Bitácora del barrio 58: Decir, mirar Lavapiés

Bitácora del barrio: Decir, mirar Lavapiés. Núm. 58 de NHU. Foto: G. Serrano

Bitácora del barrio, columna mensual publicada en NHU, el periódico de Lavapiés, La Latina y Embajadores (Madrid, España). Descarga completo el Núm. 58 aquí: 


“Los problemas globales pueden tener soluciones locales”, Anatxu Zabaleascoa.

Decimos barrio, ciudad. Decimos Lavapiés, Madrid. Decimos, utilizamos palabras que se intersecan, que representan mundos enteros dentro de un mundo más grande. Y, sin embargo, palabras que en ocasiones solo nos significan tres o cuatro cosas: las calles que a diario atravesamos, las personas a las que saludamos, el supermercado en el que hacemos las compras o el parque donde paseamos al perro. ¿Desde dónde miramos la otredad? 

Decir Lavapiés es observar a un grupo de amigos que aplauden, ríen y cantan eufóricos mientras uno de ellos toca la guitarra una noche de sábado en la calle Jesús y María. Es un mexicano que le comenta a otro: “En Lavapiés siempre hay cucarachas, ¡y espérate al verano!”. Es una cajera en el Carrefour que dice: “En Lavapiés ves de todo”. Es el dueño de una tienda de tabaco que ha cerrado y que en cierta ocasión me contó que antes existía un Molino Rojo, un Cine Lavapiés y que por las tardes los vecinos se acomodaban a la entrada de sus casas y tomaban agua de un botijo. Es una mujer —de cuarenta y cinco años o más, cabellos canosos y rizados— que se desgañita afuera de un bar para que dos chicas que van caminando escuchen esto: “Hay que evolucionar sin miedo, sean valientes, coño. ¡Evolucionen sin miedo!”. Es esta pinta que han borrado, pero que hace un año se leía sobre un muro en la calle Valencia: “¿Por qué un hotel? ¿Por qué no un jardín comunitario, una escuela, una biblioteca, un centro de mayores, un cabaré gratis? Stop Hotel”. Es la activista que en la plaza central usa un altavoz para reivindicar: “Se acabó la esclavitud. No tapees en bares que no respetan los derechos laborales”. Es la mujer que en las noches pasa por Tribulete y grita: “Odio la guerra, la detesto con toda el alma”. Es la joven que a la entrada de la Eskalera Karakola habla de otra compañera que “es muy pesada porque en todo mete la ideología”. Es la repetición constante de la tonada “Un cumpleaños feliz” que cada vez se escucha por las calles con mayor frecuencia. 

Intervención artística en la calle Doctor Fourquet, barrio de Lavapiés, Madrid. 2018. Foto: G. Serrano

Mirar Lavapiés es todo aquello que, para notarlo, exige encuadrar, focalizar, pero también ensanchar la vista en modo panorámico. Y prestar oídos a cuanto nos rodea para comprender “los flujos e interacciones” —Joan Subirats dixit— de un punto en el planeta que concentra a personas de muchos más; ochenta y ocho nacionalidades conviviendo. Es levantar la cabeza para leer: Lavapiés contra la turistificación y gentrificación, el barrio para las vecinas, #NormaSeQueda. No es crisis, es capitalismo. Tendréis las cárceles, nosotras las calles. Berta Cáceres asesinada por el imperialismo. Fuera Hípster. Este local explota a sus trabajadores y revienta el barrio. Lavapiés ingentrificable. Contra las violencias machistas Lavapiés en lucha. Machitos, sois hojarasca que pasa. Machete al machote. 8M Mujer obrera, organízate. STOP racismo. Fuera Ley de Extranjería. No más redadas racistas. La manta no es mi sueño. Una juventud consciente, formada y autoorganizada es un peligro para cualquier Estado. ¿Donald Trump es idiota o solo parece? 

En un video en el que relata los aprendizajes que ha tenido en su larga travesía humanista, Michel Serres afirma que “hay que hacer que la vida sea algo que se pueda decir”. Este hombre tiene razón, pensé al escucharlo. Pero cuando dijo que la verdadera pregunta no es quién soy, sino de dónde, entonces comprendí por qué lo consideran un gran filósofo abierto al encuentro y a sus contingencias, alguien a quien la diversidad que nos circunda le ha enseñado que “el saber es circulación, intercambio, mezcla, síntesis”. Así, como decir y mirar Lavapiés.


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Núm. 58 NHU, periódico de Lavapiés, La Latina y Embajadores. Madrid, 2018. Foto: G. Serrano

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