Lecciones 2017: el activismo que cruza fronteras
Centro Social Tres Peces (Barrio de Lavapiés, Madrid). Presentación del libro "Desaparecidas de la Morgue" (Editorial Casa Fuerte, 2017), de la periodista Guadalupe Lizárraga. |
Este año Madrid fue el invitado
de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Desde México,
recibimos información puntual de la participación de escritores como Paul
Auster y Fernando Savater. La verdad es que ninguno se quedó sin la selfie, testimonio
de su paso por este parque temático, el Disneylandia
cultural —como definió la escritora y periodista María Fernanda Ampuero al
escaparate iberoamericano de libros e intelectuales—.
Si bien el predominio —el boom— de
las sociedades digitales ha derivado en que ahora España cuente con más medios
de comunicación independientes o alternativos, los contenidos informativos
siguen girando alrededor de los mismos temas, de unos cuantos que se convierten
en tendencias efímeras, en “flor de un día” o —si el hashtag surte el efecto
deseado— en flor de una semana. Sin
embargo…
En las calles de la capital española
suceden otras, más cosas que a menudo pasan desapercibidas por los periodistas
wiki que documentan la realidad desde el ordenador. Por ejemplo, el sábado 2 de
diciembre en el Centro Social Tres Peces,
en el barrio de Lavapiés, se realizó una quedada
para apoyar con firmas la candidatura de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, la mexicana elegida en
asamblea por el Congreso Nacional Indígena (CNI) para ser su vocera y contender
como candidata independiente en las elecciones presidenciales de 2018.
Como parte del programa se proyectaron dos videos que mostraron los planteamientos y algunas escenas del camino que ha recorrido esta mujer de ojos pequeñitos y párpados alargados, de mirada profunda y sonrisa serena que nació en Tuxpan, Jalisco, y en 1994 se adhirió a la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Defensora de los derechos humanos, conocedora de la herbolaria y la medicina tradicional, contraria al sistema capitalista, Marichuy es una indígena de origen náhuatl que promete gobernar obedeciendo, en el indigenismo y desde abajo, estremeciendo a la nación. Hay que decirlo, es la primera representante de los pueblos originarios que participa en el proceso electoral a nivel federal y con quien esperan romper el cerco que históricamente los ha excluido de la toma de decisiones.
Como parte del programa se proyectaron dos videos que mostraron los planteamientos y algunas escenas del camino que ha recorrido esta mujer de ojos pequeñitos y párpados alargados, de mirada profunda y sonrisa serena que nació en Tuxpan, Jalisco, y en 1994 se adhirió a la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Defensora de los derechos humanos, conocedora de la herbolaria y la medicina tradicional, contraria al sistema capitalista, Marichuy es una indígena de origen náhuatl que promete gobernar obedeciendo, en el indigenismo y desde abajo, estremeciendo a la nación. Hay que decirlo, es la primera representante de los pueblos originarios que participa en el proceso electoral a nivel federal y con quien esperan romper el cerco que históricamente los ha excluido de la toma de decisiones.
Proyección de video en apoyo a "Marichuy". © Gloria Serrano |
Este acto comunitario, político y
cultural estuvo organizado por los colectivos Y Retiemble y Madrid
Ayotzinapa 43, quienes además invitaron a la periodista mexicana Guadalupe Lizárraga (Mexicali, 1965) a
presentar su libro Desaparecidas de la morgue (Editorial Casa Fuerte, 2017), una
obra que se suma a la larga lista de proyectos con los que se intenta
documentar y visibilizar la violencia que a diario aflora en diversas zonas del
país.
— Como se trata de mujeres, de
niñas pobres y mexicanas, es un tema que no le importa a nadie. Por eso
agradezco que con su presencia hagan posible este evento. Tengo un ejercicio de
más de veinte años en el periodismo de investigación; hubo un momento en el que
decidí no ser parte del sistema, sino ir por la libre para dedicarme a un
periodismo marginal, poco celebrado y de muchos obstáculos, pero indispensable
en países como México.
Lizárraga contó que, estando en
la ciudad de Mexicali, recibió el mensaje de la abogada Francisca Galván
Segura, en Ciudad Juárez, pidiendo ayuda para localizar a Brenda Berenice, una
joven desaparecida. Así comenzó esta historia que más tarde se convirtió en un
libro “muy doloroso”:
— En el proceso me encontré con
233 restos de mujeres guardados en la morgue, muchos de ellos fragmentos de
esqueletos. A través de las
investigaciones en coordinación con el Comité de Madres y Familiares con Hijas
Desaparecidas de Juárez, logramos completar una base de datos de 191 jovencitas
desaparecidas. Estamos hablando de una doble desaparición: primero cuando las
raptan y después cuando se ocultan los cuerpos para no incrementar las
estadísticas del feminicidio.
57 reportajes y notas
informativas, tres años de búsqueda de datos, un trabajo intenso, hecho desde
el corazón. Es lo que la propia autora dijo acerca del proceso que culminó con
la publicación de un relato que —dicho por el periodista Diego Enrique Osorno—
sin serlo tiene todos los elementos de la novela negra y representa “uno de los
mejores trabajos periodísticos que se han escrito en español en los años
recientes”.
