Elegir: un mexicano por Madrid
Parece lugar común, pero es
cierto, con frecuencia nuestra mente se convierte en el enemigo a vencer. En
2005, el escritor de “La broma infinita” (1996, Little, Brown and Company), David
Foster Wallace (1962-2008), dirigió a los graduados del Kenyon College uno de esos
mensajes de pulsión que fisuran el cráneo y llegan al sistema nervioso central.
Fisuras más, fisuras menos, les dijo que la certeza es siempre ciega y que una mentalidad
hermética aprisiona de tal forma, que el prisionero ni siquiera se da cuenta de
su encierro. También, ahí, frente a la que podría ser la siguiente generación
de consumidores implacables y profesionistas frustrados, habló del verdadero
valor de la educación, que no es enseñarnos a pensar, sino a elegir en qué ocupamos
nuestros pensamientos.
Hace siete años, Europa
recibió a un mexicano que optó por salir de su país y apreciarlo a la
distancia. Un diletante oriundo de Sinaloa con estudios en administración de
empresas, lengua y literaturas hispánicas, guionismo, realización de
cortometrajes e historia del cine, que llegó a España y se afincó en Madrid,
ciudad donde ha trabajado en el sector turístico, el hostelero y ahora en el
inmobiliario. Un joven activista quien prefiere permanecer en el anonimato y,
por ello, me pide no mencionar su nombre en esta entrevista. Así que me
referiré a él, provisionalmente, como “M”.
Termino de escuchar la
disertación de David Foster y salgo rumbo a la diminuta Plaza Matute, la que en
una época tuvo como vecinos a Miguel de Cervantes y José Zorrilla, para
encontrarme con M y conversar de lo que ineludiblemente nos une: México. En
contraste con la tamborilera personalidad de los mexicanos -y de los
sinaloenses- M recuerda que, a su llegada, observó cierta frialdad y escaso
sentido del humor en los madrileños. “El chiste, la broma, el doble sentido,
todo eso me hacía falta”, comenta. Sin embargo, más tarde, la convivencia
diaria le hizo ver que, en realidad, sus nuevos vecinos son personas a las que
también les gusta disfrutar de la fiesta y, me dice, con las que fácilmente se
puede iniciar una plática aún sin conocerlos. Y continúa:
“De Madrid me gusta que el intervalo para
sentirte joven es muy amplio. Cuando sales a bares te puedes encontrar a
personas de muy diversas edades. No hay una tendencia, como en México, donde se
planifica mucho la vida; ya sabes, terminas la carrera, luego trabajas, te
casas y tienes hijos. También me gusta que los ciudadanos se involucran con las
luchas sociales, hay manifestaciones por doquier y son solidarios con muchas
causas”.
Regresando a 2005, en el
Kenyon College, hay un instante dentro de su discurso, en el que Foster Wallace
explica cómo la misma experiencia puede significar dos cosas completamente
distintas para dos personas, dando por resultado dos creencias y dos caminos
para construir significado del hecho. Pensando en esta reflexión, le pregunto a
M si la vivencia de emigrar ha modificado su apreciación sobre México, a lo que
responde:
“Sí, absolutamente. Tengo alrededor de 15
años viajando por otros países. Lo interesante es que puedes contrastar tu
cultura con otras y de todas aprendes. Hay un aprendizaje sí o sí. A mí me
llenó de orgullo ver que en muchos lugares la gente tiene una profunda
admiración por México, por su cultura, por la música y la gastronomía. Donde
sea que vayas, hay alguien que conoce a un mexicano y su valoración es
favorable. También cambió mi perspectiva en cuanto a las cosas que están mal en
nuestro país, al ver que otros países han avanzado más en cuestión de civilidad
y que, por ejemplo, las personas ceden el paso y respetan las normas. Los lazos
vecinales también son más fuertes. Además, me di cuenta que es posible vivir en
paz, andar por las calles sin miedo a que te asalten o te ocurra algo. En
Madrid me siento tranquilo y eso no tiene comparación. Me gustaría que
pudiéramos lograr lo mismo en México. Como mexicano en el extranjero, veo que
aún nos falta un buen trecho para alcanzar una vida digna. El intercambio es
bueno, pero, por desgracia, mucha gente no regresa porque es difícil aceptar las
cosas que no te gustan y eso te hace sentir bastante impotente. Sin embargo, creo
que en el extranjero también se puede hacer algo por nuestro país, ya que es fácil
detectar a los mexicanos que quieren unirse para lograr una incidencia social o
política. Todo es válido”.
