Lecciones 2017: Tecnopolítica, los paisajes de la insurrección
Paisajes Insurrectos. Jóvenes, redes y revueltas en el otoño civilizatorio (Ned Ediciones, 2017). © G. Serrano. |
De la crisis del proyecto civilizatorio, del malestar colectivo, de la insurrección de la esperanza, de las plazas ocupadas, del uso político de internet, de la articulación de subjetividades, de las transformaciones sociocomunicativas, del espacio público expandido, de participar, de ser parte, de interrumpir; de lo común y de lo posible, de emociones, afectos y pensamientos. En fin, como ella misma lo define: “De la complicidad de los cuerpos enredados en las calles y en las redes”. Para hablar de todo esto vino a Madrid Rossana Reguillo (Guadalajara, 1955), periodista e investigadora mexicana.
Dice que es un híbrido, con un
pie en la academia y otro en las calles; una especie de anfibio —antropóloga y cronista—
que estudia la construcción simbólica de la ciudad y tiene especial interés en
las culturas urbanas en Latinoamérica. Comunicación, cultura y sociedad son los
principales ejes en los que trabaja dentro del Departamento de Estudios
Sociopolíticos del ITESO, la Universidad Jesuita de Guadalajara.
Esta entrevista ocurre la tarde
del 15 de noviembre en las instalaciones de Medialab Prado, durante su paso por
Madrid para participar en Ciudades
Democráticas, el “Festival de las tecnologías de la participación”, y un
par de horas antes de la presentación de su libro Paisajes Insurrectos. Jóvenes,
redes y revueltas en el otoño civilizatorio (Ned Ediciones, 2017).
— ¿Cuál es tu percepción de
México a la distancia, visto desde España?
— Por mi formación antropológica continuamente
hago un ejercicio de distanciamiento. Mi perspectiva del país es dual: me
preocupa la situación que atravesamos desde hace muchos años, de una violencia
brutal e inaudita, la corrupción de la clase política, el vaciamiento de las instituciones
y la incapacidad de la sociedad civil para articularse y empujar en dirección
de mayor justicia. Me sorprende la indiferencia, por ejemplo, frente al tema de
los desaparecidos y de las ejecuciones.
“Si no estás indignado, no estás
poniendo atención” es una de las consignas del movimiento Occupy Wall Street (Ocupa Wall Street), en 2011, que esta activista
y miembro del Sistema Nacional de Investigadores resalta en su trabajo de
documentación. También está escrita al inicio de Ayotzinapa,
el nombre del horror, artículo en el que se refiere a la “época convulsa
que atravesamos” y que en México ascendió a un escalón álgido con la
desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”
de Ayotzinapa, en 2014. Lo laberíntico de los acontecimientos se refleja en cada
una de sus respuestas:
— Por otro lado, veo con mucha
esperanza y optimismo todas las movilizaciones, principalmente de jóvenes.
Pienso en Wikipolítica Jalisco, con el
rostro más visible que es Pedro Kumamoto acompañado de jóvenes que proponen un
modelo de participación ciudadana muy interesante. También en la gran
movilización a nivel nacional para intentar que María de Jesús Patricio
Martínez, “Marichuy”, representante del Congreso Nacional Indígena (CNI), sea
candidata independiente a la presidencia de la república.
— ¿Se puede decir que existe una gran
movilización nacional?
— Estamos acostumbrados a ver
solo lo espectacular y necesitamos aprender a leer estos pequeños signos de lo
cotidiano. El apoyo que recibe Wikipolítica en distintos puntos del país te
habla de esa energía social; el terremoto fue otro indicador de que la gente
está por delante de las instituciones.
—¿La organización de la sociedad
durante la crisis generada por el terremoto es perdurable? Están quienes creen
que los movimientos sociales paulatinamente se diluyen, se fragmentan o no
pasan de las buenas intenciones.
— Los movimientos sociales no
desaparecen, se van transformando en lo que llamo derivas. Estoy preparando un
artículo de fondo al respecto. Estuve haciendo etnografía en línea y en la
calle de ciertos grupos que son muy importantes para entender que la
articulación social que se dio en el terremoto no es coyuntural. Una es la
plataforma Verificado19S, conformada
por colectivos que vienen de #YoSoy132.
