Bitácora del barrio 69: Así no Malasaña

Plataforma #SOSMalasana, fotografía: Gloria Serrano


El pretexto: las fiestas del 2 de mayo. El lugar: el barrio “más pop y alternativo de Madrid”. Su nombre: Malasaña. La escena repetida tantas veces como árboles en El Retiro. Como turistas paseándose sobre Gran Vía. Como chicas haciéndose selfies frente a Cibeles. Las calles atestadas de jóvenes entregados al placer que brindan una, dos, tres, cuatro, ¿cuántas cañas?

¿Cuántas cañas se necesitan para dejar un barrio convertido en campo de guerra? ¿Para maltratar un barrio y dejarlo como escenografía de teatro que se desecha en cualquier bote de basura? ¿Para hacer de ese territorio un basural? ¿Para hacer de la vida en comunidad un basural? ¿Para ser, uno mismo, parte de los desechos?

El 15M ha quedado atrás. Atrás los días cuando se hablaba en la Plaza 2 de mayo de Madrid sobre los cuidados y la necesidad de hacer del agua un derecho para todos. Atrás las pintas que reivindicaban la dignidad de los “marginetas”: migrantes, ancianos, mujeres, niños, vecinos que habitan un espacio emblemático y colmado de anécdotas: el hogar de la familia Malasaña, el corazón del levantamiento contra el ejército napoleónico, el coto de La movida madrileña, de la contracultura y sus artistas. Atrás el barrio Maravillas. 

Hoy: el East Village español, el producto vendible, un consumible más como los móviles. Como el material de oficina. Como aquello que nada importa. Hoy: otra zona estéril y fragmentada de la capital que solo sirve de alojamiento temporal, para pasar el rato, para comer y beber. Hoy: bares, tiendas, restaurantes, galerías, terrazas, cafés hípsters que entretienen —que atraen— a los extraños y desquician —y expulsan— a los residentes, los pocos que quedan. 

Lo que presencié la noche del 2 de mayo me recordó este fragmento del poema Memorial de Tlatelolco, escrito por Rosario Castellanos en un contexto muy distinto y sobre otra plaza, en México:

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en el radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete).

Aquí también prosiguió el banquete. El derroche, el consumismo. Un exceso, un despropósito, un simple “vivir” que sustituye el verdadero “habitar”. Pueden pensar que soy inadaptada o timorata, pero solo me resta decir: Así no. Así no el proceso de globalización. Así no la transformación de las ciudades. Así no las oportunidades económicas y sus beneficios. Así no Malasaña. 

Plataforma #SOSMalasana, fotografía: Gloria Serrano


Columna mensual publicada en NHU, el periódico local del barrio de Lavapiés, Madrid:

Bitácoras anteriores:
Bitácora del barrio 68: Ciudad infancia
Bitácora del barrio 67: Los cuidados, ¿cosas de ancianos?
Bitácora del barrio 66: Dos libros, dos mundos
Bitácora del barrio 65: Llena de humanidad
Bitácora del barrio 63: Me acuerdo (o lo que 2018 nos dejó)
Bitácora del barrio 62: Pan de vida
Bitácora del barrio 61: Entre lo público y lo privado
Bitácora del barrio 60: Insignificancias que nos dan sentido
Bitácora del barrio 59: Suficientemente cerca
Bitácora del barrio 58: Decir, mirar Lavapiés
Bitácora del barrio 57: Día de África

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