales”— una zona montañosa en la
cordillera Neovolcánica del país, en el extremo del Golfo de México. Estudió
derecho en la Universidad Veracruzana y se especializó en derecho
administrativo y en derecho internacional, privado y público. Hoy en día, se
desempeña en el ámbito de la defensa estratégica ante tribunales internacionales
de derechos humanos, en el sistema interamericano y en el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos.
Se
lee rápido, pero el camino ha sido lento y accidentado. Su madre —indígena
totonaca y feminista— la educó para valerse por sí misma, para ser una mujer
fuerte y decidida.
—
Cuando
tenía dieciocho años asesinaron a mi hermano y sucedió lo mismo, las
autoridades obstaculizaron todo el proceso para que no se impartiera justicia. Estudié
litigio estratégico internacional para saber cómo encaminar mi trabajo, pero es
muy difícil cuando no se tiene ningún apoyo. En España se burlan de mí, piensan
que dedicarse a la defensa de los derechos humanos no es rentable. En México,
el mayor obstáculo es el miedo. Los dos primeros procesos que llevé a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos han implicado que no pueda regresar a mi
país por motivos de seguridad, es un riesgo.
No
obstante, podría pensarse que Griselda se encuentra en una situación de
privilegio, pero tampoco es así. En nuestra charla, comenta que ella —como
tantos otros— se educó en la cultura del esfuerzo y detrás del mundo rosa en el
que la gente supone a todos los mexicanos residentes en Europa, están quienes
solicitan asilo o refugio por diversos motivos. Como Carla, una chica transexual
que fue amenazada por la policía y tuvo que dejar el país. Lo mismo que las
víctimas de secuestro o las mujeres que han sufrido violencia de género.
—
La
Embajada de México en España debería enfocarse en ayudar a estos ciudadanos,
pero no lo hace. Nos guste o no, viviendo fuera también nos encontramos en una
condición de vulnerabilidad porque al migrante se le criminaliza, más aún si se
trata de mujeres y de mujeres latinoamericanas. Esto lo tengo bien documentado.
¿Regresar
a la violencia de la que se viene huyendo? ¿Quedarse para experimentar otros
tipos de violencias, iguales o peores? En ocasiones, migrar representa no ser
de aquí ni de allá, vivir en una suerte de limbo sin derechos, sin certidumbre,
sin tranquilidad. Por eso, Griselda trabaja en articular un entramado de
cuidados y apoyo a través de vincularse con distintas organizaciones; por
ejemplo, la asociación civil Juntas
Hacemos Cosas con sede en la Ciudad de México y la Fundación Madrina, en Madrid. Lo que derivó en la reciente creación
de la Red Internacional de Mujeres en
Acción, RIMA por los derechos
humanos. La cara visible de una labor silenciosa, ardua, permanente y, por
decisión propia, gratuita.
—
Nos
coordinamos con nuestros propios recursos. ¿Cómo cobrarle a una persona que
llega a España solicitando asilo y solo tiene la ropa que lleva puesta? No
podemos hacer eso.
© G. Serrano |
En 1994 —me dice— comenzó a trabajar
en el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Estado de Veracruz,
ordenando archivos. En 1995 recibió la acreditación como Secretaria de Estudio
y Cuenta del Poder Judicial, lo que le permitió desempeñarse en otros cargos,
brindar asesoría jurídica gratuita a personas de escasos recursos y elaborar
proyectos de sentencias en materias civil, mercantil, administrativa, fiscal y
laboral. Eran los años en que Griselda se equipaba con un bagaje teórico y práctico,
pero también emocional. Eran los años en que, como el hierro, se forjaba a sí
misma.
Pero
no quedó ahí. Más tarde, estudió la Especialidad de Amparo y en 2008 realizó la
Maestría en Derecho Fiscal, en Xalapa. Obtuvo el Diploma al Mérito por sus
altas calificaciones. Asistió a cursos, participó en encuentros. En resumen, se
empeñó en martillarse hasta lograr la forma deseada. En 2015, comenzó el Máster
Interuniversitario en Diplomacia y Relaciones Internacionales del Ministerio de
Asuntos Exteriores y de Cooperación de España. Eligió la Especialidad en
Iberoamérica con el tema “La presencia de
la mujer indígena en el espacio iberoamericano”. Y presentó la tesis “La defensa de los derechos laborales de las
mujeres a la luz de los Organismos Internacionales”.
—
En
cuestión de derechos humanos atravesamos por una muy mala etapa en México. Nos
hemos acostumbrado a la violencia, pero también dejamos de ver otros problemas.
Uno de ellos, el terrorismo psicológico en el entorno laboral. No es un término
que haya inventado, hablo de lo que he visto y estudiado estos años. Quería
entender y, para hacerlo, tuve que valerme de la sociología y de otras
disciplinas.
Después de enfrentarse a la
corrupción institucionalizada en todos los niveles de gobierno. Después de
golpearse con el muro del heteropatriarcado. Después de conocer los límites
impuestos por las propias mujeres. Después de sentirse como salmón a
contracorriente. Después de las amenazas. Después del secuestro de su hija. Después
del miedo. Después de la estigmatización. Después de los después, Griselda
llegó a España para continuar su lucha desde una nueva trinchera.