Está @Brigadas19S, que se
organizó en Telegram y brindó atención en la calle, en el terreno. Y Codeando México, que hace un trabajo
extraordinario.
Para enfatizar, Rossana me
comenta sobre los mapas colaborativos que realizó desde SignaLab, el espacio de experimentación dentro
del ITESO, en coordinación con Brigadas Solidarias. No oculta su entusiasmo para
referirse a la fuerza del trabajo en red ni a la velocidad con la que
procesaron los datos que provenían de las zonas afectadas por la sacudida —de
7,1 en la escala Richter— del 19 de septiembre en la Ciudad de México.
— Indudablemente, cuando tienes
un acontecimiento disruptivo de esta magnitud, la gente se vuelca completa, pero
reducirlo a una “llamarada de petate” me parece muy simplista. Insisto, vemos solo
lo que los medios de comunicación masiva difunden.
— ¿Estos colectivos surgen del
pueblo o de sectores de élite y con mayores recursos?
— Son movilizaciones con un
alcance capilar importante. En Occupy Wall Street, en #YoSoy132 se vio
claramente que la protesta no era clasista, que no formaba parte de una
categoría identitaria, sino que tenía una dimensión incluyente. Estamos en un
momento en el que debemos ser muy prudentes con cualquier tipo de afirmación.
Para mí, Nuit debout (Noche en Pie)
marca un fin de ciclo para este tipo de revueltas; necesitamos atender a otras
formas de articulación social que se están gestando.
En este diálogo atravesamos una y otra vez el Atlántico porque las agendas de ambos países se entrelazan. Ahora le pregunto si México necesita mirar más hacia afuera, ampliar su horizonte y me responde que, desde su perspectiva, debe ser lo opuesto porque los mexicanos “estamos siempre en permanente angustia frente al vecino del norte, que se convierte en una suerte de espejo de nosotros mismos”.
En este diálogo atravesamos una y otra vez el Atlántico porque las agendas de ambos países se entrelazan. Ahora le pregunto si México necesita mirar más hacia afuera, ampliar su horizonte y me responde que, desde su perspectiva, debe ser lo opuesto porque los mexicanos “estamos siempre en permanente angustia frente al vecino del norte, que se convierte en una suerte de espejo de nosotros mismos”.
— Muchos de los problemas
actuales son por la enorme dificultad que tenemos para darnos cuenta de cómo se
está desgajando la sociedad. Hay problemas globales, pero también es importante
no perder de vista la atmósfera local.
— En tus conferencias y en el
propio libro dedicas especial atención a la juventud, ¿compartes la opinión del
columnista Antonio
Navalón cuando dice que los millennials
carecen de valores cívicos y de responsabilidad?
— Yo sostengo que no existen los millennials;
me parece una categoría que no atiende la diferencia de clase ni de género, tampoco
la condición de exclusión. ¿Quién es millennial? ¿Un joven clase media en
Madrid que todavía puede ir a la Universidad, que compra un IPhone y lo
mantienen sus papás? ¿Es el desahuciado que duerme en la calle y está en paro
desde hace tres años? Este término no explica, sino que juzga, es un adjetivo.
Y, sin embargo, las opiniones
contrastan. Dedicada desde hace 25 años a investigar las diferencias
generacionales, la psicóloga Jean M. Twenge afirma que esta generación, inseparable
del Smartphone y habituada a socializar en Snapchat, está al borde de una
crisis mental. El matiz lo pone otro estudioso de los millennials, el
periodista Malcolm Harris, quien considera que no es posible comprender una
generación sin examinar a las instituciones económicas, políticas y sociales
que la alimentan.
— Dime, ¿te identificas más con
la postura de Amador
Fernández-Savater, quien —a cien años de la Revolución Rusa— nos invita a
reimaginar el cambio social?