¿Te desagrada algún aspecto de la vida
en Madrid?
M: Cuesta trabajo adaptarse a las formas.
Para el español, nosotros somos muy melosos, dicen que damos demasiados rodeos
cuando pedimos algo. Aquí he aprendido que ser directo no es lo mismo que ser
mal educado. Y bueno, el servicio a clientes me parece fatal, aunque está
cambiando debido a la crisis y porque hay pocos empleos.
¿Has considerado regresar a México?
M: Me encantaría. No lo extraño porque,
al menos, voy dos veces al año y procuro quedarme el mayor tiempo posible para
disfrutar a mi familia y amigos. Lo que me detiene, es que en México ejercer la libre opinión te pone
en peligro y yo no quiero vivir en un país donde debes permanecer callado por
razones de seguridad.
¿Qué dices de Sinaloa, tu estado?
M: He vivido en distintas ciudades de
Sinaloa. En Mazatlán la gente es fantástica, con mentalidad de puerto, son muy
abiertos.
¿Y los culichis?
M: En Culiacán la gente también es muy
abierta, no se andan por las ramas. Y, aunque tienen mucha tolerancia a la
violencia, robar se considera fatal. No lo entiendo, puedes ser lo que quieras,
menos rata. En los Mochis la sociedad es bastante cerrada y clasista, se creen
de clase alta; eso sí, la comida es deliciosa porque al ser un lugar pequeño,
hay poca actividad y la gente ha desarrollado el gusto por la cocina. Es una
ciudad muy bonita, se vive muy tranquilo. En general, Sinaloa es un estado de
gente muy simpática, dispuesta a reírse de sí misma, son buenos para el chiste
y fraternales. Sin embargo, como te digo, todo el estado es tolerante a la
violencia, desde temprano tienes contacto con hechos violentos, yo nací rodeado
de eso. Se convive con el narco, hay balaceras en las esquinas, esporádicas,
pero están ahí y a la gente le parece normal. Una bala perdida es el peligro
más común, realmente se vive en el ojo del huracán. Por eso critico que se
cuenten las historias del narco como si se tratara de superhéroes.
Cuatro años antes de que M pisara
Madrid, David Foster decía: “Seguro lo saben, es en extremo difícil permanecer
alerta y atento, en vez de hipnotizado por el constante monólogo que se produce
en nuestra cabeza. Aprender a pensar, en realidad significa aprender a
ejercitarse en qué y cómo pensar. Significa estar consciente, lo suficientemente
despierto para elegir a qué prestas atención y cómo construyes significado de
una experiencia”. Impulsada por esta idea, pregunto a M si piensa en nuestro
país y él me responde con un rotundo sí que también se observa en sus ojos:
M: En todo momento me preocupo por
México y lucho porque los mexicanos en el extranjero entiendan que no podemos
voltear hacia otro lado. Tenemos mucho por hacer, negar la existencia de los
problemas es un error. Están quienes prefieren contrarrestar la situación argumentando
que México es muy bonito, que tenemos playas y cultura, pero yo les digo que
eso no tiene nada que ver con lo otro. Hay que decir las cosas como son y no
avergonzarse. A menudo me encuentro con mexicanos residiendo en Madrid que
tienen esta tendencia. También, de repente, sienten que por vivir en Europa saltaron
de clase social, aunque seguramente en México pertenecen a esa frágil clase
media a la que le basta una enfermedad para quedar en la pobreza o enganchado
con créditos. No puedes venir acá y pretender ser lo que no eres. Deberíamos
entender que todos somos iguales, pero hemos tenido oportunidades diferentes.
¿Cómo percibes la situación actual en el
país?
