Cultura: "Porkulo" y el teatro que todavía sorprende

Carlos Costa y Germán Prenta en “Porkulo, el cisne que aprendió a combatir”. Foto: El Umbral de Primavera.

Reseña publicada en el núm. 61 de:


“Soy homosexual. Cómo y por qué lo soy son preguntas innecesarias. Algo así como querer saber por qué mis ojos son de color verde”.
(Jean Genet) 


Sorprenderse, todavía. Sorprenderse, primero, con la estética de dos cuerpos humanos perfectos. Y después, con el arte que esos dos cuerpos juntos pueden lograr en medio del escenario. Y, más tarde, con el mensaje que comunican y la provocación que llega directo a los espectadores. No es fácil. No es fácil sorprenderse en un lugar como Lavapiés al que la revista Time Out califica entusiastamente de “cool”. En una ciudad turistificada como Madrid, saturada de bares, tiendas de marca y espectáculos de cualquier tipo. En un país de consumidores que incineran las horas con Netflix, Operación Triunfo y, por supuesto, con el futbol. En una sociedad donde importa más la salida al mercado de un teléfono móvil que la salida obligada de los vecinos derivada de la especulación inmobiliaria; el bulo del día en redes sociales que la miseria hiriente de quienes duermen en la calle; los paquetes de comida chatarra que el cierre del pequeño comercio tradicional; la foto en Instagram que las cifras de refugiados ahogados en el Mediterráneo. Pareciera que el mundo real ha dejado de ser, digamos, interesante. 

No, no es fácil. No es fácil sorprenderse, pero a mí esta vez me sorprendieron y les diré por qué. Por el recibimiento en El Umbral de Primavera, esa “isla flotante” que, escondida entre tanta mercadotecnia para malbaratar la calidez de un barrio multicultural, pretende ser “puerta de entrada a nuevas formas, al riesgo, al compromiso con el arte” para “tejer redes y construir proyectos artísticos”. Por la potencia y diversidad interpretativa de Carlos Costa y Germán Prenta, los actores que llevan a cabo esta performance y que en determinado punto de la obra la convierten en un acto de honestidad confesional como pocos. Por la austeridad de recursos con los que logran exponer el traumatismo que encierra salir del closet y declararse homosexual. Sí, aquí, en España. Por su regreso a los saberes imprescindibles que emergen de las canciones de Violeta Parra, las reivindicaciones de Luis Eduardo Aute, los poemas de Federico García Lorca o los manifiestos de Pedro Lemebel, ahora extraviados en un océano de noticias falsas, hechos alternativos y medias verdades. 

Carlos Costa y Germán Prenta en “Porkulo, el cisne que aprendió a combatir”. Foto: El Umbral de Primavera.

Buenas las actuaciones, buena la dramaturgia. Música, multimedia, cambios de vestuario, pero, sobre todo, c-o-n-t-e-n-i-d-o, sustancia cuando la densidad del aire se torna insoportablemente insustancial. Una puesta dividida en tres partes: Violencia, hundimiento y paz. Con dosis de crítica, sátira e incluso poesía que unidas desmantelan el puritanismo religioso, las posiciones políticas timoratas, los prejuicios sociales y la ciencia sometida al poder heteropatriarcal. A mitad del camino, quizás, acaricia el victimismo, pero se aparta pronto con el elogio combativo que estos chicos hacen de la libertad y necesidad de aceptación —¿amor? — existentes en cualquier ser humano. Esto es Porkulo, el cisne que aprendió a combatir: asombro, una revelación de la que dimanan arte y conocimiento. El principio de la filosofía, tal como la definió Platón. 

¡Vaya que se agradece!


Ficha artística:
Cuerpos performativos:
Carlos Costa
Germán Prenta
Compañía:
Mortificación Teatro (Sevilla, 2016)
Espacio:
El Umbral de Primavera
Calle Primavera 11, Lavapiés. Madrid.
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