Bitácora del barrio 70: Oda al tomate
Tomate en rama. MercaMadrid. Fotografía: G. Serrano |
Es verano y, en verano, todos
hacemos una pausa. Por necesidad, por costumbre, por repetición. Porque, aunque
en ocasiones lo olvidemos, los seres humanos somos criaturas íntimamente
ligadas al tiempo, a los ciclos. Para mí, esta tregua veraniega inició con una
visita a MercaMadrid, la central que abastece de un sinnúmero de productos a la
Comunidad de Madrid y sus alrededores, o más.
La gama de colores que ahí
encontré ha servido de inspiración para este texto: del rojo picota pasando por
el amarillo albaricoque, el verde de matiz alcachofa o el negro aberenjenado,
hasta llegar al rojo de perfecta apariencia atomatada. Días después leí que en
España “comemos menos fruta y aceite de oliva, y más dulces y platos
preparados”. Esto de acuerdo con el Informe
del Consumo Alimentario 2017. Es decir, que cambiamos la fibra de la
manzana por la caja de Choco Zucaritas.
Y el gazpacho por el Boston Cream
Doughnut. Y el requesón, el salmón o las nueces por las tortitas de arroz,
la margarina o las carnes procesadas.
Quizás se deba, supongo, a que
muy pocas personas saben que el Departamento de Biología Celular, Fisiología e
Inmunología de la Universidad de Córdoba recién realizó una investigación
con la que constató, por ejemplo, los beneficiosdel sofrito (ajo, cebolla y tomate con aceite de oliva extra virgen). Igual
han de ignorar que, según la Organización
Mundial de la Salud y la Agencia Española
de Consumo Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), los niños españoles están entre los más
obesos de Europa.
Seguramente tampoco se han
enterado de otras pequeñeces. Digamos que el dióxido de titanio, un aditivo con la etiqueta E171 que está
presente en cantidad de snacks, a
partir de 2020 será prohibido en Francia
para la elaboración de alimentos. Ni que el alto consumo de fosfatos (otros aditivos), se asocia con un mayor riesgo
de padecer enfermedades cardiovasculares. Ni que el 18 de junio, Día de la Gastronomía Sostenible, se
puso el acento en promover mejores hábitos alimenticios, consumir siendo
respetuosos con el medio ambiente y las tradiciones locales, además de
promocionar el desarrollo agrícola, la seguridad alimentaria, la nutrición y la
conservación de la biodiversidad.
Pero es verano y, en verano,
todos hacemos una pausa. Razón por la que prefiero cambiar de estrategia y argumentar
el apuro por volver a la dieta mediterránea con la ayuda de Neruda y su Oda al Tomate. ¡Larga vida a este aliado de nuestra salud!
La calle
se llenó de tomates,
mediodía,
verano,
la luz
se parte
en dos
mitades
de tomate,
corre
por las calles
el jugo.
En diciembre
se desata
el tomate,
invade
las cocinas,
entra por los almuerzos,
se sienta
reposado
en los aparadores,
entre los vasos,
las mantequilleras,
los saleros azules.
Tiene
luz propia,
majestad benigna.
Debemos, por desgracia,
asesinarlo:
se hunde
el cuchillo
en su pulpa viviente,
es una roja
víscera,
un sol
fresco,
profundo,
inagotable,
llena las ensaladas
de Chile,
se casa alegremente
con la clara cebolla,
y para celebrarlo
se deja
caer
aceite,
hijo
esencial del olivo,
sobre sus hemisferios entreabiertos,
agrega
la pimienta
su fragancia,
la sal su magnetismo:
son las bodas
del día,
el perejil
levanta
banderines,
las papas
hierven vigorosamente,
el asado
golpea
con su aroma
en la puerta,
es hora!
vamos!
y sobre
la mesa, en la cintura
del verano,
el tomate,
astro de tierra,
estrella
repetida
y fecunda,
nos muestra
sus circunvoluciones,
sus canales,
la insigne plenitud
y la abundancia
sin hueso,
sin coraza,
sin escamas ni espinas,
nos entrega
el regalo
de su color fogoso
y la totalidad de su frescura.
se llenó de tomates,
mediodía,
verano,
la luz
se parte
en dos
mitades
de tomate,
corre
por las calles
el jugo.
En diciembre
se desata
el tomate,
invade
las cocinas,
entra por los almuerzos,
se sienta
reposado
en los aparadores,
entre los vasos,
las mantequilleras,
los saleros azules.
Tiene
luz propia,
majestad benigna.
Debemos, por desgracia,
asesinarlo:
se hunde
el cuchillo
en su pulpa viviente,
es una roja
víscera,
un sol
fresco,
profundo,
inagotable,
llena las ensaladas
de Chile,
se casa alegremente
con la clara cebolla,
y para celebrarlo
se deja
caer
aceite,
hijo
esencial del olivo,
sobre sus hemisferios entreabiertos,
agrega
la pimienta
su fragancia,
la sal su magnetismo:
son las bodas
del día,
el perejil
levanta
banderines,
las papas
hierven vigorosamente,
el asado
golpea
con su aroma
en la puerta,
es hora!
vamos!
y sobre
la mesa, en la cintura
del verano,
el tomate,
astro de tierra,
estrella
repetida
y fecunda,
nos muestra
sus circunvoluciones,
sus canales,
la insigne plenitud
y la abundancia
sin hueso,
sin coraza,
sin escamas ni espinas,
nos entrega
el regalo
de su color fogoso
y la totalidad de su frescura.
Imagen: G. Serrano |
Columna publicada mensualmente en NHU, el periódico local del barrio de Lavapiés, Madrid.
Lectura sugerida: Tomates como manifiesto (El País).
Bitácoras anteriores:
Bitácora del barrio 69: Así no Malasaña
Bitácora del barrio 68: Ciudad infancia
Bitácora del barrio 67: Los cuidados, ¿cosas de ancianos?
Bitácora del barrio 64: Carlos y Diego, historias de todas partes
Bitácora del barrio 63: Me acuerdo (o lo que 2018 nos dejó)
Bitácora del barrio 62: Pan de vida
Bitácora del barrio 61: Entre lo público y lo privado
Bitácora del barrio 60: Insignificancias que nos dan sentido
Bitácora del barrio 59: Suficientemente cerca
Bitácora del barrio 58: Decir, mirar Lavapiés
Bitácora del barrio 57: Día de África
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