M: En derechos humanos estamos en la
calle. Parece una burla, es increíble que suceda una cosa tras otra: la recaptura
de El Chapo, la caída del peso frente al dólar… Si haces el balance del año
anterior, de lo que sucedió en Ayotzinapa, de cómo han jugado con los padres de
los 43 estudiantes desaparecidos y el trato inhumano que les han dado, es
terrible. Me resulta inimaginable que alguien pueda desaparecer a 43 personas.
Esto demuestra el grado de impunidad que existe y la presunción de poder que
sobrepasa cualquier comprensión. Es la mentira histórica, pero a final de
cuentas no somos tontos y sabemos que el gobierno funciona así, que ha alargado
el proceso para que este fuego se vaya extinguiendo; aunque, por suerte, lo que
sucedió ha despertado las conciencias de muchas personas.
Escuchando a M, insistentemente evoco la
serena voz de David Foster, el literato neoyorquino considerado por Los Ángeles
Times como uno de los más influyentes e innovadores de las últimas décadas: “No
se trata de ser virtuoso. Es, más bien, un asunto de elección, de entregarse al
cometido de alterar el arraigado -y literal- pensamiento de centrarse en uno
mismo, para evitar ver la realidad con una mirada desértica”. Dejar de pensar
en el “yo” para concentrarse en “el otro”, observando la existencia a través de
nuestro particular lente, es lo que propone quien siendo estudiante obtuvo una
mención summa cum laude por sus tesis de inglés y, otra más más, por la de
filosofía. Llendo y viniendo por este cavilar, prosigo con la entrevista.
¿Por qué en México no se ha podido pasar
de la protesta a la propuesta social?
M: El paso de los meses y de los años
diluye las protestas; la represión, las detenciones arbitrarias también
influyen. El miedo ha hecho que se frenen un sinfín de movimientos, pero la
principal causa somos nosotros mismos que no hemos mostrado la sencillez y
humildad necesarias para aprender de los errores y dar el siguiente paso, que
es organizarnos. Por desgracia, algunos movimientos se desgastan debido a
discusiones entre los cabecillas que se convierten en el foco de atención, hay
demasiado protagonismo. La realidad nos divide y muchos mexicanos todavía se
sienten fuera del barco, no comprenden que en algún momento la violencia nos
puede tocar a todos, que nos están jodiendo a todos por igual. Se ha sabido de
estas luchas sociales, pero al mexicano también se le bombardea con cantidad de
teorías y la televisión manipula a la gente, tacha de revoltosos a quienes se
preocupan por los problemas sociales y eso al México clasista le encanta.
Por otro lado, los mexicanos tenemos
miedo a exigir porque confundimos la denuncia con la queja. No nos vemos exigiendo,
hemos estado dormidos y hemos sido pisoteados toda la vida; nos sucede como a
las mujeres golpeadas, que ni siquiera se dan cuenta de lo que están viviendo. Hay
mucha apatía por parte de quienes consideran que no les corresponde remediar la
situación. Hay otros tantos que sí se involucran, pero se sienten desarmados
porque en México no tenemos los medios para lograr el empoderamiento ciudadano.
Por eso, no debemos olvidar que somos nosotros, al menos en teoría, quienes
ponemos a los gobernantes en sus puestos y que están ahí para servir al pueblo.
¿En nuestro país se vive o se sobrevive?
M: Se aprende a sobrevivir. Cuando vas a
México parece que no sucede nada; mientras no te roben o secuestren, tienes una
vida muy buena y la alegría de estar con la familia y los amigos. La violencia
no se percibe porque somos millones de personas, pero debemos poner énfasis en
los números para que la gente sepa de todos los desaparecidos y muertos que el
gobierno ha tratado de ocultar. La prensa está de acuerdo con ellos, no hay un
periodismo que haga notas de impacto y que despierte consciencias. Todo está
manipulado, en especial los medios que tienen mayor alcance. Es necesario que
el mexicano se dé cuenta que estamos en un sorteo y que a cualquiera le puede
tocar ser víctima de la violencia. Debemos ser sensibles ante el dolor ajeno y
mano a mano pedir justicia. Es cuestión de ponerse en el lugar de la otra
persona, de preguntarse cómo reaccionaría yo si me sucediera lo mismo. El
mexicano es un pueblo muy sensible y, si se lo propone, puede tener empatía.
