Fabricando enemigos
© G.
Serrano.
|
No es moda pasajera, más bien
necesidad apremiante. Desde hace ya un par de años, alrededor del mundo se ha
comenzado a hablar de asuntos como generar valor comunitario, desarrollar un
modelo de economía solidaria y sustentable, utilizar herramientas colectivas de
pensamiento y, principalmente, de poner en el centro de la discusión el modo en
que actualmente nos relacionamos unos con otros y con el medio ambiente. Y así,
como pensar en Yucatán nos remite de inmediato a imágenes de sosegadas calesas
circulando por el Paseo Montejo, esta visión de un nuevo escenario
internacional no puede desligarse de diversos movimientos sociales -como el
Zapatismo y #YoSoy132 en México o el 15-M en España- surgidos de la profunda
decepción que por décadas ha causado el sistema político y económico
predominante en el contexto neoliberal.
A pesar de su apabullante
regionalismo, Mérida no es ajena a este entramado mundial de gente potenciando
distintos debates, prácticas y estrategias. Se trata de gente decidida a
reunirse para reflexionar sobre temas tan universales como el feminismo o la cultura
libre. Son, como muestra, el colectivo de ciclistas urbanos “CicloTurixes”, el
mercado orgánico “Slow Food” que se monta cada mañana de sábado en la colonia
García Ginerés, la Escuela de Agricultura Ecológica de Maní, los apicultores,
académicos y asociaciones civiles que organizaron la reciente consulta indígena
maya sobre la siembra de soya transgénica en la región, el Observatorio de
Movilidad Sostenible de Mérida en el que participan jóvenes como Efraín Tzuc, el
colectivo “Culturas Libres al Parque” que se reúne en el Barrio de Santiago o
aquellas mujeres que conforman el Comité Conmemorativo del 1er Congreso
Feminista 1916-2016.
“Piensa global, consume local”,
es una de las múltiples consignas que a manera de estandarte portan quienes sostienen
que otro tipo de sociedades son, si no seguras, al menos posibles. Pero pensar
global nos cuesta trabajo, más cuando los medios de comunicación masiva
mantienen una agenda informativa en extremo acotada, lejana de lo que realmente
está sucediendo en las calles e insisten en presentarnos notas sensacionalistas
o simplonas a manera de telegrama que, lo saben muy bien, habrán de generar
audiencia pero no un análisis mínimo y contextualizado de lo que ocurre cerca y
lejos del lugar en que vivimos. La sonada participación, o no, de Emma Watson
en el Encuentro Internacional Digital “Mujeres en la economía del conocimiento
y la innovación” que se realizó en Mérida, es noticia si y solo si porque
sucede en esta ciudad y porque se trata de una célebre actriz, aunque la
población meridana tenga escasa o nula información sobre los disturbios
barriales de 2011 en Londres o de las tareas de esta joven activista como
Embajadora Global de Buena Voluntad de Naciones Unidas (ONU).
Qué interés puede tener para los
lectores locales enterarse de los últimos atentados de la yihad islámica en
París, Túnez, Ankara, Bagdad o Estambul; para qué dar cuenta del conflicto en
Siria, de la crisis de refugiados en Europa o de las declaraciones de guerra
del presidente Hollande, se preguntan irónicos los periodistas que viven en la
inopia, obviando que la Península de Yucatán ha sido y es hoy tan pluricultural
como un autobús turístico en camino a Chichen Itzá. Craso error porque mientras
tanto, toda una masa de individuos -algunos de ellos en interlocución constante
a través de Internet- está provocando importantes cambios, desde abajo y de
manera horizontal, en diferentes países y en todos los ámbitos del quehacer
humano. Me refiero a transformaciones de las que no informa la prensa, solidarios
actos de ciudadanos de a pie que se pierden entre cortinas de humo mediáticas,
intervenciones en comunidades específicas que bien pueden replicarse en otros
sitios, pero que no se difunden fuera de su entorno más próximo porque no forman
parte de los trending topics o tendencias. Por eso, a menudo, sentimos que
estamos solos en el esfuerzo y creemos, por ejemplo, que el proceso de
gentrificación en el centro histórico de la capital yucateca tiene ínfima
relación con lo que pasa en el barrio de Lavapiés en la capital española.
El desconocimiento de “El Otro”, de
aquello que en apariencia nos es ajeno, solo abona al miedo, causa desasosiego,
impotencia, angustia. La ignorancia es el perfecto solvente de los lazos
sociales y uno de los más poderosos compuestos químicos empleados para la
progresiva fabricación de enemigos. Temibles “enemigos” a los que igual les
preocupa la desigualdad, la falta de democracia o el modelo de ciudad que
determinará el uso de los espacios públicos en sus localidades. De este modo, distantes unos de otros, vamos
imprimiendo etiquetas de “buenos” y “malos” con las que defendemos nuestras
trincheras ideológicas o identitarias; así es como nos atrevemos a afirmar que ciertas
vidas valen más que otras y así, es como los gobiernos cierran fronteras y
establecen políticas de seguridad para prevenir el conflicto. ¡Ay, Borges! Qué
ingenuo al decir: “yo soy los otros, cualquier hombre es todos los hombres”. Y
qué cándidos los que, como Emma Watson, van repitiendo por ahí eso de que nos
unen más cosas que las que nos separan”.
Artículo originalmente publicado el 27 de enero de 2016, en La Jornada Maya.
Comentarios
Publicar un comentario