EPISODIOS SONOROS – Pan con miga 8: Un cuento de pan
Un homenaje a dos cosas que nos han alimentado toda la vida: el pan y los cuentos. |
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Cuando era pequeña tuve la suerte de que mi abuelo materno me diera una buena dosis de cuentos. Leí casi todos los de Hans Christian Andersen, después pasé a otros clásicos como Las aventuras de Sherlook Holmes, Tom Sawyer y Las mil y una noches. En la preadolescencia llegué a Mujercitas y a David Coperfield. Ahora, décadas después, sigo con mi lectura de El pan que como, escrito por Paloma Díaz-Mas y entre sus páginas me he topado con este cuento:
Había una vez un hombre que no tenía para comer. Al pasar por una calle le atrajo el aroma del pan que salía de una tahona. Y, como tenía mucha hambre, entró a la tahona y le pidió al panadero que le diera como limosna un trozo de pan. Pero el panadero, que tenía el corazón de pedernal y no se apiadaba de los pobres, le dijo que no. El pobre, hambriento, salió a la calle y se sentó en el suelo. Ya que no podía comprar pan, por lo menos disfrutaría de su olor.
Así día tras día, hasta que uno de esos el panadero salió y, con malos modos, le dijo al pobre: “Me debes tanto dinero por el pan de mi panadería, porque has olido todos los días el aroma del pan que horneo y eso tiene un precio”. Como el hombre no tenía dinero para pagarle, el panadero llamó a la guardia real para que se lo llevasen a prisión. En aquel tiempo era rey Salomón, quien tenía fama de hombre justo.
Así, el pobre y el panadero comparecieron ante él para narrar lo sucedido. Después de escucharlos, Salomón decidió su sentencia, pero antes de comunicarla, hizo traer una bolsita llena de monedas de oro y ordenó al panadero que se acercara para tomar su pago. Entonces el rey agitó la bolsa en el aire e hizo sonar las monedas. “¿Has oído el sonido de las monedas de oro que hay en el interior?”, le preguntó al panadero, quien sonriente contestó que sí.
Entonces, Salomón, el sabio, le dijo: “Pues ya has recibido tu pago. Porque es justo que el olor del pan se pague con el sonido de las monedas”.
No lo sé, tal vez de historias como esta proviene la frase “Huele que alimenta”. Para la autora del libro, es el mejor elogio que podemos hacer a una comida. Y al pan tradicional, artesano, el que huele, sabe y pesa.
Nos escuchamos pronto, para seguir leyendo juntos a qué sabe el pan con miga.
(antes de iros, no olvidéis dejar vuestros comentarios)
Escucha aquí la música que acompaña este audio:
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