Michael Nyman: música y poesía para una guerra
© G.
Serrano.
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¿Cómo debería tocar un
pianista su instrumento para referirse, sin tibieza, a la Gran Guerra? ¿Qué
lenguaje emocional emplearía un musicólogo si pretende comunicar, sin
refugiarse en eufemismos, el dolor que detona la pólvora inserta en una granada
de mano? ¿Cómo se crea una obra musical a partir del desconsuelo que no eliminó
la firma del Tratado de Versalles? ¿Cómo adiestra el oído para percibir el
resonar de un bombardeo, quien ha compuesto piezas sublimes para cintas como The Piano (1993)? ¿Qué armonía, qué
orquestación, cuál el contrapunto para traer de vuelta a la conversación
diaria, uno de los conflictos más mortíferos en la historia de la humanidad?
En 2014 se conmemoraron 100
años de ocurrida la Primera Guerra Mundial y el compositor inglés Michael Nyman, recibió la compleja
encomienda de realizar una composición dedicada a esta nada elogiable fecha.
Después de una exhaustiva revisión de los registros fílmicos que resguardan
Francia, Alemania y Estados Unidos, Nyman logró lo que pocos, ser humilde y
omnipotente para ofrecer un acto creativo que hoy conocemos con el nombre de War
Work: 8 songs with film, documental editado por Max Pugh que a partir
de una minuciosa selección de momentos bélicos, sin parquedad transmite la
clase de sufrimiento que -literalmente- se sobrelleva con rigor marcial y el dantesco
purgatorio en que se convirtió gran parte de Europa a partir del 28 de julio de
1914.
Una convincente transición de
escenas de guerra que solo caben en la talega de lo aterrador, permanentemente
acompañadas de una progresión armónica extraordinaria, siempre in crescendo. Imágenes que se repiten
tantas veces como el calvario de quienes participaron en la ofensiva
protagonizada por dos fuerzas antagónicas, la Triple Alianza y la Triple
Entente; la contienda que rezumba de la misma forma que los pesados mecanismos al
interior de una fábrica y el hombre convertido en una inmejorable máquina de la
industria armamentista. 8 piezas de potente sonoridad, los hemorrágicos textos
de poetas ingleses, alemanes, franceses y húngaros que perdieron la vida
durante la disputa y una sucesión de fragmentos, presentados al puro estilo
dadaísta, que evidencian sin disfraz alguno la fragilidad humana y lo malsano
del imperialismo.
© G.
Serrano.
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Lo operístico de Rossini, el
violín de Beethoven, la sonata de Schubert y, subrepticia, la emotividad de
Chopin, acompasando una aberración, la tragedia. David Bomberg, Ernst Stadler, Gaston
de Ruyter y Guillaume Apollinaire, entre otros vates, narrando el contrasentido
y una tristeza distinta, la que es inenarrable y lo destroza todo. Esto es lo
que pudieron ver quienes esta semana se acercaron a un lugar por demás afable,
cálido y bullicioso que le ha borrado la indiferencia a esta calle de la
Colonia Roma, el Cine Tonalá. Entre
amigos, saludando a sus vecinos, como cualquier otro personaje del barrio y sin
salvar ninguna distancia, en el lugar se apersonó Michael Nyman para compartir
un delicioso intervalo de esta, una de las largas temporadas que suele pasar en
la Ciudad de México. Previo a la proyección de la cinta, esto fue lo que
comentó en nuestra breve pero grata entrevista:
Michael, ¿qué piensas al estar esta noche presentando War Work: 8 songs with film en un sitio
tan casual como el Cine Tonalá?
Lo interesante es que mi casa está
muy cerca de aquí; para mí, el Cine Tonalá es una suerte de cinema y
restaurante local al que en ocasiones vengo, tan solo para sentarme y leer un
libro. Todo comenzó cierto día que pasé caminando y Juan Pablo, uno de los
responsables, estaba aquí y le comenté la viabilidad de presentar War Work.
Tres meses después ya estábamos organizando todo. Lo que veo es que México
tiene dos extremos: por un lado está la burocracia por la que toma demasiado
tiempo poner en marcha un proyecto pero, por el otro, también está la posibilidad
de hacer algo de manera casi inmediata, como la presentación de este documental
o la improvisación de esta entrevista.
¿Cómo fue el proceso de creación de lo que veremos hoy?