Esta auténtica detective del
pueblo —Osorno dixit— llegó a España como ponente invitada al IV Seminario Internacional Ryszard Capuściński.
Periodismo, Derechos Humanos, Migración y Fronteras, en el marco de las XIII Jornadas Internacionales de Periodismo
que lleva a cabo la Universidad Miguel
Hernández de Elche. Ahí intervino en la Mesa 3 “Derechos Humanos en
México”, acompañada por Chelo Álvarez-Stehle, realizadora del documental “Sands of Silence: Waves of courage”
(Arenas de silencio: Olas de Valor, 2016).
libro "Desaparecidas de la Morgue" (Editorial Casa Fuerte, 2017), de la periodista Guadalupe Lizárraga. © Gloria Serrano |
Ya sea ejerciendo de detective o
periodista —o ambos oficios— la fundadora en 2011 de Los Angeles Press, Las noticias que no se ven en tu país, se
ha atrevido a incomodar al poder. En 2016 vino a Madrid para hablar de Nestora
Salgado, la líder comunitaria de Olinalá, Guerrero que acusaron de secuestro, permaneció
en la cárcel durante casi tres años y después liberaron en marzo de ese mismo
año. Una activista, considerada presa política, a quien recién le entregaron el
Premio Carlos Montemayor que obtuvo en 2014 por su defensa de los derechos
humanos.
En aquella ocasión también se
refirió a la investigación que encabeza sobre las contradicciones en el “Caso
Wallace”, en el que está involucrada Isabel Miranda de Wallace, la presidenta de
“Alto al Secuestro”, asociación civil que fundó a raíz del supuesto secuestro y
asesinato de su hijo. Estos son los asuntos que Lizárraga aborda con
insistencia fuera del país, donde no llegan las balas que han censurado a otros
periodistas, como Javier Valdez y Miroslava Breach, entre más de cien. Problemáticas
complejas y crónicas en un país que no deja de fascinar a sus visitantes, sin
que en ello influya su condición de simples turistas o de personajes renombrados,
como los que acudieron a la FIL 2017.
— Necesitamos cruzar fronteras,
no podemos ahogarnos en un grito de ayuda desde México. Esta historia la he
contado en distintas ciudades, a pesar de las amenazas y de hablar de lo que
nadie quiere escuchar, porque es muy duro y porque ha pasado mucho tiempo desde
la desaparición de estas niñas. Este es
un libro para molestar la consciencia.
Con el rap feminista mexicano de
Cabra Frenesí y son jarocho con Azafrán y Canela —“tacos y chelas incluidas”—, puede
decirse que la jornada completa en este centro autogestionado fue para azuzar
las mentes de quienes asistieron y se confrontaron con el esbozo de una crisis que, no obstante la
multiplicidad de sucesos, ha puesto los reflectores internacionales en un país
convulsionado, que relega a los indígenas y donde las desapariciones
de mujeres son una constante. También un país ávido de iniciativas e
innovación que permitan reconstruir su tejido social. “El panorama es global, pero las
élites no escuchan hervir el agua desde sus atalayas”, me comenta un amigo,
estudioso de la comunicación y profesor universitario.
Hoy, mientras unos apuestan por la actuación del ciudadano a través de redes digitales de cooperación y otros —como la socióloga Amber Case— señalan la necesidad de buscar espacios de encuentro y reflexión fuera del entorno online, lo cierto es que nuestras sociedades reclaman coberturas periodísticas más perceptivas, basadas en una agenda propia que se aparte de los trending topics y contribuya no a generar clics, sino sentido de cada hecho y del conjunto.
Decía García Márquez que “la
expresión máxima, el máximo nivel del periodismo, es el reportaje. Es decir: el
reportero que sale a la calle, toma directamente sus materiales informativos y
los elabora”. Pero en el alucine por la
digitalización, los periodistas estamos llegando tarde a la convergencia de los
lectores. Con la televisión hablábamos de rating, ahora de accesos a la web;
todavía nos referimos a las audiencias como si se tratara de personas sin
rostro y se nos va la vida en organizar congresos y talleres para discutir de
narrativas digitales, plataformas, herramientas, noticias falsas, redes y
marketing, mientras dejamos de hacer lo único que justifica nuestra presencia:
periodismo, a secas.
Periodismo con una mirada, con
densidad en la escritura, que logre conmover sin escandalizar y sin vínculos
con ninguna clase de interés político o económico. Mucho menos personal o de
trinchera. Un periodismo realmente autocrítico que transite del monólogo a la
conversación, que provoque el pensamiento y no la terquedad o el fanatismo. En
definitiva, un periodismo cuya reinvención principal pase más por el filtro de
lo humano y no tanto por el de lo tecnológico.
“Tal vez la solución sea que se
vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con
su inteligencia a medida que escucha”. Es otro de los consejos que nos dejó el
Gabo. Sí, usar la inteligencia —pero no la artificial— para llevar a cabo una
actividad que, de tan básica, solo requiere de un dispositivo: la oreja.
Posdata: sugiero leer Aprender a escuchar: lección del recorrido de Marichuy por territorio zapatista.
Artículo originalmente publicado en
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