—
Prefiero
poner un negocio de comida o trabajar desde una biblioteca, pero no quiero ser
parte de ese sistema. No quiero que mis hijas vivan lo que yo viví. Veracruz me
ha dado mucho, en Xalapa fui muy feliz, pero ya no es el lugar que conocí. Antes vivías relativamente bien, podías jugar
en las calles. Recuerdo que íbamos caminando a la universidad y regresábamos de
las fiestas a la madrugada. La situación se puso violenta cuando los cárteles
del narcotráfico comenzaron a pelear la plaza, por el 2000, y se agudizó
durante la gubernatura de Fidel Herrera Beltrán (2004-2010).
Despido de mujeres embarazadas,
violación al fuero de maternidad, discriminación laboral y violación a los
tratados de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), son algunas de las
líneas de investigación que lleva. La última vez que estuvo en México fue en
noviembre de 2016 y tan amarga fue su sensación, que no sabe si regresará.
—
No
veo que toquemos fondo. Cuando no existe un Estado de derecho es muy complicado
ejercer esta profesión, las amenazas vienen de todas partes. En el ámbito de la
abogacía, las mujeres imponen un techo de cristal a las demás para impedirles
ascender. Siempre tienes que hacer méritos. A mí me tocó vivir situaciones
laborales muy difíciles, pero soy muy necia y no me rajo.
En España es poca la empatía hacia
esta otra realidad porque —me dice— “no es su historia ni lo han vivido”. Los
abogados españoles piensan que exagera y les resulta difícil comprometerse con
la causa.
—
Ya
sentí esa soledad, ya sé lo que es la impunidad. Por eso me identifico con las
víctimas y quiero brindarles apoyo jurídico
para tocar las puertas de instancias internacionales.
Las madres que buscan a sus hijos
solo quieren saber la verdad y garantizar la no repetición de estos actos. Griselda
sabe que este es un tema sensible y delicado; tan solo el colectivo Solecito de
Veracruz reúne más de cien casos. De agosto de 2016 a marzo de 2017, han
encontrado 125 fosas clandestinas y 249 restos humanos. Con el paso de los
meses las cifras se actualizan, siempre a más, y la tragedia se agudiza. En
silencio.
—
La
prensa en Veracruz está temerosa, muchos periodistas se han quedado en el
camino, los han asesinado. La sociedad está bloqueada para no sufrir, no le
interesa saber más. Parte de la comunidad mexicana que vive en España tampoco
quiere que se hable mal del país; yo les digo que no hablo mal, que hablo de mi
experiencia.
Una experiencia que la curtió, pero
que igual la hizo más receptiva al dolor ajeno. Griselda no se acobarda, de a
poco, va encontrando palancas para vencer la resistencia. Una de ellas, el colectivo Nodo MxM (Madrid por México)
con el que colabora brindando asesoría sin costo para trámites de extranjería. El
quehacer que la ocupa es de tiempo completo: lee artículos de prensa y se
mantiene informada de los sucesos más recientes, asiste a conferencias y
reuniones informativas, organiza encuentros informales con otras mujeres. Busca
ganar terreno frente a la adversidad, presentar una contraescritura de la
desesperanza.
—
La
violencia se está apoderando de todo y este gobierno no tiene una verdadera
política para frenarla. Cada vez aparecen más mujeres asesinadas, se incrimina
a las víctimas, la crisis se normaliza.
Griselda Herrera, © G. Serrano |
Para
Griselda, la defensa de cada mujer significa sentar un precedente para casos
futuros. Significa crear consciencia social respecto de la precariedad jurídica
en la que se encuentran las mujeres bajo circunstancias específicas. Y es que —de
nuevo subraya— “la violencia de género
no son sólo malos tratos de carácter físico, sino también violencia
psicológica, la discriminación laboral, la violencia económica, la
obstétrica...”.
Griselda
era la aburrida de la oficina. El burrito de carga del jefe. La mujer divorciada
—ergo— la pecadora. Era la
irreverente. La incómoda. Así la consideraban, así esperaban que fuera, una
prueba fehaciente de la subordinación de un sexo frente al otro.
Su
memoria regresa a aquellos días en los tribunales y sus ojos reflejan la
tristeza opresiva causada por las etiquetas, por ese no poder-decir, no
poder-hacer, no poder-ser. Pero ella se atrevió a pensar lo impensable: alterar
un mecanismo sociocultural milenario, a fin de formar parte de las
transformaciones de la historia. Actualmente, es la que toma fuerzas “quién
sabe de dónde” y mira hacia adelante. La que actúa y recurre. La que se
solidariza y propone una nueva relatoría de hechos. Un mañana distinto.
Artículo publicado originalmente en:
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Tienes razon, y la violencia hay que cortarla desde la infancia ,cortar los ciclos que la pre disponen y la perpetuan, por favor mira mi caso en : http://fundacionministeriodefamilia.webnode.es/laura-y-valentina-en-un-proceso-de-restablecimiento-de-derechos-del-icbf-en-alianza-con-bandas-criminales/
ResponderEliminarGracias por leer la entrevista con Griselda y compartirnos tu experiencia, que sé no es fácil. Saludos.
EliminarVivo en la Ciudad de México, y el reflejo de la historia de Griselda en Veracruz es actual. A falta de alternativas, nos vamos forjando, cada mujer, en lo profesional y en lo personal. Aun no sé qué es migrar. Sé que es desaparición forzada, secuestro y asesinato. También de la sororidad he aprendido, y de la importancia de la denuncia. Saludos sororos Griselda, a Gloria y a las mujeres que nos acompañan.
ResponderEliminarSol, comentarios como el que dejas aquí son los que rompen con los círculos de miedo y silencio que nos tienen aislados. te agradezco mucho tu interés al leer la entrevista con Griselda y por compartir tu reflexión. Un abrazo.
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