“No basta con consumir cultura, hay que producirla”

Laura Szwarc durante una sesión del taller Entonces baila. Fotografía: © Akántaros.

Son un colectivo volteriano. Una asociación multicultural y transdisciplinar dedicada al arte y a la educación. Un laboratorio de experimentación y creación. Son derivas, propuestas, interrogantes, imaginarios. Una travesía inagotable. En esta ocasión conversamos con una de sus integrantes, la artista argentina Laura Szwarc que radica en Madrid y nos habla de ese universo interior que habita y con el que intenta, cada día, transformar su entorno más cercano.

Como la lluvia, la cultura a cántaros: a torrentes, a mares que se desborden, que fluyan, que inunden cada rincón y provoquen un tsunami emocional en una sociedad ávida de algo con más sustancia que una criptomoneda, o un tweet o un meme en las redes sociales. A cántaros la música del extremeño Pablo Guerrero. Y la poesía de Juan Gelman. Y las puestas revolucionarias de Tadeusz Kantor. Y la danza de Pina Bausch. A cántaros y acá, en los barrios, en las escuelas, en las plazas, entre todas y todos.

Frente a una generación acostumbrada a los bits, a las unidades “mínimas” de información, Akántaros propone una suerte de maestría demandante y agotadora, pero indispensable para hacer sentido en medio del caos; es decir, de la precarización laboral, las noticias falsas, el 1% por ciento más rico acaparando el 82% de la riqueza global, la dictadura de empresas como Facebook, Google y Amazon, el encono que causa la violencia machista. La lista de asuntos que consumen nuestra vida es larga y —parecen— limitados los recursos que tenemos para imaginar otros horizontes posibles.

Pero ¿Quién dijo que todo está perdido?

Akántaros cual Fito Páez— viene a ofrecer su corazón para decirnos que no, que este no es el apocalipsis y que no solo de tecnología vive el hombre, que también es necesario el pensamiento expresado en escritura, en voz, en cuerpo, en escenografía, en comunidades de personas mirándose a los ojos y reconociéndose como iguales en la diferencia. Nada que no sepamos; de hecho, es una idea bastante simple: educar para liberar lo mejor de cada individuo. Educar con arte, regresar a las humanidades.

“Consideramos que el arte posibilita un espacio de comunión, de acercamiento con los otros. Se ubica de tal modo en la realidad que la inquieta, la mejora, la embellece, la agita y la suaviza al mismo tiempo”, declaran en el Manifiesto que pueden leer en su sitio web. También que “el arte no es cosa aparte, intocable y que hacen otros. El arte está en todos; los niños, él, ella, la piedra, el cielo, la melodía, las letras… Nos construye y lo construimos, nos atraviesa y lo atravesamos”.

Por lo que proponen una “Toma del arte”. Pero una apropiación auténtica, alejada de la demagogia, desde las periferias, permanente, asumiendo un compromiso, sin olvidar los acontecimientos que nos han marcado y, sobre todo, con disfrute. Así es como surgió este colectivo, “de la convivencia de artistas con distintas líneas de investigación en diversos campos (literatura, teatro, danza, educación, música, artes visuales), proponiendo un espacio de creación e investigación, un espacio plural que acceda al intercambio de las múltiples construcciones del arte”.

Conversar con Laura Szwarc, responsable de la coordinación y dirección del proyecto, implica escuchar a una mujer meticulosa en su trabajo, comprometida con el arte, ocupada en los asuntos de su comunidad en el sentido más local, pero sin desatenderse de lo que ocurre en otros lados, en el Cono Sur, por ejemplo. Sus temas son los de esas minorías cada vez más amplias: la situación de exclusión que viven los migrantes en los países de destino, el acceso a la cultura para niños y jóvenes, la disparidad laboral entre hombres y mujeres, el esfuerzo de artistas emergentes para visibilizar diversas problemáticas, la sostenibilidad económica a través del arte, en especial cuando deja de ser una profesión y se convierte en una filosofía, en un modo de pensar el orbe y las relaciones.

Su destreza pedagógica y su práctica cultural son vastas, atraviesan distintos ámbitos. Laura escribe poesía, imparte talleres de artes escénicas, documenta sus aprendizajes con igual finura que un orfebre. Esta vez nos reunimos para hablar de El río suena, la colección de obras publicadas por Editorial Las parientas que reúne el bagaje teórico y vivencial sobre el cuerpo como texto, la escritura creativa, el teatro callejero y los cruces entre disciplinas para exponerse —con los cinco sentidos— al conjunto de manifestaciones que llamamos cultura.    

Cinco libros que, en sus palabras, representan “una experiencia artística y educativa” cuyo ensamblaje le ha llevado más de una década de tránsito por Argentina, México, Cuba y España, entre otros países. Es una artista que se mueve a ras de suelo usando la sensibilidad como brújula. Un empeño nada fácil cuando se cuenta con recursos económicos limitados y la poca curiosidad de la gente por asomarse a otros cielos que no sean los digitales o los impuestos por un consumismo frenético. Esto no es ninguna exageración, datos del Observatorio Social “La Caixa” revelan que solo el 14,2 por ciento de la población realiza alguna actividad artística no profesional.

Nuestra conversación se centra en su obra; prefiere aprovechar los minutos para compartir con prolijidad los saberes que ha encontrado.