Este filme no es algo que yo
decidiera hacer de manera espontánea. Hace dos o tres años, diversas
instituciones me solicitaron realizar un trabajo que estuviera conectado con la
Primera Guerra Mundial y, aunque conocemos más acerca la Segunda Guerra Mundial
y el holocausto, la primera también es parte importante de nuestra cultura,
sabemos cuál fue la historia, cuál el sufrimiento y sus consecuencias. Los
europeos otorgan un gran sentido a la conmemoración de esta fecha. En 2014 la
BBC presentó, cada noche, un documental del tema y al día de hoy se han
publicado innumerables libros que reseñan los orígenes, los eventos y los
efectos de la guerra. Cuando dejo La Roma y regreso a Londres, siempre me
encuentro con un nuevo ejemplar de más de setecientas páginas, pero no obstante
que estamos hablando de la misma información, cada interpretación es diferente.
En mi caso, quería hacer algo
más que una mera pieza musical. Tuve la oportunidad de revisar diversos archivos
y ver imágenes que jamás se han presentado en televisión, esto fue lo que más
me interesó; de hecho, la banda sonora no es lo más importante, aunque la
estructura del film está relacionada con su musicalización, hay mucha
repetición. Además escribí nuevas canciones basadas en los textos de poetas que,
con excepción de uno, todos murieron en batalla, e incluí otros elementos de
artistas dadaístas que no participaron directamente, cuyo diálogo con los
sucesos es distinto. Todo está hecho a partir de la música y las imágenes, no
hay entrevistas, ni una voz que te sitúe en contexto. Cuando las veas, te darás
cuenta por qué no quise describirlas; desde el primer minuto aparecen figuras impactantes.
Son mínimas las secuencias de cadáveres, pero en su lugar están los rostros de
gente viva que, por su circunstancia, no podemos decir que esté realmente
viviendo.
Improvisación, inclusión, un poco de los apetitos que subyacen en el
subconsciente. El de Nyman no es un
proyecto terminado. Recientemente, durante un viaje a Italia -comenta- asistió
a una exposición de pinturas con temática de la Primera Guerra Mundial y no
resistió la tentación de tomar su cámara para incluir estas obras en el
documental. Sin embargo, también sabe que en determinado punto deberá detenerse
y darlo por concluido.
¿Por qué elegiste este país como segunda morada?
¿Por qué México?, por esto. Me
gusta la manera en que me trato a mí mismo en México y la manera en que México
me trata. Amo esta apertura, la ausencia de sospecha o desconfianza y además encuentro
fácil hacer amigos. Por lo general no me gusta estar rodeado de mucha gente; si
estuviera en Paris nunca dejaría mi casa; en Barcelona, tal vez un par de días,
pero en México es distinto, siempre encuentro algo inesperado. Debo decir que mi
conocimiento de este país está muy fragmentado. No he sido parte de la escena
musical o artística, pero tengo porciones individuales de información que van
de los aztecas hasta el México contemporáneo. He compuesto canciones con textos
de Sor Juana Inés de la Cruz, escribí una sinfonía a partir de un escrito de
Octavio Paz y descubrí la civilización maya antes de vivir en México. Estuve
dos o tres días en Yucatán, visité Mérida, fui a Chichen Itzá. Creo que hasta el
día en que muera, siempre habrá algo más por descubrir acerca de México. Ahora
me gustaría hacer algún proyecto relacionado con los archivos del cine mudo que
se conservan en la Cineteca Nacional.
Dispuesto, amigable, sonriente
y por lo general vistiendo un traje gris, así es el ser humano detrás del
eminente profesional que a diario se unta de lo mexicano y, por ello, no es
ajeno a su problemática. En Facebook, Nyman protesta con el mismo afán por la desaparición
forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa que por el asesinato del
fotoperiodista Rubén Espinosa o el posible cierre del Huerto Roma Verde. Para
referirse a este laureado y triunfante compositor de óperas, bandas sonoras,
música orquestal y de cámara, podríamos mencionar los múltiples reconocimientos
que ha recibido a lo largo de su carrera. Podríamos, igualmente, decir que es
líder de su propia banda, autor, fotógrafo y realizador, o citar los diversos
largometrajes de directores europeos independientes y algunos otros de
Hollywood a los que ha dado su música. Sin embargo, nada de eso sirve para
destilar la sustancia de un hombre que concibe lo que produce porque es de
aquellos que aprendieron a mirar el mundo, su caos y sus atardeceres, para
transformarlos -con la misma pulsión- en una sobrecogedora melodía. Michael Nyman no observa,
mira. No compone, escucha. No ejecuta, vive. Y para reconocerlo, únicamente hay
que escucharlo.
Artículo publicado en Homozapping el 16 de
agosto de 2015
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