México vía Madrid: una crónica de viaje
© G.
Serrano.
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Madrid como los últimos días soleados de septiembre, del
veranillo de San Miguel o del membrillo. Como sus puestas de sol en el Templo
de Debod. Como quedarse observando una manta que dice “REFUGEES WELCOME” (Bienvenidos
Refugiados), colgada justo al frente del Palacio de Cibeles. Como sentir la
otredad al recorrer la calle de Alcalá y llegar al Círculo de Bellas Artes para
ver la obra "En el estanque dorado". Como Juana Pérez Montero, la periodista
de Pressenza
International Press Agency que en la Plaza del Callao pugna por la "Renta
Básica" y acompaña al colectivo Marea Básica “contra el paro y la precariedad”. Como los indigentes que muestran
letreros de cartón con mensajes ingeniosos: “Para un Ferrari” o “Queremos cañas”.
Como los pasos peatonales en Gran Vía que a ratos parecen un hormiguero
multilingüe. Terminar el día sin olvidar que en México nos faltan 43
estudiantes.
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Madrid como dos chicas sonrientes, estudiantes regiomontanas
que están en el Starbucks de Callao y, con cierta resignación, me dicen que
nuestro país es muy distinto. Como caminar la calle Libertad en el barrio de
Chueca y descubrir “Chilangoland”, la lonchería a
unas cuadras del mercado San Antón donde sirven tortas, tacos y quesadillas. Y sacarle
unas palabras a Alfredo, el propietario que llegó en febrero con su esposa y
sus dos hijos. Como escucharle decir: “Cuando la inseguridad te golpea es
momento de partir”. O: “comparada con la estacionaria crisis en México, la de
España es poca cosa”. Como dar unos pasos y toparme con “La barriga llena” y “La panza es primero”, dos restaurantes mexicanos
tipo cantina. Como doblar en la esquina y leer que en “Sabor a mí” ofrecen un menú
maya y en la “Taquería
Chirrión” un brunch dominical.
Como la breve conversación que tuve con Mariví Sánchez González,
copropietaria de Chirrión:
—Nosotros
llegamos en 1999. Mi hermana Marysol vive en Londres, en 2014 recibió con su
esposo, Roberto Adrián Alvarado Ríos, el premio Ohtli, un reconocimiento que
otorga el gobierno mexicano a los compatriotas que de manera voluntaria
promueven a su país en el exterior. Aquí, en el restaurante, lo hacemos a través
de festivales gastronómicos; ahora estamos con el Festival de los Chiles en
Nogada y en octubre será el de tortas ahogadas. Nos interesa mucho difundir una
buena imagen de México y toda la belleza que ofrece a quienes lo visitan.
Mariví siente que en Madrid la vida es más tranquila y, aunque no deja de
extrañar a su familia y amigos, por el momento no piensa en regresar a
México.
— Mi hijo es madrileño,
nosotros también tenemos la nacionalidad española. Se vive bien, pero hay que
trabajar mucho. El restaurante te absorbe, así que casi no tenemos tiempo para
hacer vida social, pero la colonia mexicana es muy activa y nos gusta participar
en los eventos que organizan.
Madrid como sus plazas y callejuelas por las que deambulan turistas que no
hablan inglés ni francés ni ruso ni alemán, que no sé qué idioma hablan. Como
leer a Josep Pla y Lo que hemos
comido; a Corinne Frayssinet-Savy y la semblanza que hace de Israel Galván en Bailar en silencio; a Joseph
Mitchel y El secreto de Joe Gould.
Como el migrante de chamarra cubana, playera azul, pantalón café y sandalias de
plástico azules que se para a la entrada de una cafetería para abrir y cerrar
la puerta. Como el joven rubio que sobre la Gran Vía o en la Plaza de Oriente pide
ayuda para regresarse a Polonia. Como Jesús, uno de los chicos que atienden en Frida y
mientras prepara dos cafés con leche le dice a una mujer: “la gente está mal,
tiene muy mala vibra. Lo que necesitamos es querernos más”. Terminar el día sin olvidar que en
México nos faltan 43 estudiantes.
