Urbanismo, educación expandida y el Huerto Roma Verde
© G.
Serrano.
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Se encuentran dondequiera. Puede
ser en un poblado pequeño y distante o en una gran metrópoli; en cierta
escuela, en una oficina o en determinado vecindario. No son mayoría, pero los
hay. Son sujetos que aparentan ser como el resto, pero no lo son. Sin importar
cuál sea su situación económica ni su ocupación, en todos los casos se trata de
espíritus libres de todo convencionalismo y en continua búsqueda, que saltan
sin temor al riesgo. Urgidos cuya audacia nos remite a las proezas de esos
héroes legendarios de la mitología griega, como Ulises. Gente que no está
conforme con lo que mira a su alrededor, que elucubra una vida distinta a la
que se vive en la realidad manifiesta, que propone otra ruta de navegación
social. O mejor aún, que la genera y con repetición incansable se hace
preguntas como:
Claudina de Gyves |
¿Es posible otro tipo de ciudad?
Claudina de Gyves, mexicana,
arquitecta, peatona, resiliente,
ciclista que ama su bicicleta y activista en temas de espacio público y
movilidad sustentable. Trabaja en iniciativas públicas y privadas para
desarrollar diversos proyectos de imagen urbana. También es miembro fundador de
la Liga Peatonal y se presentó en las charlas TEDxBocadelRío, en octubre de
2014. Claudina es de esos ciudadanos que se nutren de la observación y a los que la vida compartida les inquieta; por eso se
pregunta cómo hacer ciudades a escala más humana. O sea, ciudades más
compactas, diseñadas para las personas -no para los automóviles- y donde lo que
se requiere para vivir, para ser, esté al alcance de todos.
La experiencia propia y ajena, le han demostrado que las
ciudades expandidas -diseñadas para los automóviles- y donde lo que se requiere
para vivir, para ser, se encuentra fuera del entorno más próximo, no son
funcionales y causan un terrible malestar en quienes las habitan. Se refiere a
ciudades con barreras y sin áreas verdes, que forman lujosos o paupérrimos
ghettos, que segregan a los individuos en vez de incluirlos. Su propuesta es
sencilla, nada que un extraterrestre recién llegado a nuestro planeta no pueda
entender: hacer un uso eficiente del espacio público, poner a los ciudadanos
como prioridad y referente de cualquier proyecto de urbanización, sustituir el
asentamiento horizontal por uno vertical que permita contar con aceras más
amplias, carriles adecuados para el tránsito de automóviles, el de ciclistas y
otro más para el transporte colectivo.
Ciudades multimodales, las llama. Núcleos urbanos que contribuyen a la regeneración del tejido social y estimulan la economía local porque las personas no conducen, caminan. Metrópolis con una dinámica diferente porque las personas no viven en el mortífero sedentarismo, se mueven y al hacerlo, se topan unas con otras y se apropian de los espacios que son de todos.
Antonio Lafuente |
¿Es posible otro tipo de
educación?
Antonio Lafuente, español, investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC), dedicado a analizar los procesos de transmisión del conocimiento de arriba hacia abajo (mundanización) y del centro a la periferia (mundialización). Actualmente es responsable del Procomún en el Medialab-Prado de Madrid, “un laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión de proyectos culturales que explora las formas de experimentación y aprendizaje colaborativo que han surgido de las redes digitales”. Antonio es un curador que extrae lo sustancial de cada encuentro y en su empeño favorece la participación ciudadana, el uso de la tecnología para el libre intercambio de ideas y la reapropiación de los bienes comunes.
Antonio Lafuente, español, investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC), dedicado a analizar los procesos de transmisión del conocimiento de arriba hacia abajo (mundanización) y del centro a la periferia (mundialización). Actualmente es responsable del Procomún en el Medialab-Prado de Madrid, “un laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión de proyectos culturales que explora las formas de experimentación y aprendizaje colaborativo que han surgido de las redes digitales”. Antonio es un curador que extrae lo sustancial de cada encuentro y en su empeño favorece la participación ciudadana, el uso de la tecnología para el libre intercambio de ideas y la reapropiación de los bienes comunes.
Un indagador que se abrió al mundo y que en octubre de
2014 se presentó en las charlas TEDxGranVíaED. Otro, como Claudina, que se
nutre de la observación y a quien también le inquieta la vida compartida; por
eso sostiene que los movimientos sociales deberían formar parte de los
contenidos que se enseñan en los diversos centros educativos. O sea, que en las
universidades se debería hablar de Yo Soy 132 o del 15M o del colectivo La
Cuadra, al que después haré referencia. Este hombre de ciencia piensa que el
urbanismo vive una crisis, que la experiencia de vivir en las ciudades se está
diluyendo y, con ello, también el aprendizaje que se obtiene de manera
vivencial y es generado por todos los ciudadanos a partir de lo que les sucede
de manera ordinaria. Para él, las ciudades se han convertido en un escenario con
enormes barreras que aíslan a los saberes y a las personas. Su propuesta es
sencilla, nada que un niño de doce años no pueda comprender: abrir las
instituciones educativas a lo que nos pasa. “Transitar de la protesta a la
propuesta y de ahí, a una comunidad de aprendizaje conformada por gente de
edades, profesiones y culturas diversas”.