—Tengo una enorme sintonía con
Amador, es uno de los intelectuales más sólidos que emergen del 15M. Yo apuesto a la transformación de
las relaciones en la subjetivación, a la micropolítica, y, sobre todo, a nuevas
formas de invención del lazo social. Sé que es un solecito insuficiente que no
calienta porque quisiéramos ver grandes cambios, pero pienso que estamos en un
proceso de largo plazo y frente a un proyecto que no resiste más, que está
implosionando.
— ¿Implica quitarnos el chip
que traemos del siglo XX?
— Más bien, considero que
prevalece un pensamiento decimonónico, muy del siglo XIX. No soy
“tecnoiluminada”, no creo que las redes o Internet resuelvan nada por sí
mismas, pero sí me parece —y Medialab es una prueba viviente— que la tecnología
nos ayuda a construir mayores posibilidades y a ser mucho más rápidos en
ciertas formas de acción.
Rossana Reguillo, investigadora mexicana. © G. Serrano. |
El espacio-tiempo —los paisajes— que Reguillo recorre en su libro está delimitado por cuatro itinerarios: la crisis global, los territorios en los que emerge y donde se manifiesta la lucha social, el escenario digital o de las nuevas tecnologías y el de los afectos. A partir de este repertorio se pregunta qué desafíos plantea la ola de insurrecciones que han irrumpido en la escena del siglo XXI y si es posible hablar de jóvenes y nuevas formas de subjetivación política. En las primeras páginas sugiere: “(…) generar nuevas preguntas que
puedan dialogar con las profundas transformaciones sociales que sacuden el
paisaje contemporáneo”.
— Nuestra circunstancia presente
me recuerda uno de los tantos aforismos que el escritor Carlos Monsiváis dejó
como legado y se han convertido en sabiduría popular: “O ya no entiendo lo que
está pasando o ya pasó lo que estaba yo entendiendo”. ¿Es así?, ¿por eso
sugieres cambiar las preguntas?
— No solo planteo preguntas, hago
análisis. Intento no generar respuestas acabadas, pero sí proveer de claves
interpretativas y esquemas metodológicos. Fui muy rigurosa de dar cuenta de
cómo tejí cada parte; el libro tiene una fuerte dimensión etnográfica, esto significa
que estuve muy involucrada en las revueltas, realizando entrevistas a
profundidad y encuestas en línea. El resultado es un relato que aporta
instrumentos para pensar e intervenir el mundo desde el pensamiento. No es un
ensayo que parte de mi voluntad de imaginar cosas, sino de ver cómo estas
interrupciones en el paisaje neoliberal generan nuevas formas de imaginación
política que tienen todavía efectos entre nosotros. Es un libro que trabaja
desde la lógica conceptual comprometida.
— En el cuarto paisaje analizas
las pasiones políticas y los afectos enREDados. ¿Se puede ver el
afecto en lo que defines como la multitud conectada?
— No solo ver, sino sentir. La
emoción no es alérgica a la tecnología. La dimensión afectiva se ha hecho más
poderosa por la web 2.0. Hay de todo, está el uso egocéntrico y banal de
Internet, el lado oscuro que no ignoro en el libro, pero también el
tecnopolítico. Igual hablo de las plazas y del cuerpo a cuerpo. No creo que
haya una oposición entre la calle y la red, sino que es un continuum de
relaciones. Es una maravilla conocer a la gente que en estos momentos participa
en el Encuentro
de Inteligencia colectiva para la democracia. Veo mucha imaginación
política.
— Con relación a estos cambios de
paradigma aludes a un reset, a un reinicio del sistema. Sin
ser concluyente, cierras el texto con la metáfora de borrar nuestro disco duro…
— Me parece que en buena medida
seguimos pensando con categorías viejas, pensamos como si nuestros problemas
fueran los mismos que hace cincuenta años. Es muy importante desprenderse con
generosidad, aunque no sin angustia, de ciertas formas anquilosadas de entender
la realidad.
— Seré un poco la abogada del
diablo. ¿No es esta idea de que “lo viejo” no sirve, una de las razones para tecnocratizar
la educación, fragmentar los saberes o eliminar las carreras de Humanidades?