¿Qué problemas consideras prioritarios?
Número uno, la desigualdad. Después la
corrupción, las instituciones están completamente podridas y algo que me
preocupa muchísimo es la trata de personas, de mujeres y de niños. Cada persona
que es padre o madre, debería tener en mente la explotación infantil. El tema
de los hijos es algo que sensibiliza a cualquiera. Dejo al final el
narcotráfico porque la constante demanda de drogas por parte de Estados Unidos,
hace que este sea un problema que no tiene fin.
M forma parte de un colectivo de
mexicanos que se han solidarizado con los familiares de los 43 estudiantes
desaparecidos y con algunas otras causas, entre ellas la defensa de los
migrantes que atraviesan el territorio mexicano. Periódicamente se reúnen para
hablar de la problemática y realizar eventos para la recaudación de fondos,
aunque su propósito no es solo ser una fuente de ingresos, sino influir, pasar
la voz tratando de contagiar a más mexicanos su voluntad de transformar el
país.
“Aquí en España hay mucha gente que se
solidariza con las causas sociales, el poder de convocatoria puede ser grande y
tener la atención internacional ayuda bastante. Solo hay que sumarnos más para
que los cambios sean posibles. En varios países de Europa se han formado
colectivos de mexicanos preocupados por México, cada uno funciona de manera
independiente y desde el año pasado venimos trabajando en crear una red para
estar en contacto. Te hablo de mexicanos en Reino Unido, Francia, Bélgica,
Italia, Dinamarca y Australia. Esto es muy alentador, los mexicanos debemos
juntarnos, enriquecernos en ideas y hacer planes juntos; algo surgirá de ello”,
dice M con la intensidad y la fluidez de quien se asume partícipe de una
renovación social.
¿Qué proyectos tienen en puerta?
M: Este mes habrá una reunión de
colectivos a puerta cerrada con el objetivo de conocernos, hacer un balance de
lo hecho y analizar qué más podemos conseguir. La idea es entablar lazos de
confianza, contar nuestras experiencias y eliminar las paranoias que pudieran
entorpecer la colaboración. El encuentro se realizará en Madrid, gracias a un
grupo de activistas que se movilizó y convocó a colectivos de Barcelona,
Málaga, el País Vasco y Zaragoza.
¿En este encuentro participarán ciudadanos
españoles?
M: Sí, contamos con miembros españoles
que han vivido en México, que son estudiosos del zapatismo, que tienen familia
en México o, sencillamente, que se han solidarizado con la causa.
Principalmente documentalistas, artistas que aportan muchísimo y tienen
experiencia en trabajo colectivo.
¿Consideras la cultura como una
herramienta de concientización social?
M: No lo sé, es algo que no me he
planteado. Quizás se puede influir por medio de la fotografía o el video, pero,
más bien, pienso en estrategias directas de concientización como el uso de las
redes sociales, la asistencia a conferencias, la difusión de boca en boca o en
reuniones ciudadanas. Después de Ayotzinapa se realizaron diversas actividades
artísticas, por supuesto que la cultura tiene un papel importante.
¿Qué mensaje envías a nuestros paisanos?
M: Que se quiten de la cabeza esa idea
de “no va a cambiar nada”. Al no estar empoderada, la gente no encuentra
sentido en salir a las calles con una pancarta, pero yo les pido que se sumen
porque compartimos más de lo que creemos y juntos podemos ganar mucho. Les digo
que no tengan miedo y que piensen que exigir un México en paz, un México mejor
para todos, no es motivo de vergüenza. El camino es largo, pero hay que empezar
ahora. También me gustaría que la gente de la ciudad se diera la oportunidad de
tomar un fin de semana para visitar un pueblo pequeño o una comunidad indígena,
a fin de construir lazos de unión y empatía. En un país de desigualdades, como
el nuestro, es casi fortuito ser una persona con ciertos beneficios o
privilegios. No es fácil salir adelante, eso hay que entenderlo para no mirar a
nadie por encima del hombro.