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Madrid como la Puerta del Sol y una carpa verde, el “Punto de agitación” que un grupo
de activistas ha instalado para hacer conciencia entre la gente y frenar la Ley
Mordaza. Como los carteles que están colocados a un costado de la carpa, en los
que se lee “Jaque
al Rey: Monarquía no es democracia, es dictadura y corrupción. 27 de
septiembre. Puerta del Sol, Plaza de Oriente, 13 horas. Coordinadora 25S”. Madrid como los
artistas callejeros que, por medio de una escultura viva, con un violín o
realizando una performance, expresan su sentir a la sociedad: “siempre que el
arte se mantenga vivo, el mundo estará lleno de magia y haremos de cada rincón
un recuerdo inolvidable”. “No se necesita de un museo ni de renombre social
para demostrar que somos grandes personas. Arte es sinónimo de vida y vida es
inspiración”. “Deja que las hadas, ángeles y duendes realicen tus sueños y
despierta cada día dando amor a cualquier ser vivo sin distinción de especie,
color, religión o filosofía de vida. ¡Valora el arte!”. Como una visita a MediaLab Prado para entender qué
es eso del aprendizaje colectivo, el encuentro ciudadano y los bienes
culturales comunes. Terminar el día sin olvidar que en México nos faltan 43
estudiantes.
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Madrid como muestra de la diversidad sexual sin escrutinios morales. Como hospedarse en el barrio de Chueca y no encontrar
rastro de Miss Shangai Lili, la drag queen y activista LGBT a quien
me sugieren conocer. Como las frases que me
dice la gente: “Tu país es muy conflictivo”, “Tengo un amigo en Campeche, pero
me da miedo ir allá”, “¿Es un sitio seguro el Distrito Federal?”. Como
la recomendación de leer Filosofía para
desencantados (Atalanta, 2014), el ensayo filosófico sobre ética del
chiapaneco Leonardo da Jandra (1951), el que estudió en
Madrid, se fue a la Ciudad de México y vivió casi 30 años en Huatulco al estilo
de Robinson Crusoe; “uno de los más sorprendentes escritores que yo he
encontrado en el magnífico panorama de las letras mexicanas”, según Enrique Vila-Matas. Como la franqueza española que los latinos percibimos
agresiva. Como sus decires que nos hacen tanta gracia: “Hola, guapa”, “¡Qué te
sucede tío!”, “se subió para arriba” o “se bajó para abajo”. Terminar el día sin olvidar que en
México nos faltan 43 estudiantes.
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Madrid como
las elecciones autonómicas catalanas, vistas desde una urbe que
sigue su curso y a la que en apariencia no le importa lo sucedido el domingo en
la comunidad vecina. Como las palabras de un señor caminando por la calle
Hortaleza: “La soberanía de Cataluña no
es viable, no puede sobrevivir sola” o las de Paquita en el hostal: “La gente está preocupada; vamos, España es
una”. Como dimensionar de lejos el periodismo mexicano y curiosear de
cerca por el español, de titulares y primeras planas dedicados a un solo tema: “Los independentistas ganan elecciones y
pierden su plebiscito”, El País; “Cataluña no se quiere ir”, ABC; “La mayoría de los españoles dice no a la independencia”, El Mundo; “Cataluña se divide en unas elecciones con una participación del 77 por
ciento, más no consigue sus objetivos”, La
Razón; “Elecciones 27S, el sí se
impone”, La Vanguardia; “Los independentistas catalanes tienen los
escaños pero no los votos”, El Correo. Terminar el día sin olvidar que en
México nos faltan 43 estudiantes.
Madrid como una mujer solitaria vagando por sus calles.
Madrid a pie, tomando un café con leche que cuesta 1 euro con sesenta y cinco
centavos. Madrid y su catarata de historias fluyendo al infinito. Madrid: el
madrugador y el trasnochado, el críptico, el ambiguo, el inconexo, el
extravagante, el de rarezas, el que te deja una alegría perdurable y el de la
Biblioteca Nacional donde leo Cartas
a un joven novelista, las
epístolas de Vargas Llosa; Mientras
escribo, el relato biográfico de Stephen King y El arco y la lira, las reflexiones
de Octavio Paz. Madrid como sentir de golpe el pavor inmenso de narrar
pretendiendo lo imposible: describir sin sacar conclusiones, haciendo sentido, condensando
unas pocas de las tantas facetas que esta metrópoli y sus habitantes ofrecen a
los extranjeros. Buscando un mínimo de inteligencia para seleccionar las percepciones
propias y englobarlas en unas cuantas líneas que sean reflejo de lo que sucede
al cruzar el Atlántico y que no es tan distante de lo que pasa al otro lado.
Madrid como escribir esta crónica sin olvidar que en México nos faltan 43
estudiantes. Y Madrid como la enseñanza de que, en ocasiones, para comprender
dónde estamos parados es necesario moverse de lugar.
© G.
Serrano.
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Artículo originalmente publicado en Homozapping, el 5 de octubre de 2015.
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