Adela y Carmelo: en la superficie de la existencia
© G. Serrano |
“Que la idea de
la muerte no me distraiga de lo que estoy haciendo, porque lo que va a quedar
es lo que uno haga de vivo”, Gabriel García Márquez.
Las crónicas periodísticas. Los testimonios de miradas extraviadas. Las
imágenes de una realidad insuperable. Los videos documentando la muerte,
nutriendo el morbo, generando clickbaits. Las protestas masivas en las calles. Los
memoriales en papel, en piedra, en canción, sobre tela. La contabilidad, la
estadística, el recuento, el espectáculo. El exceso. La soledad. La tristeza. Y
la noción del tiempo.
Siendo corresponsal, durante la Revolución de los Claveles, Ryszard Capuściński describe esta sensación
que tuvo cierto día, estando en Luanda:
“Consulté el calendario, puesto que ya no tenía noción del tiempo, o
mejor dicho, para mí el tiempo había perdido toda medida y divisibilidad,
disipándose y desvaneciéndose como el fibroso vaho de los trópicos. El tiempo
concreto había perdido su significado, hacía mucho que para mí no tenía ninguna
importancia si era el día diez o el día veinte, miércoles o viernes, las ocho
de la mañana o las dos de la tarde. Mi vida transcurría de acontecimiento en
acontecimiento, dirigiéndose de una manera difusa hacia un destino no menos
difuso”.
Así pasa en condiciones de guerra.
En México existen personas cuyas
vidas transcurren de acontecimiento en acontecimiento, de ausencia en ausencia,
de sinrazón en sinrazón. Personas para las que el Black Friday o la presencia
de Paul Auster en la FIL 2017, por ejemplo, han dejado de tener cualquier
importancia.
Personas como Adela De Anda Paz, que
vive en la ciudad de Xalapa, en Veracruz, y es la madre de Carmelo Cervantes De Anda, estudiante de arquitectura —de
nacionalidad mexicana y española— que desapareció la noche del 3 de agosto de
2012 y desde entonces nadie sabe dónde está ni qué le sucedió. También, desde
entonces, Adela ha perdido toda medida y divisibilidad del tiempo. O mejor
dicho, su tiempo permanece estático en esa fecha, en los detalles minúsculos de
la desaparición de su hijo, en las versiones contradictorias de los testigos, en
algunos objetos personales, en escenas que no olvida.
Carmelo Cervantes De Anda |
Carmelo Cervantes es uno de los
más de treinta mil desaparecidos que ha dejado —hasta el momento— la guerra
contra el narcotráfico. En el estado de Veracruz suman alrededor de tres
mil. En conjunto son sucesos, cifras, denuncias,
indignación, dolor, impunidad, injusticias que algunos periodistas y defensores
de los derechos humanos intentan visibilizar, a pesar de la censura estructural
a la libertad de expresión y del peligro que implica desafiar a un sistema
corrompido y corruptor hasta la médula. El cronista Javier Valdez fue asesinado
por contar la violencia en Sinaloa. Desde 2000, más de cien comunicadores han
terminado igual: asesinados.
También puedes leer: Los escuadrones de la muerte de Veracruz.
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Sin embargo, “incluso en la muralla más compacta se abre una grieta (o al menos
tenemos esa esperanza, cosa que ya significa mucho). Aun cuando nos da la
impresión de que ya no funciona nada, algo sí lo hace y nos proporciona un
mínimo de existencia. Aunque nos rodee un océano de mal, siempre emergerán de él
islotes verdes y fértiles. Se ven, ahí están, en el horizonte. (…) como las
ramas de un arbusto que creciese en la costa, para oponer resistencia a los
remolinos que nos tiran hacia el fondo. Esa grieta, ese islote y esa rama nos
mantienen en la superficie de la existencia”.
Esto nos dice Capuściński
en Un día más con vida (Anagrama,
2003). Y es la misma idea que hoy quiero contagiarles: la urgencia de convertirnos
en grieta, islote o rama para mantener en la superficie de la existencia a
mujeres como Adela De Anda y a todos aquellos que son víctimas de hechos
infames. Ser grieta, rama o islote significa, en estas circunstancias, hacer algo
tan instintivo como tender la mano, no permanecer indiferentes ante el
sufrimiento, manifestarnos las veces que se requiera, exigir que se cumpla la
ley. Es decir, alzar la voz para que la tragedia de tantas personas no quede
sepultada bajo el peso de la desinformación en las redes sociales ni de la
desmemoria de las sociedades contemporáneas.
También puedes leer a Marina Garcés sobre "La Europa de los derechos".
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Sin que sea preciso conocer la
biografía de Carmelo Cervantes, significa asumir un compromiso con la narración
de la historia que juntos escribimos. Sin que sea preciso ser mexicano o
español, significa dejar la parsimonia y decantarnos por lo que sabemos es
correcto. Y hacer de nuestros actos —como sugería el filósofo Tzvetan Todorov—
un elogio a la insumisión por encima de cualquier frontera para rechazar la
mordaza que viene desde arriba, la muerte por imposición.
Para recuperar el valor de un
concepto tan vapuleado como la dignidad humana.
Díganme ingenua, pero significa
apelar a la bondad en los términos del escritor ruso Vasili Grossman: “La
bondad de un hombre para con otro hombre, una bondad sin testigos, pequeña, sin
grandes teorías”. Una bondad que oponga resistencia, que nos mantenga a flote
o, si prefieren, que nos salve de terminar ahogados, todos, en ese océano del
mal que en ocasiones parece el mundo.
Posdata: "Yo no nací sin causa", Natalia Lafourcade:
Posdata: "Yo no nací sin causa", Natalia Lafourcade:
En México continúan las amenazas, el hostigamiento, la intimidación, las agresiones y los homicidios contra periodistas y defensores y defensoras de los derechos humanos, sin que el mecanismo federal de protección brinde seguridad adecuada a estas personas. Para mayor información, visita el enlace.
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