Colección de libros El río suena. Fotografía © G. Serrano

Con todo cuidado toma el primero de los libros, busca la página, comienza a leer cierto párrafo que sigue con su dedo índice, para no perderse. Y levanta la mirada para confirmar que estoy escuchando. Cántaro de letras es un homenaje a la palabra, un elogio a los hacedores de ideas que juntan signos gráficos para “calmar la sed”, para convertirse en fuente de conocimientos. Sin fórmulas, sin respuestas fijas, Laura propone la literatura como una herramienta para “abrir los discursos”, para jugar, recrear, nombrar y desnombrar. Para “desanudar”, dice. Consiste en un juego que va de lo poético a lo narrativo para senderear por la lecto-escritura.

Del libro Cántaro de letras (2017). Fotografía © G. Serrano

Palabras cantadas es eso, una melodía colectiva y un taller para crear letras de canciones basado en la premisa de Augusto Boal: “No basta con consumir cultura, hay que producirla”. Este trayecto comenzó en Argentina en 2013“entre conversaciones informales y panes con mermelada” en el marco del Programa Nacional de Orquestas y Coros para el Bicentenario. Diseñado para jóvenes, el tinglado comienza cuando se presentan y relacionan su nombre con una palabra. Después leen poesía, describen el espacio en que se encuentran, imaginan otro dónde quisieran estar, inventan personajes; en fin, unen lo particular con lo general mientras se acercan a la pluma de escritores como Franz Kafka. Del conjunto emergen expresiones de la existencia y, por supuesto, canciones sentidas, personalísimas.

Del libro Palabras cantadas (2015). Fotografía © G. Serrano

En japonés, Kamishibai significa “teatro de papel”. Entre láminases el registro de cómo contar una historia mediante esta técnica. Es teatro creado por niños, estudiantes de secundaria, bibliotecarios, docentes, cualquiera que se anime a hacerlo. Teatro itinerante con el fin de pasarla bien, porque —como comenta la autora— “los talleres de Akántaros son divertidos porque la palabra es cosa seria”. En la contraportada del libro y para que no quede duda, el texto de Amalia Sato, profesora de literatura y miembro del Club Argentino de Kamishibai, señala: “Dicen que llegaron a ser cincuenta mil los teatristas que pedalearon por Japón en el momento de mayor popularidad. Creemos que seguirá multiplicándose y solo nos cabe festejar que la amorosa práctica de narrar con láminas haya iniciado aquí su renovada práctica”.


Del libro Entre láminas (2015). Fotografía © G. Serrano

Entonces baila es una invitación a “danzarnos unos a otros”, a reconocer el cuerpo propio y “el cuerpo comunitario” —entendidos como una narración extendida—. Para ello, primero es preciso saber dónde termina un cuerpo y dónde empieza otro, así que los participantes miden sus dimensiones, se palpan, se permiten ser y descubrirse como una “red de cuerpos en conexión”. En este taller se baila al estilo de cada uno y cada paso constituye una escritura que, además, contribuye a descolonizar el cuerpo, a despojarlo de los pesos que le impiden moverse. Aquí se viene a plegar, desdoblar, sacudir y liberar el cuerpo en compañía de Pierre Bourdieu, Clarice Lispector o Ray Bradbury. 


Del libro Entonces baila (2017). Fotografía © G. Serrano

Los libros como “casas-cuerpos” que nos habitan y habitamos, que nos reciben, cobijan y son el medio —o el territorio— para realizar una “exposición teatralizada interactiva”. Para mirarte mejor es, de acuerdo con el escritor argentino Daniel Camels, “un tributo al libro y sus lectores”. Por su parte, Laura explica este sendero que inició en 2005 y continúa de la siguiente manera: “La palabra leer nos convoca a «recorrer con la vista, reunir, elegir, anunciar» y también, asombrarnos. (…) El lugar fundamental de la lectura es el libro. Queremos, por lo tanto, valorizar este objeto y anteponerlo al mundo mediático, donde las insistencias de ciertas imágenes vacían las significaciones”.

¿Cómo lo logran? Quienes asisten a esta aventura exploran un escenario donde los personajes protagónicos son libros que dialogan entre sí y sugieren una conversación mayor, grupal a la vez que íntima. Libros expuestos: gigantes, en forma de túnel, poéticos, de cuentos, como escaleras, plegadizos tipo biombo y, no podían faltar, humanos. 


Del libro Para mirarte mejor (2015). Fotografía © G. Serrano

Akántaros es un caudal. En 2017, su creación de un archivo móvil de marcas corporales sonoras, Sonido hasta por los codos, fue seleccionada para realizarse a través de Levadura, programa educativo de residencias para creadores. También colaboraron con el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid en la investigación-acción de danza Mirar suspendida. Este año esperan publicar los dos últimos libros que completan esta colección. Mientras sucede, por estos días leo las reflexiones sobre la vocación de escribir de un economista y escritor que, primordialmente, fue un humanista de talante enorme y caminar pausado. José Luis Sampedro solía decir esto —en sus charlas, a sus alumnos—: “Hay que querer a las personas a quien se dirige uno. Hay que provocar en el que escucha que piense por su cuenta”.

Podría emplear cualquier clase de adjetivos para referirme a la trayectoria de Akántaros y de Szwarc, pero prefiero decirles que en esta y el resto de su producción cultural veo dos cosas, las mismas, las imprescindibles que sugiere Sampedro cuando se pretende hacer de cualquier ocupación un arte: amor y provocación. Si quieren sentirse amados, si desean toparse con un libro en el que desde la primera página se percibe el esmero que hay detrás, vayan a la librería y sorpréndanse porque, todavía, El río suena.  

Para más información sobre la autora, visita: https://lauraszwarc.wordpress.com/  

Posdata: sugiero leer Los artivistas y su forma creativa del compromiso político a través del arte.


Artículo publicado originalmente en:


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