Su vinculación directa y
permanente con numerosos grupos no formales de individuos y organizaciones, lo
ha llevado a conocer iniciativas con “dignidad cognitiva” que -nos dice- “sugieren
que debemos hacer otro tipo de preguntas, arriesgarnos a encontrar otro tipo de
respuestas y poner en marcha otro tipo de prácticas”. Es decir, que los
movimientos sociales nos invitan a pensar no solo la enseñanza, sino las
sociedades de otra manera. Por supuesto -nos aclara- que esto implica un
esfuerzo de comunicación y negociación, a fin de lograr que esas cosas que nos
suceden a diario en la colonia o en el barrio, o mientras transitamos por una
calle rumbo al trabajo y de las que hablamos con los amigos o la familia a la hora
de la cena, se conviertan en un potente impulsor del aprendizaje al interior de
las aulas.
¿Es posible otro tipo de
convivencia?
Adela Ruiz Belenguer, española, Maestra en Proyectos Ambientales por el Instituto Internacional de Formación Ambiental (IIFA), Licenciada en Pedagogía social por la Universidad de Barcelona y en Educación social por la Universidad de Valencia, España. Actualmente coordina Huerto Roma Verde en la Ciudad de México y es consultora y asesora en proyectos de intervención social, educativa y comunitaria. Antes trabajó en el diseño de foros participativos para la Comisión de los Derechos Humanos del Senado en México y en la Asociación Civil "Equidad de género". Su experiencia proviene del trabajo comunitario, la capacitación y el desarrollo, diseño y gestión de proyectos con temática social, todos enfocados en los derechos humanos, la perspectiva de género y la sostenibilidad.
Pilar Hernández Cordero, mexicana, diseñadora Industrial, egresada de la
Universidad Iberoamericana con reconocimiento a la Excelencia Académica.
Actualmente es Directora General del Huerto Roma Verde y forma parte de
La Cuadra, asociación civil que impulsa proyectos de responsabilidad social y
ambiental.
Las preocupaciones creativas de Adela y Pilar cierran este círculo
virtuoso de voluntades. Ellas, como Claudina y Antonio, son un par de mujeres
que se nutren de la observación y a las que la vida compartida les inquieta,
por eso el pasado 24 de septiembre asistieron al LabMeeting que se realizó en
el Medialab-Prado, para hablar de lo que mejor conocen y saben hacer: su
trabajo cotidiano. Ahí dijeron que La Cuadra surgió en 2011 para generar proyectos de
beneficio social y medio ambiental, entre los que se encuentra el Huerto Roma
Verde, iniciativa de ciudadanos como Francisco Ayala, que consiste en un
espacio autogestionado para el cultivo de alimentos dentro del Distrito Federal,
ubicado en la Colonia Roma.
Mencionaron que no cuentan con apoyos gubernamentales, excepto
la donación del espacio, 7 mil metros cuadrados de terreno que pertenecen al
ISSSTE y que antes formaban parte del Centro Urbano Benito Juárez, el cual
después del sismo de 1985 fue derrumbado y quedó en desuso, convirtiéndose en un formidable tiradero clandestino de basura. La
Cuadra se dio a la tarea de limpiar la superficie y diseñar las áreas del nuevo
proyecto, integrado por cinco personas y un solidario equipo de voluntarios que
tienen como inspiración “poner la vida en el centro del quehacer humano, hablar
de su sostenibilidad, recuperar espacios y, previo a propiciar la inclusión,
fomentar la cohesión social”.
Para poner en contexto a sus interlocutores, indicaron
que el Distrito Federal tiene más de 8 millones de habitantes, que aunados a
los que viven o trabajan en el área metropolitana, dan un total aproximado de 23
millones de seres humanos que comparten un territorio, que buscan aire y espacio
suficiente. Madrid, en contraste, cuenta con 3 millones 200 mil habitantes que incluyendo
su área metropolitana, suman cerca de 6 millones 500 mil. Las matemáticas hacen
evidente que las grandes urbes necesitan expandir el verde único que
proporciona un árbol para dar una tonalidad distinta a la compleja convivencia.
