2017 en tres actos

© G. Serrano

“Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo
está perdido y hay que empezar de nuevo.”

– Julio Cortázar

Acto I: Efecto Polaroid

La tecnología avanza, promete cada vez más, cada vez mejor. Sin embargo.

Es 28 de diciembre y en el casco antiguo de Alcalá de Henares un par de jóvenes se divierten haciendo fotos, pero no con sus teléfonos móviles de última generación, sino con una cámara Polaroid, el dispositivo que un señor de nombre Edwin Land diseñó en 1947. También lo hace un grupo de amigas que han publicado en Facebook las imágenes de sus vacaciones en Berlín.

¿Cuánto tiempo tardó la humanidad en producir t-o-d-o —todo— lo que ahora consideramos habitual, lo que tenemos y usamos? ¿Cuánto este país, cuánto Madrid en ser la ciudad que es hoy, tal como aparece frente a nuestros ojos?

Es 29 de diciembre y en la tarde me detengo a charlar con mi vecino, un chico que abrió un bar de tapas en el barrio de Lavapiés. Me comenta que este año compró una casita en la montaña por el rumbo de Asturias. Dice que es donde realmente quisiera vivir, quizás en un futuro. Ahí no hay luz ni calles ni edificios ni coches ni anuncios espectaculares ni salas de cine ni teatros ni bares after ni Wifi ni Primark ni inteligencia artificial ni Netflix con sus series de tipo Black MirrorPero ahí —insiste— se siente mejor que aquí.

Lo mismo pasa —leo en un artículo en Página 12— con la juventud en Francia, con los chicos y chicas que estudiaron doctorados y han optado por hacer a un lado sus carreras privilegiadas para dedicarse a trabajos artesanales, al pequeño comercio en los barrios.

Así los contrastes en un mundo precario que hemos decidido determinado por su digitalización y que, sin embargo, me recuerda las palabras de Walt Whitman: "Si tú no me encuentras en un lugar, ¡búscame en otro!".

Acto II: The Square

Es 29 de diciembre, por la noche. Imaginen un cuadrado marcado en el piso, justo en el centro de la Puerta del Sol o afuera del Museo Reina Sofía. Un cuadrado que delimita el espacio para los cuidados, donde todos somos iguales, donde recibimos y damos afecto. Algo así como si el resto del lugar fuera un “no lugar” y, entonces, es preciso marcar un área en la que, al entrar, estamos protegidos y somos tratados con dignidad, como personas.

Este es el argumento alrededor del que se desarrolla la película The Square (Suecia, 2017). Si la confrontación con la realidad duele. Si la crítica inmisericorde duele. Si ver plasmada a España en escenas que transcurren en Gotemburgo, Estocolmo y Berlín duele. Si poner en duda la vida tal como la conocemos duele. Si pasar de la risa al silencio duele. Si todo esto sucede, es mejor no ir a los cines Renoir Princesa.

Si todo esto sucede, tal vez exista alguna relación con la caída de la taquilla del cine español, la peor desde 2013, según explica un artículo de El País. Si todo esto sucede, tal vez convenga leer la entrevista a Javi Creus, el fundador de Ideas for Change, publicada en eldiario.es.

Acto III: Esto no es la casa de Bernarda Alba:

Es 27 de diciembre y en los Teatros del Canal, en Madrid, se representa la obra de Federico García Lorca. Pero en esta ocasión los personajes de Bernarda, Angustias, Adela, Martirio, Magdalena, Poncia y Prudencia son interpretados por hombres. En el papel de Amelia está una chica.

Este no es un espectáculo cómico morboso. No consiste en presenciar la destrucción de la puesta en escena que el escritor granadino pensó en 1936. Tampoco se paga una entrada para terminar dormido en la butaca con un diálogo clásico infumable. Tampoco se asiste al despliegue impactante de tecnología: luces de colores resplandecientes, sonidos que envuelven el espacio, giros de los actores en el aire. Tampoco es necesario. Tampoco es más de lo mismo, pero aderezado con la polémica que —todavía— provoca en algunos ver a hombres con faldas. Tampoco sobra leer Señores, hasta aquí hemos llegado. Tampoco pensar, pensar, pensar. Pensar haciendo el esfuerzo de comprender.

La función termina con el monólogo de Adela sobre las violencias machistas manifiestas en la actualidad. En algún momento dice que “si lo que sucede arriba —en el escenario— no es reflejo de lo que sucede abajo —en la sociedad—, entonces el teatro es mero entretenimiento efímero”.

Dice más, dice muchas cosas acerca de cómo vivimos en comunidad, algunas sin decirlas. Son pistas, rastros que nos demandan trabajo de interpretación — traducción del hecho en información, en conocimiento—. También la charla con mi vecino. También The Square. Cosas que en ocasiones no queremos escuchar. De las que preferimos no saber.

Feliz año.

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