— Es una tendencia global, es la
neoliberalización de la educación. Yo me refiero a romper con las estructuras,
pero no con el conocimiento que nos ha traído hasta estas orillas. Es muy
cómodo culpar a los jóvenes, pero si un profesor no es capaz de seducir a sus
estudiantes para que se interesen en ciertos procesos, algo está haciendo mal.
El tema es cómo los interpelas. Lo ha dicho Martín Barbero mil veces: la
escuela ya no funciona. El problema es el modelo, hay que inventar nuevas
cosas, como Signalab, un espacio horizontal en el que los alumnos pueden ir a
experimentar, a plantear sus propias preguntas.
— En este tenor, ¿México genera
conocimiento o estamos importando el Know how de otros países?
— México es un país con mucha
riqueza y con mucha historia. ¡Wikipolítica para el mundo! Este modelo tendrá
repercusiones globales importantes. Y Codeando México es un colectivo con una
enorme capacidad de gestión. Pero ya no sirve pensar en términos geográficos,
creo que las preguntas que vienen, y me parecen pertinentes, es qué vamos a
hacer a nivel global con los derechos humanos, con el cambio climático, con la
crueldad frente a los animales, con el crimen organizado y sus vínculos con la
clase política. Es decir, tenemos problemas transversales que son los mismos en
España o en México o en Estados Unidos. ¿Qué vamos a hacer con el regreso de la
derecha extrema?
— ¿Observas esa preocupación en
Latinoamérica?
— No se puede pedir a la gente
que tenga un radar para que incluya en sus prioridades los problemas que
percibe lejanos. Los productores de las grandes narrativas globales están
siendo incapaces de lograrlo. No sabemos casi nada de África, muy poco de Asia
o de Australia. El esfuerzo del periodismo debe ser para producir una narrativa
capaz de interpelar a la gente. Otra responsabilidad bien grande es de la
academia. No podemos pensar en una academia encerrada en su torre de marfil,
que no comunica. Necesitamos más voces y miradas que articulen estos elementos.
— Ya describiste algunas de las
características de la movilización social en México, pero ¿qué pasa a nivel
internacional? Después de transitar por #BlackLivesMatters
hasta llegar a #TodosSomosAyotzinapa,
¿deduces que existe una articulación real?
— Los movimientos sociales están
articulados, hay relaciones de movimientos en Turquía, México, Estados Unidos,
Colombia, Chile. La tecnología y las plataformas digitales han sido
fundamentales en lograr la confluencia de activistas a nivel global.
— ¿Qué balance haces del panorama
actual una vez publicado el libro?
— Retrocedemos y avanzamos. Lo
que sucedió en Brasil con Judith
Butler te habla de una involución en términos de derechos y diversidad. Al
mismo tiempo, sin las redes esta situación hubiera quedado invisibilizada. En
estos asuntos tiendo a recordar el “No pasarán”. Hemos ganado muchos derechos
que la gente no está dispuesta a soltar sin luchar. Eso puede ser muy bueno y
muy peligroso, porque una vez que el signo de la calle vuelva a emerger el
problema puede ser grande.
Nuestra charla termina. Falta
poco para que inicie la presentación de un libro que versa sobre la reinvención
de nuestro mundo, sobre este “nuevo
tiempo en gestación” que Rossana Reguillo estudia con la misma pasión con
la que vive y cuenta las “tramas
simbólicas compartidas”, las insurrecciones de un milenio en el que la
tecnología nos provee —cada vez más veloz— de recursos, productos e
infraestructura, pero no así de las condiciones suficientes para fortalecer la
democracia, debilitar la industria bélica o combatir la desigualdad. Para
lograrlo, quizás, deberíamos hacer una parada en el camino a fin de
replantearnos el uso de otro dispositivo y de una app bastante antiguos,
tanto, que fueron utilizados por el hombre primitivo, por los griegos: la
cabeza y aquellos datos que solo la
mente de un individuo es —todavía— capaz de originar.
No me queda más que agradecer, este interesante artículo y que se ocupen de lo que pasa en mi País. Gracias por la publicación.
ResponderEliminarTodos necesitamos ocuparnos de México, gracias por dejar tu comentario. Saludos!
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