Huerto Roma Verde es una tentativa. Su filosofía se basa en la permacultura, el
diseño integral de espacios humanos productivos y sostenibles que respetan la
naturaleza. Este sistema nació en Australia y se representa con una flor de 7 pétalos
estratégicos: 1) administración de la
tierra y la naturaleza, 2) construcción, 3) herramientas de tecnología, 4)
educación y cultura, 5) salud y bienestar espiritual, 6) finanzas y economía y
7) tenencia de la tierra y gobernación comunitaria. Al centro, la ética y los
principios de diseño.
Mientras mostraban diversas fotografías, Adela y Pilar
explicaron que Huerto Roma Verde tiene forma circular, como un mandala, la
representación simbólica del cosmos utilizada en el budismo e hinduismo. Su
equipo está organizado de la misma forma, no trabajan bajo un esquema piramidal,
sino de toma de decisiones en colectivo. Tampoco dejan fuera el conocimiento
ancestral de los pueblos originarios; por el contrario, buscan revalorizarlo y ponerlo
al alcance de todos. Además incorporan el uso de nuevas tecnológicas y el
desarrollo de investigación. Actualmente, Huerto Roma Verde ofrece al público más
de 50 productos entre hortalizas y plantas aromáticas y medicinales cultivadas
de manera orgánica. Cuenta con huertos familiares para ser adoptados y
cultivados por quien así lo desee, proporcionan asesoría en materia de
educación ambiental y fomentan el reciclaje, particularmente de unicel, funcionando
como centro de acopio de este material que posteriormente otra chica
emprendedora transforma en barniz ecológico.
Su propuesta fue sencilla, nada que los capitalinos no
puedan replicar en otras zonas de la ciudad y los mexicanos en otras regiones
del país: pasar de basurero a huerto, ser una auténtica iniciativa ciudadana de
intervención en el espacio público, con impacto comunitario y que genera beneficios
indirectos para 23 millones de habitantes. Hoy, las instalaciones de Huerto
Roma Verde incluyen aulas para la impartición de talleres, el área de cultivo,
la tiendita, un multiforo con capacidad para 70 personas en proceso de
construcción y en el que se han implementado ecotecnias, un horno de
bioconstrucción con el que hornean pan artesanal, un espacio para
lombricomposta y composta, la torre de captación de agua de lluvia, líquido
vital para el sistema de riego por goteo que emplean en la hortaliza, y las camas
para los cultivos familiares. “Todo el lugar tiene un diseño circular, para que
todos se vean las caras”, enfatizan Adela y Pilar.
Pero Huerto Roma Verde no queda en eso. Además de lo ya
mencionado, realizan actividades comunitarias entre las que se encuentran el
trueque de semillas, la participación en mercados sustentables con más de 50
productores locales, artesanales y orgánicos que trabajan en red, el fomento al
uso de la bicicleta, el impulso de otras iniciativas ciudadanas como “enverdecer
la ciudad” mediante la plantación de arbustos y flores de ornato en diversos
rincones, su colaboración en “Disco Sopa:
contra el despilfarro alimentario”, plataforma que recoge y redistribuye,
para su aprovechamiento, los alimentos que son desechados por otras instancias;
y el apoyo que brindan a personas en situación de vulnerabilidad, siempre que
eso es posible. “A fin de cuentas, de lo que hablamos es de dar y recibir para
poder cerrar el ciclo”, indica Adela.
Este es un nuevo modelo de participación social, inscrito
en la cultura de lo ciudadano, que para ensancharse requiere vincularse con
otros actores, con más personas e instituciones. Por ello, quienes lo provocan
no dejan de cuestionarse qué hacer con este cúmulo de conocimiento y qué con
todos los recursos, principalmente humanos pero también materiales, de los que
ahora disponen. Su esfuerzo poco a poco permea. Adela y Pilar viajaron a España
para reunirse con otros en el Medialab-Prado y absorber sus gestos, actitudes y
testimonios. En una de sus visitas a México, Antonio Lafuente también se dio el
gusto de visitar el Huerto Roma Verde. El compositor inglés Michael Nyman,
vecino de la Roma, es un convencido más de lo provechoso que resulta este
huerto para los residentes de una de las colonias más emblemáticas de este tesoro
difícil de comprender, que diariamente renace y se incorpora, la capital
mexicana.
Sin embargo, no se piense que los anteriores forman parte de un
repertorio homogéneo y estático; más bien, se trata de tres ejemplos de rupturas y renovaciones en
contextos socioculturales diferentes, que desafían las fronteras de lo probable
y en ocasiones confluyen, otras se diversifican y siempre coexisten con el
rimero de interpretaciones de lo que significa “construir comunidad”. Saquen
ustedes sus propias conclusiones.
Ligas de interés:
Artículo originalmente publicado en Homozapping, el 09 de octubre de 2015.
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