Foster Wallace afirmaba que “no existe
una sola experiencia que no esté centrada en el Yo”. Vemos el mundo detrás o
delante de nosotros, frente a nuestro televisor o nuestra pantalla, con lo cual
la idea de El Otro se pierde en la urgente necesidad de lo propio. Sostenía,
además, que a menudo sobreintelectualizamos la vida y nos perdemos en el cúmulo
de abstracciones que genera nuestro cerebro. “Si automáticamente están seguros
de qué es la realidad, entonces dejarán de ver otras posibilidades”, explicó a
los chicos y chicas en aquella visita al colegio privado de Ohio, fundado en
1824. La charla con M está por finalizar, pero antes me pide que encienda de
nuevo la grabadora para precisar su último comentario:
M: No podemos olvidar a quienes se
juegan el pellejo todos los días, debemos permanecer muy atentos porque es gente
que está luchando por sus derechos y por los nuestros. Todos estamos en el
barco y merece respeto y preocupación de nuestra parte lo que ocurre con los
héroes de la calle que, sin darnos cuenta, están construyendo el futuro no solo
de sus descendientes, sino de toda la comunidad.
Nuestros rostros chocan cuando M se
despide dándome dos besos, uno en cada mejilla, a la española. Una costumbre
que, teniendo menos de un mes en Madrid, aún no asimilo. “Cuando saludamos así,
entre mexicanos decimos que hemos perdido a uno de los nuestros”, comenta M en
medio de nuestras risas y abrazos empalagosos. Él se queda en la Plaza Matute.
Yo, camino ante la tarde rumbo al multicultural barrio de Lavapiés, sintiendo
un placer que no puedo ni quiero disimular. Es el placer, tan involuntario y
tribal, que arremete cuando dos seres humanos se acercan y comunican sin
restricciones, con los poros bien abiertos. El placer que, una vez más, me
remite al raudal de sentencias producidas por la inteligencia -deprimida a
perpetuidad- de David Foster Wallace:
“La clase de libertad que realmente
importa, implica atención, consciencia y disciplina. También ser capaces de
cuidar de otras personas mediante una miríada de acciones cotidianas, pequeñas
y poco atractivas. Esto es lo que significa ser educado y aprender cómo y en
qué pensar. Su opuesto es la inconsciencia, el pensamiento programado. La verdad,
con V mayúscula, es la vida antes de la muerte. Este es el auténtico valor de
la educación, que poca relación tiene con el conocimiento y toda con la
consciencia; consciencia de lo esencial que se oculta, todo el tiempo, frente a
nuestros ojos y, por ello, debemos recordar una y otra vez que educarse es un
trabajo de toda la vida”.
El 7 de febrero, en la portada del
periódico mexicano La Jornada, apareció el siguiente titular: “La humanidad, en
su momento más crítico: Chomsky”. Un día antes, el diario español El País, en
su edición para Cataluña, publicaba el artículo “Desigualdad: el tema”, cuyo
autor es Joan Subirats. Con exclusivas reflexiones sobre determinados asuntos, en
las entrañas de ambos textos se advierte, sin tacañería, esa verdad con V
mayúscula que Foster Wallace desmenuzó: la vida antes de la muerte. Por lo expresado,
tal parece que M se ha unido a esta tribu de los que ya han elegido en qué
pensar.
Artículo originalmente publicado en Homozapping el 9 de febrero de 2016.
Buenísimo artículo, un abrazo desde Budapest, Hungría. Los invito a leer mi blog http://amexicaninbudapest.wordpress.com :) Abrazo grande, compatriotas. Saben que pueden contar conmigo para cualquier buena causa.
ResponderEliminarSaludos Rafael, gracias por compartir la liga a tu blog.
EliminarGracias por la invitacion! Solo la union de conciencias hace la fuerza!! Todos somos UNO!! Y me uno yo tambien. Pasemos la voz a nuestros hermanos contactos! Unamonos!
ResponderEliminar"Todos somos El Otro", gracias por dejar tu comentario. Saludos!!
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